Cuando Juan Carlos
Girauta despertó aquella mañana, después de un sueño agitado, se encontró en su
cama convertido en candidato de Vox a las elecciones europeas. Pensó si podía
seguir durmiendo un rato, a ver si cambiaba de sueño, pero en realidad no
estaba soñando. Los periódicos insistían en que iba de número tres en la lista
de Vox, tras Jorge Buxadé y Hermann Tertsch, cuando él había dicho, sólo cinco
años atrás, que “Vox es un movimiento populista basado en la rabia, con muy
pocas aristas y sin un proyecto para España”. En las mismas declaraciones
aseguraba que no era fácil definir en qué consiste Vox exactamente, que la
formación se basa en una política de sentimientos que él personalmente detesta.
Lo escribió ayer David Torres
en Público. Y así continuaba: “Girauta, igual que el pobre Gregor Samsa, tiene
la costumbre de dormir sobre el lado derecho, pero últimamente también come por
el lado derecho, bebe por el lado derecho y piensa por el lado derecho. Más a
la derecha ya no puede estar, salvo que tire la pared abajo, pero estos hábitos
geográficos no obedecen al capricho o al oportunismo, sino a una meditada
postura ideológica, una forma de vida semejante a la de esos matojos rodantes
que proliferan en el Medio Oeste americano, esas bolas de rastrojos que corren
cientos de kilómetros, saltando carreteras y vallas, hasta que se echan raíces
en un lugar propicio, antes de desarraigarse y seguir adelante
“En 1986 abandonó el PSC
por el PP; después, en 2014, transbordó a Ciudadanos, y diez años después se ha
despertado una mañana, después de un sueño agitado, con la candidatura de Vox a
las elecciones europeas. En realidad, Girauta apenas se ha movido de su
posición inicial: es el país entero el que ha girado hacia la izquierda. Ocurre
que, igual que Alicia en el País de la Maravillas, vivimos en una clase rápida
de país, un país que no deja de desplazarse hacia el rojerío, y entonces hay
que moverse constantemente hacia la derecha sólo para permanecer en el mismo
sitio.
“Es triste que le acusen
a uno de cambiarse de chaqueta cuando es la chaqueta la que empieza a apretar,
o de traicionar sus principios cuando sus principios siempre han sido
inamovibles: fluir como el curso de un río, seguir el consejo de Heráclito y no
bañarse nunca dos veces en el mismo partido político. ‘Be water, my friend’
decía Bruce Lee, aunque Girauta va tres pueblos más allá y se transforma en
aceite. A Charlton Heston le ocurrió algo similar cuando le echaron en cara
que, tras encabezar el Movimiento por los derechos civiles y manifestar sus
simpatías por el Partido Demócrata, hubiese acabado presidiendo la Asociación
Nacional del Rifle. ‘No he cambiado yo’ sentenció Heston. ‘El que ha cambiado
es el Partido Demócrata’.
“El Vox aquel de 2019,
del que Girauta echaba pestes, tiene muy poco que ver con el Vox de 2024: no
hay más que fijarse en que acaban de ficharlo. En 2020 prometía que él jamás
iría a Vox y, efectivamente, cuatro años después ha sido Vox el que, impulsado
por la deriva continental, ha ido hacia Girauta. “Nosotros, los de entonces, ya
no somos mismos” escribía Neruda, mientras Antonio Machado cantaba: “Todo pasa
y todo queda, / pero lo nuestro es pasar, / pasar haciendo caminos, / caminos
sobre la mar”. Por algo Machado es el poeta favorito de Girauta, hasta el punto
de que una vez confesó que ha visitado su tumba en Colliure más de doscientas
veces: unas cincuenta de socialista, ciento y pico con el PP y el resto de
Ciudadanos, sin que a Machado se le ocurriera moverse. Chúpate esa, Franz Kafka”.
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