sábado, 9 de noviembre de 2013

La España de las tres erres: Rey, Rajoy y Rubalcaba.


 
El pasado domingo, Jesús Cacho escribía en Vozpópuli el siguiente reportaje que hoy compilamos por su interés. Decía así:

Tres hombres dominados por una misma pulsión de Poder, que mutuamente se apoyan y sostienen, porque se necesitan, y por eso se habla de esa “operación tijera” según la cual se trata de meter en vía muerta los grandes escándalos que a cada parte competen y acongojan: el caso Urdangarín; el escandalo Bárcenas & Gürtel, y el asunto del Faisán más los ERES andaluces. Había apostado fuerte y había perdido. Alfredo Pérez Rubalcaba, 62, se lo había jugado todo en el XXXV Congreso del PSOE en favor de la candidatura de José Bono a la secretaría general. Pero el 22 de julio de 2000 un sorprendente Rodríguez Zapatero se convirtió en Madrid en nuevo líder del partido por apenas 9 votos de margen, gracias al apoyo del PSC. Y don Alfredo se quedó colgado de la brocha, en tierra de nadie, después de haberlo sido casi todo en los Gobiernos de Felipe González. Otro hombre en su lugar se hubiera ido a casa. Rubalcaba (APR) se fue a hacer pasillo frente al despacho del nuevo líder, a quien asediaba todos los días a llamadas para que le recibiera en Ferraz. Quería sencillamente hacerse perdonar. Y un día de primeros de septiembre se encontró con un viejo amigo a quien abrió su corazón de par en par. Tan afectado le vio el colega que le invitó a cenar. Alfredo era un hombre destrozado por la conducta altanera de un Zapatero que no se le ponía al teléfono. Tenía que hacerle pagar su apoyo a Bono. Y llegó un momento en que, harto de oír lamentos, el amigo explotó tal que así:

- Pero, hombre, Alfredo, ¿y por qué no le mandas a freír espárragos de una vez? Tú ya lo has sido todo en política, no eres un don nadie, tienes tu carrera, chico, regresa a la universidad, vuelve a tus clases y mándale a tomar por saco; él se lo pierde…

- Ya, Fulano, eso está muy bien, pero no me jodas, ¿qué voy a hacer yo en la Complutense a estas alturas? ¿Montar una conspiración para hacerme con el Decanato…?

La anécdota, real como la vida misma, refleja la eterna pulsión por el poder de un hombre que, como tantos que abrevaron en esa efímera gloria, no sabe vivir sin la adrenalina de la política, no concibe su vida lejos del Poder. Rubalcaba podría haberse ido también a casa tras su derrota en las generales de noviembre de 2011 (el peor resultado obtenido por el PSOE en democracia). Lo que hizo fue presentar su candidatura a la secretaría general, cargo que logró derrotando a Carme Chacón el 4 de febrero de 2012. Siempre listo, tuvo la habilidad de presentarse como un hombre puente capaz de mantener unido al partido tras la derrota y de garantizar la transición desde el PSOE de ZP a un partido de nuevo cuño. Engañó a todos. O a casi todos. Hoy pocos dudan que don Alfredo está firmemente decidido a encabezar el cartel electoral del PSOE a las generales de 2015, abrazado al sueño imposible de la presidencia de un Gobierno pentapartito formado por una ensalada de siglas en la que sólo faltaría el PP.

También Mariano Rajoy estuvo a punto de irse a casa tras perder las elecciones de marzo de 2008. El ala dura del partido se lanzó a la yugular de un hombre sin carisma que había consumido 4 años en su despacho de la calle Génova tocando la lira. El fuego amigo se encargó de esparcir la tesis según la cual “había terminado el ciclo del aznarismo y del sucesor designado a dedo por Aznar”. El gallego impasible, sin embargo, convocó congreso en Valencia y se hizo reelegir presidente en junio del mismo año. El desastre Zapatero, engullido por el estallido de una burbuja que le explotó en plena cara sin enterarse, sirvió a Mariano la presidencia del Gobierno en bandeja de plata.

