sábado, 9 de junio de 2018

Pedro Sorela, la tormenta que siempre fue.



Pedro Sorela, escritor y periodista que nació en Bogotá y vivió en Madrid, colaboró con diversos medios de comunicación y publicó cuentos, novelas y teatro. Doctor en Periodismo y profesor titular de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, trabajó en la agencia Europa Press, durante ocho años, y en el periódico El País otros catorce, esencialmente como entrevistador y reportero de literatura en la sección de Cultura. “En la vida -le dijo su padre, desde un barco anclado en Barcelona- hay que aprender a irse”. Apenas entrado en la adolescencia, confesó aprender la lección con la fuerza de lo que se aprende muy pronto. “Me he marchado no pocas veces en mi vida, y casi siempre sin mirar atrás”, escribió en uno de sus textos de viaje y emprendió su último y definitivo viaje el pasado 18 de abril.

Montse Morata escribe, en “Fronterad, revista digital” sobre Pedro Sorela: “Por resumir todas las facetas que reunió (escritor, profesor, periodista, viajero, pensador, dibujante, jardinero de los hombres…) yo diría que Pedro Sorela fue un poeta, pero enseguida me corregiría para decirme que eso por sí solo no significa nada. Enseñaba a huir de las grandes palabras, de las ideas hechas, de las cáscaras vacías que pensaba que eran los lugares comunes, de los cajones, de las etiquetas. Pero insistimos en que fue un poeta y no sólo porque entendiese la escritura como sugerencia y ritmo, con esa economía del lenguaje y esa tensión hacia la exactitud de la imagen poética. Pedro Sorela era un poeta en el sentido primordial de su etimología, ‘el hacedor, el que crea’, un significado incluso anterior a la escritura. ‘3 14 16 Desierto, acercándose’, titulaba en uno de sus cuentos más sugerentes, dentro de Historia de las despedidas, en el que formula su ideal de escritura coincidiendo de nuevo con Saint-Exupéry, para el que ‘la perfección se alcanza no cuando no hay nada más que sumar sino cuando no hay nada más que restar’. Ambos escritores encontraron la representación de esta idea de escritura en el desierto, donde la tierra se desnuda, sencilla y profunda, para revelarnos lo esencial. Pedro Sorela decía que una una ‘es un punto intermedio entre la tierra y el agua, o quizá el aire’ y que ‘ciertamente está viva’, mientras que sobre el desierto pensaba que es ’la tierra que se toma más tiempo y espacio para anunciarse’, ‘y no por casualidad’, sino porque en ella nos espera una revelación que cambia el propio lugar en el mundo: el infinito…  Sostenía que lo más importante para el creador es preservar la mirada poética de los poderosos enemigos que la acechan e insistía en que es algo muy delicado que hay que afilar, sacándole punta a los ojos todos los días, como se hace con los lápices de dibujo. Como una obra dibujada por la sugerencia, la esencia misma del arte, señalaba que ‘el viaje es lo que sucede detrás de los ojos, no delante, y al igual que la literatura hace posible que de nuestro mundo hagamos una creación’.

Heredero de Stendhal y Saint-Exupéry, siempre desconoció cualquier sentimiento de pertenencia exclusiva a un país, a una patria, o a un nosotros, palabra de la que desconfiaba casi más que de ninguna otra.  El viaje fue para él un modo de estar en el mundo: “El viaje es lo que sucede detrás de los ojos, no delante, y al igual que la literatura hace posible que de nuestro mundo hagamos una creación”. “Pedro Sorela escribió hasta el final, como las semillas, cuando sabía que ya no alcanzaría a ver sus últimas páginas publicadas ni los libros inéditos que dejó. Decía que eso le daba una libertad que ciertamente nunca le faltó en esa Historia de las despedidas que siempre fue su escritura, y su biografía. Dibujaba la tormenta, de la que decía que es lo que cambia el paisaje. La tormenta que siempre fue Pedro Sorela”. Homenaje Pedro Sorela UCM

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