El pasado martes se
celebró el Día Mundial del Gato, una de las mascotas más destacadas a nivel
internacional. Pese a su mala fama de su carácter o a las supersticiones en
torno al mismo, estos pequeños felinos se han hecho un gran hueco entre las
familias y ya son una de las mascotas más queridas.
De la mano de KIWOKO, repasamos
una serie de consejos útiles para promover su bienestar y evitar riesgos ante
las subidas de los termómetros en toda España. Ana Ramírez, su directora
técnica veterinaria de este organismo, nos recuerda la importancia de cuidar a
los gatos “igual que al resto de los animales ante el aumento de las
temperaturas y así, evitar golpes de calor u otros males”.
Hay dos factores
importantes como son la hidratación y el mantener su hábitat a una temperatura
adecuada. Y hay que asegurarse de que tenga sombra y una temperatura agradable.
En caso de que el gato permanezca durante varias horas del día en espacios
abiertos, tipo patios, es necesario ubicar su zona de resguardo bajo la sombra
y asegurarse, además, de que, durante el cambio de la posición del sol a lo
largo del día, su guarida siempre esté protegida.
Si el gato va a
permanecer en espacios interiores, es importante echar las cortinas o bajar
persianas, aunque en este último caso, si no se cuenta con la adaptación
necesaria para mantener ventanas cerradas, hay que dejar que corra algo de aire.
Siempre debe de haber aire fresco y con libre movimiento si ello es posible. Para
incrementar la comodidad de los mininos ya existen artilugios especiales como
bandanas y mantas refrescantes que pueden ayudar a que se mantenga fresco.
A los gatos, a diferencia
de los perros, les cuesta más beber agua. Esto se explica porque sus ancestros
cazaban presas vivas de las que obtenían agua sin necesidad de tener que
ingerirla, por ello los gatos no tienen interiorizado beber y puede ser
complicado que ingieran las cantidades de agua que necesitan. Un bebedero capaz
de mantener el frío es una opción ideal ya que mantiene el agua fresca de forma
automática. También se puede optar por meter cubos pequeños de hielo en el
agua.
Otra opción es humedecer
con cierta constancia las almohadillas de las patas del gato, sobre todo
después de algún paseo o recorrido exterior. Adicionalmente, se puede usar una
toalla húmeda o pañitos de esta misma característica y pasarlos con cierta
frecuencia por el pelaje del animal. Ellos mismos se suelen lamer para
protegerse del calor. Suele atraerles más el agua en movimiento que el agua
estática, por lo que el agua de los grifos o las fuentes de agua pueden ayudar
a que beban en mayor cantidad.
“Es muy importante saber
identificar cuando el gato está teniendo una reacción anómala frente al calor.
Por ejemplo, cuando es excesiva la temperatura, pueden sufrir abundante
salivación, lengua azulada y temblores. Hay que tener vigilancia constante con
el animal y llevarlo de inmediato al veterinario para descartar cualquier
riesgo”, advierte Ramírez, quien señala que es normal que el animal se mueva de
forma más lenta y pueda estar algo perezoso, lo que puede derivar en estrés.
Por ello considera importante “proveer al animal un ambiente fresco y seguro en
todos los sentidos”.
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