viernes, 17 de julio de 2020

“Nadie vende a un ser querido como mi burra Baldomera”.


Hace unas semanas, contábamos cómo Ismael Fernández, el dueño de la burra Baldomera, volvió, tras un confinamiento, a encontrarse con ella y cómo la burra le reconoció, emitiendo sus rebuznos. Tras más de 200 entrevistas que le hicieran periodistas nacionales y extranjeros, Ismael confiesa que su objetivo es ser el profesor de Literatura que lleva dentro, a lo que piensa dedicarse en breve, a través de las redes. Por el aniversario de la edición de la obra clave de Juan Ramón Jiménez, piensa asociar en redes sociales al animal bajo el nombre de “Baldomera y yo” asociado al “Platero y yo” del gran escritor de Moguer. 

Y, en una entrevista, en ElPlural.es, con Juan Luis Valenzuela, Ismael confiesa: “Estamos necesitados de noticias positivas y de sentimientos puros, y no solo por la pandemia sino en general. En las grandes ciudades nos estamos deshumanizando, pero a eso también hay que añadirle el momento del vídeo. El 18 de mayo fue el día en el que finalizó el confinamiento en Málaga. Yo subí ese vídeo a mis contactos de Málaga y de ahí saltó a nivel nacional y luego a internacional. Creo que es la primera vez que un vídeo se aúpa de esa manera porque era una situación, la de la pandemia, que afectaba a todo el mundo. Si unimos que ese sentimiento de amor entre los dos es un lenguaje que no entiende de idiomas en el contexto de una situación internacional que estábamos sufriendo, está clara la explicación”.

Ismael comenta que a muchos medios que le entrevistaron les chocó que una persona formada y periodista le gustase vivir en el campo, tener animales, leer, etcétera. Hasta tal punto que un medio le calificó como “granjero” sin entender que le gusta ir a un concierto, leer mucho, aplicar las nuevas tecnologías o asistir a una exposición al mismo tiempo que cuidar animales o hacer tareas agrícolas.


“Un medio publicó que yo había firmado un contrato millonario con una agencia de publicidad. En realidad, no fue un contrato, sino un acuerdo. Ni  una agencia de publicidad sino de distribución de contenidos y tampoco es millonario (por ahora no he recibido ni un euro). Lo desmentí, pero no sirvió. En todo caso, si un día una agencia se interesase no entraría Baldomera. Jamás lo permitiría. Por un lado, está el animal, y, por otro, yo. Baldomera siempre va a estar ahí y va a tener este lugar que ha tenido hasta ahora. Es más, todos los días me preguntan si se puede venir a ver a la burra y siempre contesto igual: “Mi casa —y la de Baldomera— jamás se convertirá en un zoológico. Baldomera no se vende, no se toca y, en cualquier caso, las ofertas que vengan —que ya me están llegando— serán siempre sobre el material, es decir sobre el vídeo o sobre productos derivados. Baldomera jamás cambiará la vida que tiene ahora, forma parte de mi familia y nadie vende a un familiar”.
 

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