sábado, 1 de febrero de 2020

Un hombre yace muerto en medio de la calle: la imagen china de la crisis del coronavirus.





El cuerpo de un hombre muerto, frente a una tienda de muebles, permaneció varias horas tirado en una acera de Wuhan, la ciudad china epicentro de la epidemia de neumonía viral, antes de ser llevado por los servicios de emergencia. El hombre, de unos 60 años, llevaba en la cara una mascarilla de protección blanca e iba vestido de negro.Tenía los brazos extendidos a lo largo del cuerpo y, de momento, nadie le hizo caso. Sucedió a algunas decenas de metros del Hospital número 6 de Wuhan, uno de los principales centros médicos reservados al tratamiento de personas afectadas por el virus. La imagen, captada por Héctor Retamal, el fotoperiodista de la agencia AFP, provocó impacto en el mundo.

La cuarentena impuesta en Wuhan la semana pasada y la prohibición de circular en automóvil habían vaciado sus calles, lo que explicaba el relativo anonimato en el que esta persona falleció. El periodista vio el cuerpo inanimado el jueves por la mañana ante una tienda de muebles y lanzó la imagen al mundo. Lo que hizo que llegaran al lugar la policía y socorristas con trajes integrales de protección quienes, tras haber examinado el cadáver, colocaron una manta azul sobre el cuerpo del anónimo.

El hombre muerto y sin nombre, estaba tumbado sobre su espalda, en la posición decúbito supino, con sus brazos a lo largo. Y, aunque, de momento, no se estableció un vínculo categórico entre su muerte y el coronavirus –podría haber muerto por otra razón–, la cuarentena a la que está sometida la ciudad de Wuhan —las autoridades habían ordenado el aislamiento a más de 50 millones de personas en toda la provincia– explicaba la soledad en la que había muerto esta persona anónima.

Al fin, visiblemente nerviosos, los agentes de policía rodearon el cuerpo con cajas para ocultarlo a la vista del público, antes de que un equipo de científicos forenses examinara con más detenimiento el cuerpo. Y, una vez terminado el trabajo, agentes y sanitarios se quitaron sus trajes completos, tras rociar al muerto con desinfectantes. Y la vida siguió en China.

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