sábado, 5 de marzo de 2016

Toallitas húmedas, nunca al váter.


El uso masivo de las toallitas húmedas –un gesto habitual de miles de consumidores en España– está generando innumerables problemas en el ciclo integral del agua de nuestras ciudades. Son biodegradables y pueden provocar grandísimos atascos en las cañerías, causando grandes molestias y provocando un problema mundial. En Nueva York, por ejemplo, se han gastado 16 millones de euros por su culpa.

Nuestras propias viviendas y comunidades de vecinos son el primer punto conflictivo cuando arrojamos las toallitas al inodoro. Las bajantes y las arquetas de los edificios sufren atascos y esto se traduce en intervenciones frecuentes. Para que nos hagamos una idea, en una gran ciudad, transcurre una hora de media desde que tiramos de la cadena hasta que los residuos llegan finalmente a la depuradora. Al contrario del papel higiénico, que se desintegra perfectamente, las toallitas permanecen prácticamente intactas. Apenas se degradan y, únicamente, van soltando en el agua las sustancias químicas de las que están impregnadas, generando problemas medioambientales. Deshacernos de ellas nos cuesta 1.000 millones al año. Lo que pagamos al comprarlas es lo de menos. En cuanto terminan en el váter, empiezan a costarnos entre 500 y 1.000 millones anuales en depuración de aguas. Una factura que pagamos entre todos. Aun así, la venta de toallitas húmedas crece exponencialmente.

Toallita a toallita, el gasto para tratarlas adecuadamente se multiplica y lo acabamos pagando entre todos. No son como el papel higiénico que se rompe y llega disgregado a las redes de saneamiento. Las toallitas húmedas llegan a las depuradoras prácticamente intactas. Además, en su recorrido se deshilachan, trenzándose entre sí y con otros residuos (bastoncillos, algodones...) hasta provocar grandes atascos. Sólo en algunas ciudades, como Valencia, donde cada año 3 toneladas de ellas son recogidas en la red de alcantarillado, cuenta con una ordenanza municipal pionera que prohíbe deshacerse de las mismas, con multas de hasta 3.000 euros para quien no cumpla.

La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) considera que los mensajes que fomentan el uso continuado de toallitas deberían prohibirse. Igualmente, las etiquetas que hablan de una biodegradabilidad que no ha sido demostrada. La OCU no está en contra de su existencia, siempre que se usen para lo que son: te sacan del apuro cuando no tienes ni agua ni jabón (una excursión, una emergencia con el niño...). Su existencia no es un problema. Lo grave es el consumo desaforado e injustificado, que genera atascos en la red de alcantarillado y está disparando el coste de tratar estos residuos. Hablamos de toneladas de toallitas que, según EurEau (asociación europea de empresas de abastecimiento y saneamiento), generan un gasto de entre 500 y 1.000 millones de euros al año en toda Europa. ¡Nunca al váter! 

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