martes, 18 de noviembre de 2014

“Artur y Mariano, orgasmo simultáneo”.


Así titula David Torres su artículo publicado en Público.com, en el que escribe “Decía Woody Allen en no recuerdo qué película que el orgasmo simultáneo era un mito, que él sólo había conocido un matrimonio que hubiese disfrutado de uno: fue el día de su divorcio. Algo parecido ha ocurrido entre Mariano Rajoy y Artur Mas, quienes el pasado 9N, mediante una muy premeditada ceremonia de la confusión, lograron llevar al país (a uno de ellos, por lo menos) a su nivel máximo de frustración, encono, y empecinamiento”

“Las urnas –prosigue David Torres– eran de cartón, los votos también, lo cual da como resultado una encuesta de fogueo. Pero hay algo absolutamente real en este simulacro de sedición y es la gente que ha participado en él. Cientos de miles de catalanes que consideran finiquitada la relación histórica con el reino de España y que quieren iniciar un proyecto común. Da igual invocar la ley, el pasado y la historia: ése es un hecho y los hechos son tozudos, aparte de verídicos. Lo cómico es haber tenido que armar esta exaltación de la papelería sólo para subrayar una obviedad. Hay que ser muy español para detener un país, convocar manifestaciones, amagar con los tribunales, liarla parda, y luego quedarse exactamente en el mismo punto de partida.” (…) Para David Torres el orgasmo simultáneo en este coito fingido consiste en que ambos púgiles han obtenido a expensas de los contribuyentes una victoria pírrica, una derrota pública y un ridículo total. “Mariano ha logrado que por unos días se deje de hablar de la peste bubónica en que consiste su acción de gobierno sólo que a costa de agravar una fractura irreversible. En cuanto a Artur, ha conseguido llevar a la nación catalana al borde mismo del océano, lista para emprender la travesía, sólo que sin barcos, sin botes, sin remos y sin él”.

“Frente a los ingleses, que torearon con elegancia el miura de la independencia escocesa para devolver viva la vaca a los corrales británicos durante unas cuantas décadas más, Artur y Mariano han preferido ordeñar una corrida del bombero torero, que es un espectáculo cómico y lastimoso donde alguien puede hacerse mucha pupa y el público nunca sabe si reír o llorar. Ha sido todo un papelón, uno de esos pollos de restaurante donde una pareja escenifica sus agravios sólo para dar a los demás comensales una lección gratis de buenos modales y que además apunten el sitio donde no deben volver a comer. La política es, entre otras cosas, el arte de lavar los trapos sucios en casa, aunque el diálogo se complica mucho cuando la pareja no se pone de acuerdo no ya en de quién es la casa, sino de qué casa hablamos, cuáles son los trapos y dónde está la suciedad. Mariano y Artur podían habernos ahorrado el bochorno y dramatizado su desavenencia en la intimidad, pero entonces no hubieran disfrutado tanto y nosotros tampoco. El gran José Luis Alvite escribió que él se había casado dos veces, una por la iglesia y otra por lo civil; si lo hiciera una tercera, añadía, sería por lo penal. En ello estamos”.

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