El domingo día 20 de los
corrientes jugaron en Sidney España-Inglaterra la final de la Copa del Mundo
femenina disparando los índices de audiencia de TVE. Juan Tortosa, en el
reportaje “Ellas pasarán a la historia; Rubiales, no”, nos recuerda en Público
lo ocurrido en pleno mes de agosto y en las antípodas del planeta con las 23
españolas “que acababan de dejar en evidencia la caspa de un país con millones
de machistas que de pronto no sabían cómo gestionar sus convicciones de tantos
años, tantas certezas mal entendidas”. Ocurrió entonces lo que nadie imaginaba,
cuando Luis Rubiales, el presidente de la Federación fue abrazando a todas las
jugadoras rebosantes de alegría y, al llegar a Jenni Hermoso, la besó en la
boca sin su supuesto consentimiento. “La pesadilla que llevamos viviendo esta
última semana evidencia el largo camino que queda por recorrer hasta que todos
entendamos de qué va el acoso laboral, de qué va la violencia sexual”.
“Las futbolistas
españolas dejaron además en evidencia, al ganar el mundial y traerse con ellas
la Copa del Mundo, tanto postureo como se estila en el fútbol masculino. Con su
impecable victoria emocionaron, hicieron llorar incluso a millones, sí,
millones de personas. Nos pusieron en el mapa mundial del deporte femenino,
certificando así una revolución, silenciada más que silenciosa, que hace ya
tiempo que se estaba produciendo entre la gente joven a pesar de quienes,
comenzando por el trumpista presidente de la Federación Española de Fútbol,
parecen empeñados en ignorarla.
“Menos mal que Salma,
Olga, Alexia, Cata o Mariona son un reflejo fantástico de la diversidad de un
país que se mueve a años luz de la España casposa que aún defiende tanto
intolerante como todavía anda suelto por oficinas, despachos y escaños
parlamentarios. Ivana, Ona, Alba, Jessi o Aitana no solo han desnudado a los
niñatos multimillonarios y chulitos que van por el mundo sacando pecho porque
saben darle pataditas a un balón, sino a todo ese entorno machista y prepotente
que lleva decenios mangoneando en el fútbol de manera impune y pontificando
mientras se fuman un puro, se rascan los genitales o ambas cosas a la vez. Las
jugadoras de la selección femenina de fútbol también han dejado en evidencia a
ese periodismo baboso y genuflexo que se empeña en dorar la píldora a cretinos
de medio pelo. Con su desfachatez, desahogo barriobajero, chulería y horterez
supina acreditadas el pasado viernes, Luis Rubiales nos ha jodido la fiesta, ha
empañado buena parte de la alegría que supuso que 23 jóvenes mujeres ganaran la
Copa del Mundo jugando magistralmente al fútbol.
“Las 23 españolas de
Sidney (campeonas, que no campeones, por mucho que insistan tanto el nefasto
Rubiales como el entrenador Jorge Vilda) han ganado mucho más que un campeonato
mundial de fútbol: han contribuido a dar un paso de gigante, de gigantas, en la
lucha por la igualdad de las mujeres en España, en la pelea por la equiparación
de derechos. Quizás porque se trata de una revolución en toda regla, y toda
revolución es política, quizás por eso estamos donde estamos, con Rubiales y
sus secuaces revolviéndose como gatos panza arriba. Por mucho que se empeñen,
más pronto que tarde serán olvidados. La gesta de las futbolistas, en cambio,
pasará a la historia, es ya historia. De ellas será para siempre el mérito de
haber contribuido a situar los derechos de la mujer en el centro del debate.
Por muchas consejerías y concejalías de Igualdad que los ultras se empeñen en
hacer desaparecer, el trabajo y la victoria en Sidney de 23 jóvenes españolas
el pasado 20 de agosto pone fecha al arranque de un tiempo nuevo y mejor”.
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