Mañana, 27 de abril, mi
madre, que vive en Mallorca, cumple cien años. Nació el 27 de
abril de 1924, en Los Tojos. Le pusieron el nombre de Luisa y comenzó a
trabajar a los siete años, ayudando a su padre con la madera y la tierra.
Sembraba judías y patatas, recogía fruta de los árboles y cuidaba del rebaño.
Claro que, cuando cogía el arado, apenas podía con él, al no lograr que con su
peso penetrase en la tierra. Tenía que empujar con todas sus fuerzas para
intentar conseguirlo. Era la cuarta de siete hermanos
A veces llevaba las
ovejas de todos los vecinos al campo y se pasaba horas con ellas, con un
bocadillo para todo el día. Sucedía de vez en cuando. Y si había niebla, se orientaba
por el sonido de los cencerros. Casi medio pueblo era de su padre, nuestro
abuelo, cuya fotografía se puede contemplar en las paredes de casa, pero, con
el tiempo, lo fue perdiendo todo.
Siendo niña, madre ya
sabía lo que costaba la vida. Pero no podía, o no le dejaban, ir cada día a la
escuela. Porque en su casa había mucho que hacer y sus padres requerían su
colaboración. Sabía que tenía que trabajar antes que ir a la escuela, aunque le
gustaba más ésta que el duro trabajo de casa. Muy pronto había aprendido a
hacer cuentas y los números le iban mejor que las letras. Con la IIª República,
que había llegado cuando ella sólo tenía siete años, se habían creado muchos
puestos de trabajo en la enseñanza y había el doble de docentes que en la
monarquía. En cada pueblo había maestros dispuestos a enseñar y un pupitre para
cada niño o niña. En la escuela, mamá había oído una canción que hoy todavía
recuerda y que alguna vez nos ha cantado en la intimidad.
“Si supieran los curas y
frailes
la paliza que van a
llevar,
subirían al coro
cantando:
‘¡Libertad,
libertad, libertad’”.
Niños y mayores, todos
entonaban por doquier esas canciones y, por supuesto, mamá, también las
cantaba, aunque no comprendiera del todo a qué se referían. Hasta que llegó el
14 de abril del año 1936, cuando sólo tenía 12 años. Un general de triste
recuerdo se había alzado sobre la República y había provocado un levantamiento
militar. Su padre y sus hermanos mayores tuvieron que abandonar el pueblo para
ir al frente y el resto de la familia se quedó con graves problemas económicos.
Había estallado la guerra civil y vivir y comer todos los días era un lujo al
alcance de muy pocos.
Tres años después del
final de la guerra, a los 17 años, conoció a Toni, un guardia civil destinado
en Los Tojos. Procedía de Mallorca y ambos sintieron un flechazo mientras sus
padres y hermanos mayores no dejaban de vigilarlos. A los tres meses, su novio,
tuvo que regresar a Mallorca, pero le prometió que volvería a por ella. Meses más
tarde, aquel guardia civil se presentó de nuevo en Los Tojos, acompañado de un
capuchino de barba larga, pariente suyo, que bendeciría la boda el 18 de junio
de 1942.
Luego, los dos regresaron
a Mallorca y, pasada la primavera y el verano de 1943, el 24 de julio nació el
primer hijo, al que llamaron Santiago, por haber nacido la víspera de la fiesta
de Santiago Apóstol. Un bebé que nació macizo y que no dejaba de tragar, pese
al hambre de la postguerra. Con un sueldo mensual bajísimo, mis padres tuvieron
que hacer virguerías para mantener a ese retoño cuya obsesión era comer, dormir
y jugar... Luego, llegaron otros siete churumbeles y, en el 2000, madre perdió
a su esposo, mi padre, pero ella siguió siempre adelante, pese a haber perdido parte
de su visión y movilidad. Mañana sus siete hijos, sus 17 nietos y sus 13
biznietos, celebraremos con ella este redondo aniversario.
Debido a este
aniversario, que pienso celebrar en directo con ella en mi estancia en la isla,
me ausento por unos días de esta web hasta principios de la semana que viene.
Que pueda cumplir muchos más. Un beso para ella y otro para ti
ResponderEliminarPepe