miércoles, 9 de julio de 2008

9 de julio. De espaldas a la tele, al play y al ordenador.


Un total de 250 alumnos de entre seis y once años de un colegio de la periferia de Estrasburgo (Francia) se enfrentaron el pasado mes de mayo al reto de vivir sin mirar una pantalla de televisión o vídeo durante diez días, cuatro de ellos sin clases. La experiencia, con el nombre de Desafío, se puso en marcha en Estados Unidos, a principios de los noventa, pero ésa era la primera vez que se hacía en Europa. El objetivo de la campaña era que los escolares aprendieran a descubrir otras formas de entretenimiento más allá de las nuevas tecnologías, vieran las imágenes de otra forma y no encendieran durante este tiempo ni la televisión, ni el ordenador, ni pusieran un DVD o jugaran con la vídeo-consola. El resultado conseguido habría sido parecido al Norteaméricano: la violencia, tanto física como verbal, habría quedado en buena parte reducida. Las acciones violentas en los colegios bajaron en un 40%, y la violencia verbal se redujo a la mitad. La vida sin pantallas mejoró también la alimentación y la salud de los niños.

“Los niños pasan 1.200 horas anuales delante de la caja tonta –afirma el Instituto europeo Eco-Consejo, organizador del juego–, frente a las 800 que pasan en el colegio… Un niño de once años ve como media 8.000 muertes por televisión. Si añadimos a ello el tiempo de ordenador y de juegos en la videoconsola, apaga y vámonos”. Y eso es precisamente lo que hicieron. Apagón tecnológico y a recuperar juegos olvidados. "Sólo espero que esto sea bueno para su autoestima –declaraba el director, Xavier Rémy–, que aprendan a confiar en ellos mismos. Eso es importante. También que los padres se animen, como ahora, a colaborar en el aprendizaje diario de sus hijos. Ellos son conscientes del mal que hace estar tantas horas plantados delante de la televisión". Pero, después de estos días, ¿qué? ¿Volverán a la tele? La señora Vanhouck mueve la cabeza de arriba abajo presagiando un sí. "Pero habrán aprendido que hay otras cosas aparte de dar a un botón para encender la pantalla. Cuatro horas con la tele impiden leer, correr, jugar, no son ellos mismos”. “La televisión no está mal –insiste el director–, pero menos horas puede estar mejor”.

Según esta idea, nunca puesta en marcha en Europa pero que se repetirá en otros dos colegios de Estrasburgo, el año que viene cada alumno tendrá un carné y se comprometerá solemnemente a hacer "todo lo que es humanamente posible para superar el reto y ganar puntos" frente a la pantalla. La actividad, minuciosamente preparada, para que los chicos aprendan a no ser meros espectadores pasivos ante la avalancha constante de imágenes y se inicien en el arte de descifrarlas o de desmenuzar la publicidad, es positiva. Me pregunto por qué a los españoles nos cuesta tanto hacer experiencias parecidas. Cualquier actividad que no sea aprovechada directa o indirectamente por la televisión parece abocada al fracaso. Y terminamos el día frente a ésta, como si fuera el pequeño dios que todo lo arregla.

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