El partido que lo sostiene es hoy una olla a presión que solo la cómoda mayoría absoluta de que dispone evita que explote, entre otras cosas porque la tarea a la que se ha enfrentado este Ejecutivo rebasa con mucho las capacidades de un político a quien parece aburrirle el cargo, un hombre que, a diferencia de APR, no parece disfrutar con el ejercicio del Poder, un experto en procrastinar decisiones, una especie de perro del hortelano que ni hace ni deja hacer. España necesitaba un Churchill, o en todo caso una Thatcher, y se ha topado con un Heath. A los mil problemas de estos casi dos años de taimado ejercicio del poder (tímido e incompleto ajuste, con subida de impuestos directos como hito descollante), hay que añadir un envite de la importancia del desafío catalán, ante el que el presidente no sabe si sube, baja o reposa en pleno descansillo. Para completar el cuadro, Moncloa está a punto de enajenarse el afecto del ala más dura del partido, la que se aferra a la derrota final de ETA sin condiciones ni concesiones.

El resultado es un PP convertido otra vez en una jaula de grillos en la que se respira el mismo ambiente de división y conspiración existente en los prolegómenos del Congreso de Valencia y en las semanas que le siguieron. Con José María Aznar como gran poder fáctico conspirando en la sombra, el inevitable desgaste producido por la acción de Gobierno se ha visto reflejado en la intención de voto, algo que tiene de los nervios a mucho notable popular. Las espadas están en alto de cara a las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo de 2014, una prueba que se presenta como un test no sólo para el Gobierno, sino para el propio Rajoy dentro del frágil equilibrio de fuerzas existente en el partido. (…)

Todo se lo van a jugar, pues, ambos líderes en la ruleta rusa de los 12 meses que separan las europeas de las autonómicas y municipales. Curiosa, a la par que alarmante, la situación de debilidad de los capos de los dos grandes partidos, fuertemente contestados en el seno de ambas formaciones como reflejo, tal vez metáfora, de la propia debilidad de la nación española en esta hora de crisis múltiple. Para muchos resultó una revelación ver primero a Rajoy, después a Rubalcaba, desfilando hace escasas semanas por la clínica Quirón para acudir a rendir pleitesía a Su Majestad –lo volverán a hacer dentro de otras cuantas–, un hombre que en el final de su trayectoria encarna mejor que nadie el agotamiento de un sistema que no ha sabido, porque no ha querido, renovarse, decididos sus grandes beneficiarios –empezando por los amos del dinero– a exprimir a conciencia la teta de la vaca hasta el final. He ahí tres hombres encarnando la decadencia de un régimen, Rey, Rajoy y Rubalcaba, la España de las tres erres, tres políticos corroídos por las termitas de una incontenible pérdida, casi una hemorragia, de prestigio.

Tres hombres dominados por una misma pulsión de Poder, que mutuamente se apoyan y sostienen, porque se necesitan, y porque eso es así se habla de esa “operación tijera” según la cual se trata de meter en vía muerta los grandes escándalos que a cada parte competen y acongojan (…) Se trata de poner sordina y evitar que encalle el galeón “La Española” en los bajíos del social unrest. Los tres han encontrado en Cataluña su prueba de fuego, su Gólgota. Rubalcaba ha dejado en esa gatera las plumas que le quedaban, al oficializar la desaparición del PSOE en aquella Comunidad por culpa de un PSC ganado para la causa nacionalista; el presidente del Gobierno juega la carta de su famoso “manejo de los tiempos”, decidido a guardar silencio hasta que el conflicto se asome al abismo, en la confianza de que en ese punto el nacionalismo de derechas de CiU se espante y se separe de ERC, y el Rey, en fin, dicen que “muy preocupado”, ha convertido el desafío secesionista en su gran argumento contra la abdicación: “imposible dejar al Príncipe el manejo de un asunto de tanta responsabilidad y enjundia”. Rey, Rajoy, Rubalcaba, con estos bueyes hay que arar.

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