miércoles, 17 de diciembre de 2008

Gestos contra Bush, Cheney y los suyos.

Dick Cheney (a la izquierda), junto al director de la Agencia de Seguridad Nacional, Keith B Alexander, y George Bush (a la derecha).

Protestas contra Buch y la presencia de EEUU en Bagdad. Foto AFP


Mientras en Afganistán, grupos de personas se manifestaban, levantando sus zapatos en señal de protesta y en solidaridad con Muntazer al Ziadi, ayer los ánimos contra los yanquies se encendieron sin haber disparado un solo tiro. Orgulloso de ser árabe de espíritu abierto, Muntazer no tenía vínculos con ningún grupo ni estaba relacionado con el antiguo régimen. Con Sadam Hussein, su familia había sido detenida, pero su gesto contra el presidente americano, cargado de simbolismo, levantó al pueblo mucho antes que la lucha armada.

En su parada en Afganistán, muy pocos escucharon el discurso del presidente americano y su gesto de agachar la cabeza para evitar los zapatazos de Muntazer fue interpretado por algunos como su último desacierto. Pero, en su recta final de la presidencia, Bush no parecía muy afectado por el suceso y siguió asegurando que las guerras que había empezado, tras los atentados terroristas del 11-S, servían para mejorar la situación en Irak y Afganistán. Paralelamente al viaje a esos países, Dick Cheney, su ex vicepresidente, en una entrevista con la ABC, televisión estadounidense, justificaba las prácticas de interrogatorios ilegales en Guantánamo porque “la guerra contra el terror no caduca nunca”. Y defendía que el simular el ahogamiento, ha sido “muy útil para detener y retener a los capturados durante la guerra” y que la prisión militar estaba “muy bien dirigida” y no debería cerrarse “hasta que la guerra contra el terror” no llegara a su fin, no previsible.

Cheney comentaba que el próximo Gobierno de Barack Obama se va a encontrar con serias dificultades para poder cerrar el centro de detención de Guantánamo. Y consideraba que hay otros asuntos asuntos más importantes que requieren mayor atención, como qué hacer con los prisioneros. “Una vez capturados todo ese puñado de terroristas de Afganistán y de otros lugares –decía el vicepresidente del Gobierno– tiene que haber algún sitio donde meterlos. Si les traes a los Estados Unidos y les pones a disposición de los tribunales, entonces se beneficiarían de todos los derechos que sólo aplicamos a los ciudadanos estadounidenses. Pero hay que recordar que no son más que combatientes enemigos”.

Cheney reconocía que los EEUU mantienen “unos 250 combatientes enemigos” en suelo cubano y que ha puesto en libertad o trasladado a otras cárceles a otras 520 personas más. “La alternativa es entregarlos a otros (pero) a muchos de ellos nadie los quiere. En muchos de los países de origen (de los prisioneros) hay renuencia a recibirlos nuevamente”. Cheny defendía el uso de la “asfixia simulada” en los interrogatorios y la decisión de invadir Irak. Y reveló que él mismo dio la luz verde al uso de la técnica de "waterboarding" (simulación de asfixia) en los interrogatorios de los prisioneros sospechosos de ser terroristas. Técnica que defendió como “notablemente exitosa”.

Cheny restaba importancia al hecho de que la información de que Sadam Husen contaba con armas de destrucción masiva, en vísperas de la invasión de 2003, resultara ser errónea. Rechazaba expresamente la teoría de que Estados Unidos no habría invadido Irak en 2003, si se hubiera sabido que Husein no contaba con un arsenal de armas de destrucción masiva porque Husein “tenía toda la intención de reanudar la producción (de esas armas) una vez que las sanciones internacionales se levantasen”. Para él se trataba de “un protagonista malvado, y, con Sadam fuera, el país y el mundo salen mejor parados. Por eso creo –puntualizó– que tomamos la decisión correcta”. Son frases pronunciadas por Dick Cheney, vicepresidente americano. El mismo que recibiera de manos de George Bush la Medalla Presidencial de Libertad por su liderazgo durante la Guerra del Golfo. El mismo que entregará el cargo al senador Joe Biden el 20 de enero próximo.

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