Este texto apareció en
enero de este año, en el web “Soy de Almería”. Hoy sigue ocurriendo ante los
cajeros españoles. Dice así: “Un señor que, probablemente supera los 80 años,
guarda cola en un cajero. Me coloco detrás de él y, cuando accede, saca un
sobre que presupongo contiene dinero. Le observo a una distancia prudencial y
me percato de que es incapaz de llevar a cabo la operación. Toca varias veces
la pantalla, y deduzco que no consigue lo que pretende.
“Se vuelve hacia la cola
que ya se había incrementado y me mira. Yo estaba justo detrás, y, con un solo
gesto, entiendo que me pide ayuda. Me ofreco de mil amores a realizar su
gestión, indicándole donde tiene que ir pulsando... No quiero tocar ni un
billete de los suyos, por respeto, y porque no quiero que se puedan crear
confusiones con el dinero. Él quiere hacer un ingreso... y le indico cómo debe
realizarlo.
“El señor, a su ritmo,
consigue introducir la cantidad a ingresar y termina de hacer la gestión
mientras yo le digo donde tiene que tocar para zanjarla. Termina. Nos retiramos
del cajero para que pase la siguiente persona y me da las gracias... Le digo
que no se preocupe, que ha sido un placer, y, antes de marcharme, introduce la
mano en el bolsillo de su chaqueta, saca la cartera y me ofrece un billete de
diez euros.
“No doy crédito, me
asombro y le digo que de ningún modo, por favor. El pobre hombre me dice que le
gustaría agradecérmelo y que me tomara un desayuno a su salud. Le doy las
gracias, pero que en ningún caso lo voy a aceptar. Lo guarda y me vuelve a
agradecer, y yo a él. Nos despedimos, y me queda un sentimiento de pena por
este señor y por todos los mayores (recuerdo que son nuestros padres y abuelos
que han hecho el país que tenemos) que se ven solos frente a este monstruo de
la tecnología, que cada vez más nos está convirtiendo en seres sin alma ni
compasión.
“Esta terrible imagen se
da en bancos, pero también en la asistencia médica, en hacienda, en la
seguridad social, en ayuntamientos... Personas que han contribuido durante toda
una vida a que haya servicios a los que no pueden acceder porque tienen
dificultades con la tecnología. No cuesta nada atenderles, y facilitarles un
poquito la vida... Con todo lo que ellos hicieron por nosotros. Qué triste que
no se preocupen por estas personas que lo dieron todo para que nosotros hayamos
avanzado tanto tecnológicamente. Sin embargo, ahora, cuando más nos necesitan,
desaparecemos”.
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