Oscar Caballero escribe
en su web https://oscarcaballero.eu/
sobre la música en los campos de exterminio nazi. “Exposiciones que hay que
oír, podría ser el antetítulo en este caso. Y también la negación de aquello de
que la música amansa a las fieras. El caso es que, desde 1933, con orquestas
formadas por detenidos, las autoridades de los campos de concentración nazis
programaban música de manera cotidiana”.
¿Por qué una tan obsesiva
presencia musical en espacios que negaban las libertades más fundamentales? El
Memorial de la Shoah, de París, intenta responder a esa pregunta con la primera
gran exposición dedicada al empleo de la música en los campos de concentración
y en los de exterminio. “Música impuesta a los detenidos. Y en primer lugar a
los músicos, conminados a interpretarla. Era un útil de alineación (disciplina)
y de alienación. Pero como en el judo, cuando se aprovecha la fuerza del
contrario para someterlo, los detenidos también hacían música de forma
espontánea, gesto en algunos casos tolerado por los responsables de los bloques
y clandestino en otros.
“Una ‘estrategia de
supervivencia psicológica y de resistencia espiritual’ según Élise Petit,
comisaria científica de la muestra. Petit, profesora de Historia de la Música
en la Université Grenoble Alpes y especialista de la música bajo el III Reich,
reconoce que no existe casi ninguna grabación de la época. ‘En cambio, contamos
con numerosas huellas como programas de conciertos, letras de canciones,
partituras, cuadernos de canciones, instrumentos, uniformes de instrumentistas,
croquis, dibujos, diarios íntimos, memorias…’.
“Se trata de ‘la primera exposición
que logra reunir tantos objetos y documentos prestados por memoriales y fondos
de archivo de todo el mundo. Destacan objetos como un contrabajo construido por
los detenidos en el campo de Mauthausen y magníficos cuadernos clandestinos,
ilustrados, testimonios de la importancia de la música en los campos, tanto
cuando era un arma en manos de los nazis, como cuando participaba del proceso
de resistencia artística’.
La otra originalidad de
esta muestra es su organización topográfica que permite escuchar la música que
sonaba en los distintos espacios del campo (puerta, plaza de convocatorias,
bloques…), con un repertorio específico para cada lugar. Una sala está totalmente dedicada a los
casos particulares de las antecámaras de centros de ejecución como los campos
de Westerbok y Theresienstadt, “así como algunos campos franceses de
internamiento y tránsito, en los que las actividades musicales tuvieron un
particular desarrollo”.
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