miércoles, 21 de enero de 2009

Obama y el sueño americano.



La gran fiesta de Barack H. Obama empezó este domingo con un megaconcierto al aire libre en el Memorial de Lincoln en el que participaron Bruce Springsteen, Beyoncé, Bono y Shakira. Los tres días de celebraciones que culminaron ayer, martes, con la toma de posesión del 44º presidente de los EEUU, son posiblemente, pese a los tiempos de crisis, los más costosos de la historia. Más de dos millones de personas acudieron a la jura del cargo del primer presidente negro, eclipsando la de su predecesor (sólo 400.000, hace cuatro años). El comité organizador había rechazado las contribuciones de sindicatos, corporaciones, lobbies, asociaciones políticas y extranjeros en general, pero había aceptado las de George Soros, Steven Spielberg, Halle Berry o del dueño de Google, Eric Schmidt. Centenares de millones de telespectadores coincidieron con la estrella americana al mediodía de ayer (las seis de la tarde, hora española). Unos 42.000 agentes participaron en el dispositivo de seguridad y cincuenta y seis millones de dólares fueron “derrochados” en la “coronación”, momento en que la estrella no se olvidó de recordar que el país sigue en grandes dificultades económicas.

Tras el juramento del nuevo vicepresidente, Joe Biden y del propio presidente, la música militar y los 21 cañonazos, se hizo un silencio y Obama inició su discurso. Pidió a los estadounidenses “trabajo duro, honestidad, coraje y juego limpio, tolerancia y curiosidad, valores que han sido la fuerza callada de nuestro progreso a través de la historia”. Recordó que pretendía enderezar la mala situación en la que se encuentra la economía, definida por él como “muy debilitada” a causa de “la avaricia y la irresponsabilidad” por “el fracaso colectivo” en la toma de decisiones. Y, ante esos errores, instó a los estadounidenses a retomar las “verdades” que han hecho a los EEUU la nación que es: el trabajo duro, la honestidad, el valor, la justicia, la tolerancia y el patriotismo.

“Hoy – dijo en el mismo tono– hemos venido a proclamar el fin de las quejas mezquinas y las falsas promesas, de las recriminaciones y los dogmas caducos que durante demasiado tiempo han estrangulado nuestra política”. Reconoció que los trabajadores americanos no son menos productivos que cuando empezó la crisis. “Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado o el año pasado. Nuestra capacidad no ha disminuido. Pero el tiempo del inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de aplazar las decisiones desagradables, ese tiempo seguramente ha pasado. A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y volver a empezar la tarea de rehacer Estados Unidos”.

En otro momento de un discurso que duró unos veinte minutos, Obama antepuso la justicia al uso de la fuerza y rechazó “la falsa elección entre seguridad e ideales” que justificó los abusos de la era Bush. Señaló que “nuestra herencia multiétnica es una fortaleza, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos y e hindúes, y de no creyentes. Estamos formados por todas las lenguas y culturas, procedentes de cada rincón de esta Tierra; debido a que hemos probado el mal trago de la guerra civil y la segregación, y hemos resurgido más fuertes y más unidos de ese negro capítulo, no podemos evitar creer que los viejos odios se desvanecerán algún día”. Las guerras de Irak y de Afganistán, los jaulones de Guantánamo, la herida sangrante de Palestina, la impunidad de Israel, el bloqueo de Cuba, la crisis económica y el terrorismo mundial eran los fantasmas que entraron con él en la Casa Blanca mientras sonaba la cascada voz de Louis Armstrong cantando “el mundo es algo maravilloso”.

1 comentario:

  1. Hace unas horas he oido comentar a Garrigues Walker, que probablemente Africa,olvidada por todos, e inexistente para Europa,sea objetivo importante en politica exterior, desarrollo e inversion, en la nueva era Obama. Pues muy bien. Nos pilla al lado, como casi todo.
    chiflos.

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