viernes, 13 de abril de 2012

Dimite por no sentirse “útil”.



Que yo sepa, es el único político del Congreso que dimitió de su puesto de diputado y a los privilegios que ello conlleva porque no se sentía útil en su cargo. Luis López Jiménez es maestro de escuela y licenciado en derecho. Nació en Albox (Almería), en 1947. Ingresó en el PSOE a los 29 años. Fue alcalde de Vélez Rubio (1987-1996), diputado al Parlamento Andaluz, delegado provincial de la Consejería de Asuntos Sociales y para la Igualdad y Bienestar Social. Y forma parte del Comité Provincial de Almería.


Luis López ha renunciado tres veces a cargos públicos (y dos de ellos llevaban aparejados un gran sueldo) debido a su compromiso ético y personal, el mismo que también le ha llevado a pelearse en numerosas ocasiones con su partido, el PSOE. Apenas cien días de ocupar sillón en la Carrera de San Jerónimo, ha renunciado también a su cargo de diputado en el Congreso por no poder soportar los remordimientos de conciencia por no sentirse útil. Tal y como enuncia él mismo, no hay ninguna razón más: “No le echo la culpa a nadie –se ha sincerado–. El único culpable soy yo y mi forma de ser”.


Luis López ha renunciado a los 60.000 euros brutos mensuales que percibía en el Congreso para ingresar una simple pensión de jubilación. El ex secretario provincial del PSOE, José Antonio Amate, dice de él que “Luis es así; piensa que está en política para hacer cosas y no acepta estar sentado e inactivo en la oposición”. El ex diputado reconoce que le “atormentaban” los elevados costes de sus viajes, dietas y hoteles a Madrid a cargo de los españoles, que ascendían a 1.823 euros al mes. Pero también el comportamiento de los miembros de la Cámara Baja, sin distinción de partidos. “En el último pleno en el que participé, estábamos cuatro gatos. Había una votación a las tres, y a las dos y media empezaron a llegar los diputados con bolsas de El Corte Inglés”.


Según cuenta “Crónica”, cuando era alcalde de Vélez Rubio, era su costumbre pagar la gasolina de su propio bolsillo en sus viajes hasta Almería para reclamar ayudas para el pueblo. Tras dejar la alcaldía, pasó a ser delegado de la Junta, a mediados de los noventa. Fundó una asociación de amigos de discapacitados intelectuales (su hija Betsabé está ingresada en un centro de educación especial) y preside la Fundación Almeriense de Personas con Discapacidad. Un periodista de “La Voz de Almería” cuenta que “medio Almería tiene su teléfono y lo llaman para que les solucione el problema de una abuela o un familiar drogadicto”. Varias asociaciones han querido premiarle, pero él siempre ha rechazado los obsequios. Y, cuando recibía uno “escribía una carta de agradecimiento al autor del regalo, explicándole, no obstante, que lo rechazaba y lo enviaba a las monjas o a Cáritas”.


En uno de sus artículos escritos para la prensa local, López lanza una carga de profundidad al asegurar que “hemos fallado en democracia, en honradez y en conciencia social”. Apuesta por “ser leales ante nuestra conciencia” y ha demostrado que es capaz de marcharse a casa y dejar paso a otros. Lástima que su ejemplo sea sólo una excepción. Que, de seguirle, otro gallo cantaría en el Congreso de las Cortes.

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