viernes, 24 de julio de 2009

Aute, mi admirado coetáneo.


Descubro con curiosidad cómo algunos trazos de la biografía de Aute, coetáneo mío, se repiten en mi infancia. Luis Eduardo Aute nació en Manila, la capital de Filipinas, el 13 de septiembre de 1943. Yo lo hice en Mallorca el 25 de julio del mismo año. Su padre era catalán y trabajó en Filipinas en una compañía tabacalera. El mío era mallorquín y, como miembro del Cuerpo que era, se ocupaba, entre otras cosas, de perseguir el contrabando de tabaco. El suyo contrajo matrimonio con una filipina de la burguesía de ascendencia española. El mío no salió de España, pero llegó hasta Santander, en donde se casó con una montañesuca. En su niñez, Luis Eduardo estudió en el colegio de la Salle, en donde aprendió inglés, ya que toda la enseñanza se impartía en ese idioma; además habla tagalo, que aprende en el día a día, y español, que utiliza con su familia. En la mía, estudié en el Seminario de Ibiza, en donde aprendí latín y hablé ibicenco, una variante del catalán, y francés. Desde niño, Aute mostró gran habilidad como dibujante, pintor y director de cine. Sus padres le regalaron una cámara de ocho milímetros con la que realizara diversas películas con sus amigos. En mi infancia, yo aprendí música y toqué diferentes instrumentos como la guitarra, la bandurria, el laúd, el acordeón y últimamente la trompeta. Y me gustaba el teatro, actuando en algún drama, como en “La Barca sin pescador”, de Alejandro Casona.

Al cumplir los quince, y tras regalarle su padre una guitarra, Aute actuó en la fiesta de fin de curso del colegio. En esos mismos años, muy influido por el expresionismo alemán, comenzó a pintar sin descanso. El cine, la pintura y la escritura fueron sus grandes pasiones. El teatro, la música y la escritura fueron las mías. Luego, se trasladó a París, donde vivió toda la efervescencia cultural de la época, descubrió la música de Jacques Brel y Georges Brassens, leyó a Paul Éluard y a Nietzsche y vió películas prohibidas en España. En la capital francesa, en donde conocí en directo el mayo francés, yo también admiraba a Brassens, leía a Éluard, a Lukacs y a Morin, pero nunca llegué a coincidir con Aute. Su trayectoria profesional fue cada vez más amplia. La mía se limitó al periodismo.

Aute compuso muchas canciones, ofreciendo “Rosas en el mar”, a Massiel, quien la convirtió en un éxito. Luego interpretó sus propias creaciones hasta convertirse en uno de los mejores auto-cantantes nacionales. En mayo del 68, decidió dejar el mundo de la música, que le había decepcionado, grabando seis meses después, a modo de testamento musical, un disco “24 canciones breves”, una especie de crónica política y social de la España de aquellos años. En 1970, publicó en “Poesía 70” un poema que sería la causa del cierre de la revista, en la que compartía páginas con los también cantantes Joaquín Sabina y Carlos Cano. Y comenzó a escribir los primeros poemas de lo que sería el libro “La matemática del espejo”, algo fúnebre debido a la muerte de su suegro y de una tía de su mujer. Escribe y dirige varios cortos, hace paneles y carteles, compone y publica discos y, en el 73, graba “Rito” cuya última canción es el tema “¿Qué me dices, cantautor de las narices?”, una autocrítica hacia el mundo de los cantautores. Debo recordar que uno de mis libros –Zeta, el imperio del Zorro– es un arañazo del mundo del periodismo.

Posteriormente, sigue haciendo bandas sonoras para cine y televisión, rueda con artistas muy conocidos y se va de gira por Suramérica. En 1993 hace campaña a favor de IU en la elecciones generales celebradas en España. En junio, vuelve a actuar en Buenos Aires, en Uruguay y en Chile. En España, realiza, en compañía de Silvio Rodríguez, una gira de conciertos y graba en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. En 2001, tras cinco años de intenso trabajo, da a luz una película de larga duración. “Un perro llamado dolor”. En la actualidad, Aute sigue moviéndose y ejerciendo en plena actividad, como si la jubilación fuera una palabra vacía para él. En el 2009, colabora con el rapero El Chojin en la segunda versión de la canción “Ríe cuando puedas, llora cuando lo necesites”, de su disco “Cosas que pasan, que no pasan y que deberían pasar”. Pero, después de realizar un trabajo “con mucho esfuerzo y de ver, después, que no existes”, Aute reconoce sentirse un tanto dolido con cierta prensa y publicidad. Para él el periodismo es “una bella profesión” siempre que “se habla con honestidad y vocación”. Y critica el “ninguneo” al que, a su juicio, le someten los medios de comunicación “serios” después de presentar nuevos trabajos. Advierte que prefiere que le “peguen un palo” a que le ignoren. Dice que la publicidad es “la exaltación de la mentira o la exageración de la verdad”, y denuncia que ese hecho es incompatible con los medios de comunicación.

Que conste que nunca hablé directamente con Aute, ni toqué a la puerta de su casa, ni le conozco personalmente. Pero converjo con sus planteamientos y confieso que me cae francamente bien. Y, puesto el pie en las últimas pendientes de la vida, confieso que cada gesto o comentario de mi admirado Aute me caen de puta madre.

1 comentario:

  1. Coincidimos Santiago, en admiracion por L.E.Aute. No le he visto nunca en persona, pero -al margen de su obra siempre viva- Me ocurre con frecuencia que percibo un algo de Aute en el transito por ciertos lugares de Madrid. Esto sucede invariablemente por Breton de los Heros, Argüelles, Puerta del Angel,y el barrio de fuente del Berro-odonnel, donde me parece que reside, y donde aún se conservan algunas casas de estilo colonial con soportales de madera y galerias acristaladas, que semejan las casas de Makati, Pasig, Cubao, y otros distritos de Manila. Sólo o en compañia de otros, puede apreciarse en ocasiones la luz en la ventana de David y ningún teléfono cerca. Son movidas Autianas como estampas madrileñas que parecen impregnarnos en cualquier momento. Sospecho que hay un Madrid de Aute. El pronuncia la ch (antes che, ahora c h)como sólo puede hacerlo alguien de por estas calles. O eso me parece a mi.

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