Esta vez es David Torres
quien, en su artículo en Público, alude al lamento de Pablo Motos en el programa
El Hormiguero, con una audiencia media de varios millones de personas. “No es
la primera vez que se queja, así que habrá que preguntarse si, pese a la tira
de años que lleva en esto de la comunicación, Motos conoce realmente los
conceptos de ‘libertad’ y ‘expresión’, juntos y por separado, o si,
sencillamente, está pidiendo llegar a más gente. Ahora bien, aunque esto último
parece muy complicado, habría que hacer lo imposible para darle más voz, que no
quede un solo rincón de España donde no resuene el lamento de este poeta
catódico.
“Por ejemplo, se podría
poner a Pablo Motos quejándose no sólo en este, sino en todos los programas de
la cadena, incluidos telediarios, teleseries y documentales zoológicos. Una
medida que habría que extender a todos los programas de todas las cadenas
públicas y privadas en cualquier horario del día o de la noche, de manera que,
al encender la tele, aparezca Pablo Motos quejándose en medio de un partido de
tenis, en la final del Mundial de Rugby, en un concurso de cocina o vendiendo
cuchillos en Teletienda.
“Sería muy bonito que
llamaran a Pablo Motos como experto en libertad de expresión en La casa de
empeños de Las Vegas (“No sé, Rick, parece falso”), que emergiera a trancas y
barrancas de dentro de un baúl en uno de esos programas de subastas, o que
saliera de refilón en un episodio de Los Soprano, diciéndole a Tony y a Carmela
que en España no le dejan hablar bastante, le censuran los diáconos de lo
políticamente correcto y hasta lo critican pelagatos como yo en los periódicos.
“Esto de que Pablo Motos
salga hasta en la sopa, disfrazado de fideo con barba, puede parecerles una
gilipollez, pero es justamente lo que sufrimos los españoles el miércoles con
la jura de la Constitución de Leonor, que no había más que Leonor y Leonor y
Leonor por todos lados, que apagabas el televisor y durante un rato seguía
sonriendo Leonor, seguía sonando el himno y aún se veía el fulgor de la bandera
rojigualda. A Pablo Motos, una verdadera institución audiovisual, habría que
nombrarlo borbón adoptivo y pagarle escolta para que nadie se atreviera a
coartarle la libertad de expresión ni llevarle la contraria. O más incluso,
proclamar un Día Nacional de Pablo Motos y dejar su imagen colgada en los
cielos de la Península dando la brasa a todo Cristo, como la madre de Woody
Allen en Edipo reprimido.
“Gracias a que Pablo
Motos no puede decir todo lo que quiere, me he enterado de que ha montado una
tertulia todos los jueves en la que, junto a otros intelectuales de renombre,
cuenta con la colaboración del humorista Miguel Lago y de Tamara Falcó,
humorista también por parte de madre. Fue en ese pozo de sabiduría donde Motos
dijo, en un sonoro eco unamuniano, que “se avergüenza de ser español” por culpa
del presidente Sánchez.
Y concluye David Torres: “Entendámonos,
no se avergüenza por los miles de ancianos muertos en las residencias de la
Comunidad de Madrid durante la pandemia gracias a una orden que parecía
redactada en Treblinka, ni por los niños temblando de frío en la Cañada Real,
ni por los defraudadores fiscales y los ministros criminales indultados a dedo,
sino por el proyecto de Ley de Amnistía para los independentistas catalanes. A
Motos, como a tanta otra gente, le duele España únicamente sobre la línea del
Ebro. Yo, la verdad, me avergonzaría mucho de ser Pablo Motos”.
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