martes, 21 de julio de 2020

¿De qué se ríe ahora, majestad?



Albert Soler Montagut se lo preguntaba el domingo pasado. “Hace pocos días –escribía en Nuevatribuna.es–   en una tertulia radiofónica, me sorprendió escuchar la probabilidad de que Felipe VI pudiera retirarle el cargo de Emérito a su padre, expulsarlo del Palacio de la Zarzuela y hasta exiliarlo a ‘La Romana’, una zona residencial de lujo en la República Dominicana (un lugar donde se puede encontrar residencias de varias decenas millones de euros), siempre que progresara la investigación de la Fiscalía de Suiza sobre un presunto cobro de comisiones por parte de don Juan Carlos I. Ante estos acontecimientos, me ha venido a la memoria que durante el juicio a Iñaki Urdangarín por sus corruptas actividades en el Instituto Nóos, había quienes en voz baja valoraban la probabilidad de que su suegro (y puede que, hasta su cuñado, ahora rey de España) pudieran conocer sus actividades, una duda que sigue flotando en el ambiente de quienes no aceptan que la Jefatura del Estado sea un cargo hereditario y no electo a través de las urnas. Sin embargo, son muchos también quienes pondrían la mano en el fuego por la honradez de Felipe VI, contemplándolo como un caso aparte en la turbia historia con la que la canallesca arremete sin piedad contra su familia. Es curioso la rapidez con que muchos fervientes monárquicos que hasta hace media hora eran juancarlistas de toda la vida(algunos a pesar de su vocación republicana), reniegan de pronto del viejo patrón del Bribón y se sienten felipistas furibundos al  considerar al hijo del viejo monarca como un ejemplo a seguir, un dechado de integridad y un auténtico demócrata que antes de verse salpicado por el escándalo que afecta a su familia, ha preferido renunciar a la herencia de don Juan Carlos que personalmente le pudiera corresponder. Con permiso de los lectores voy a parar de escribir, porque me siento más escéptico que cuando he comenzado este artículo. Pero antes quisiera dejar constancia que se si me dieran a elegir, pediría con carácter perentorio el referéndum monarquía/república que tantos reclaman. Aunque fuera sólo consultivo. Problema no veo ninguno en esta llamada a urnas sino más bien ventajas. Pues si realmente la mayoría de los españoles resultara ser partidaria de la monarquía parlamentaria que nos impuso el franquismo, un sí reforzaría la imagen de Felipe VI y la credibilidad en lo que de refilón (y con ganas de huir del franquismo más que de tener de nuevo un rey) se votó en la Constitución del 6 de diciembre de 1978”.

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