En Francia, continúan las
noches de disturbios en todo el país. Hasta el punto de que el presidente,
Emmanuel Macron, tras el incremento de la violencia en el país, tuvo que
cancelar su agenda de visita de Estado a Alemania, regresando de Bruselas, en
donde se celebraba la cumbre de la UE, a París, para solventar la situación e
intentar rebajar la violencia. Una violencia desatada el pasado martes, cuando
el joven Nahel moría por un disparo de un policía que le paraba en un control.
El adolescente no tenía carné y, ante un posible intento de fuga, el agente declaró
haber decidido abrir fuego. Pero, gracias a unas grabaciones, se comprobó que su
testimonio era falso y fue detenido, acusado de homicidio voluntario. Desde
entonces el país, especialmente en la zona de Nanterre (localidad de la
víctima) se sumió en una ola de protestas y violencia policial por lo ocurrido.
Miles de personas fueron detenidas, hubo destrozos de mobiliario urbano,
centenares de incendios en la vía pública, ataques a comisarías y vehículos policiales,
innumerables daños a negocios…
Toda una oleada de
indignación y movilizaciones que obligó al Gobierno galo a ampliar el
dispositivo policial para intentar sofocar la revuelta con 45.000 agentes desplegados
en las calles, con especial presencia en lugares como París, Marsella y Lyon. Los
altercados también incluyeron centenares de incendios en la vía pública,
desperfectos en multitud de edificios e innumerables escenas de tensión. Y todo
por la muerte de Nahel, el joven de 17 años que circulaba, sin permiso de
conducir, en un Mercedes amarillo por las calles de Nanterre, al oeste de
París, detenido y muerto por el disparo de un policía. La Fiscalía de Nanterre
solicitó la imputación por homicidio voluntario del mismo.
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