Jordan Bardella con Marine Le Pen a su salida de una reunión con Macron el 26 de agosto.
Macron rechazó la propuesta de nombrar a Lucie Castets, candidata del Nuevo Frente Popular
Emmanuel Macron, presidente
de la República Francesa, ha demostrado una vez más que la coherencia y el
respeto por los principios democráticos son elementos que sólo se aplican
cuando favorecen sus intereses. En una maniobra que refleja su temor a perder
el control, Macron rechazó la propuesta de nombrar a Lucie Castets, candidata
del Nuevo Frente Popular (NFP), como primera ministra. Y lo hizo bajo el
pretexto de mantener la “estabilidad institucional”, aunque resultaba evidente
que lo que le preocupaba era mantener su dominio a toda costa.
En definitiva, Macron no
estaba dispuesto a ceder ni un ápice de su poder, incluso si eso significaba
bloquear el país. Tras el fracaso de sus primeras consultas, el presidente
anunció una nueva ronda de negociaciones con líderes políticos y personalidades
destacadas. Sin embargo, lo que realmente buscaba era encontrar a alguien que
le permitiese perpetuar el status quo, bajo un disfraz de cambio. El presidente
no sólo ignoró los resultados electorales, sino que quiso extender el mandato
de un gobierno en funciones, creando la ilusión de que el poder podía seguir
funcionando de manera unidireccional, con un jefe de Estado que dictase y unas
administraciones que obedeciesen. De esta forma, en una maniobra que reflejaba
su temor a perder el control, Macron rechazó la
propuesta de nombrar a Lucie Castets, candidata del Nuevo Frente Popular (NFP),
como primera ministra, bajo el pretexto de mantener la “estabilidad
institucional”, aunque resultaba evidente que lo que realmente le preocupaba era
mantener su dominio a toda costa.
La reciente declaración
de Macron sobre la obligación de los partidos políticos de tener en cuenta las
“circunstancias excepcionales” de la elección de sus diputados, era una muestra
más de su doble rasero. El rechazo de Macron a Lucie Castets fue, más que un
simple movimiento táctico, una provocación que subrayaba su temor al cambio.
Macron prefirió continuar con su propio proyecto, sin importar cuántas veces había
prometido cambiar de métodos o cuántas crisis había enfrentado Francia durante
su mandato. En definitiva, Macron no estaba dispuesto a ceder ni un ápice de su
poder, incluso si eso significa bloquear el país.
Finalmente, Macron nombró
ayer al conservador Michel Barnier, exministro y excomisario europeo,
primer ministro de Francia como encargado de “formar un Gobierno de unión al
servicio del país y de los franceses”. Su nombramiento se produjo “tras un
ciclo inédito de consultas” en las que el presidente “se aseguró de que el
primer ministro y el próximo Gobierno reunirían las condiciones para tener la
mayor estabilidad posible”. Barnier, de 73 años, será el primer ministro de más
edad de la V República y sustituirá al más joven en ocupar el puesto, Gabriel
Attal, que llegó al cargo con en enero pasado con 34 años. Fue ministro de
Exteriores entre 2004-05 durante la presidencia de Jacques Chirac, y de
Agricultura entre 2007-09 con Nicolas Sarkozy en el Elíseo, y antes lo había
sido de Medio Ambiente y de Asuntos Europeos.
Barnier será primer
ministro en Francia y Marine Le Pen tendrá las llaves del Gobierno. La líder
ultra, convertida a última hora en un apoyo parlamentario indispensable para
Macron, da el visto bueno provisional al nombramiento de Barnier y será clave
para su supervivencia.
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