sábado, 29 de mayo de 2021

El secuestro de un avión en Bielorrusia pone a prueba a la comunidad internacional.

 

El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko.

Hace más de un año, en Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko ganó las elecciones presidenciales por un amplio margen, cerca del 80% de los votos, ocho veces los de su competidora Sviatlana Tsikhanouskaya. Pero, ni la oposición ni la comunidad internacional reconocieron esos resultados y pidieron que se realizaran nuevas elecciones. Dentro del continente Lukashenko es como “el último dictador de Europa”, y, sólo Rusia, Turquia, Moldavia, Armenia y Azerbaiyán , lo tienen como líder legítimo que ha desatado una campaña brutal en contra de sus oponentes. Más de 35.000 personas han sido arrestadas, miles han sufrido abusos o torturas y actualmente hay 400 presos políticos.

En este escenario se desarrollaron los acontecimientos del domingo pasado. Según los medios estatales, un avión de Ryanair sobrevoló Bielorrusia en su ruta de Grecia a Lituania, lo que se interpretó como un secuestro. Lukashenko autorizó personalmente el aterrizaje forzoso en Minsk. Se aseguró que el piloto siguió sus órdenes, tras ser informado de una falsa amenaza de bomba. Los agentes buscaron los explosivos y, tras no encontrar nada sospechoso, procedieron a detener a Roman Protasevich. El blanco de Lukashenko era ese pasajero de 26 años y bloguero de la oposición, quien codirigía Nexta, un canal de Telegram que ofrece información sobre el régimen bielorruso y coordina manifestaciones en su contra. ue arrestado cuando su avión aterrizó en Minsk, junto a Sofía Sapega, su novia rusa, que estaba con él. El impactante incidente despertó el repudio alrededor del mundo.

Moscú defendió la operación del gobierno bielorruso. Rusia es el gran apoyo de Lukashenko quien incluso habla de Moscú como “del hermano mayor”. Y la ONU acusó a Bielorrusia de obligar al periodista Román Protasevich, detenido por el Gobierno de Alexandr Lukashenko, a realizar una confesión forzada ante las cámaras. “La información obtenida bajo coacción no puede ser usada contra el señor Protasevich en ningún proceso legal. Esas confesiones están prohibidas por la Convención contra la Tortura”,  enfatizó Rupert Colville, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Colville asegura que teme por la seguridad del reportero, al notársele heridas en su rostro. “Lo más probable es que esa aparición, en la que supuestamente confesó crímenes que había cometido, haya sido forzada”, añadió el portavoz de la oficina dirigida por la alta comisionada, Michelle Bachelet. La ONU teme que lo sucedido sea la señal de un aumento de la represión de las voces disidentes, no solo dentro del país, sino en el extranjero.

Unas pocas horas antes de que su avión fuera forzado a aterrizar, Protasevich informó que estaba siendo vigilado en el aeropuerto de Atenas. Un hombre que hablaba ruso, vestido con una camiseta y pantalones de tela lo siguió de cerca durante el embarque e intentó tomar fotos de su tarjeta de identificación, dijo. Ya en Minsk, cuatro pasajeros se escaparon del avión y desaparecieron. Al menos dos tendrían pasaportes rusos. La agencia FSB ha ayudado recientemente a arrestar en Moscú a un activista de la oposición acusado de tramar un “golpe” contra Lukashenko, y los medios estatales rusos elogiaron al presidente de Bielorrusia por su “bello” gesto. Creen algunos que el incidente distanciará todavía más a Bielorrusia de Europa para acercarla al Kremlin.

En los últimos meses, las protestas masivas en contra de Lukashenko han disminuido. Según Andrei Sannikov, antiguo candidato presidencial bielorruso arrestado en 2010, el régimen no solo lleva adelante la peor represión doméstica desde la independencia de la Unión Soviética –“apaleando a los propios ciudadanos”, en sus palabras–. Es también una amenaza grave para otros países, dice. Sin embargo, el régimen está más debilitado de lo que parece. Se dice entre bastidores que hay deserciones y suicidios. “Lukashenko ya no puede controlar ni al Estado, ni la economía, ni el gobierno. Solo se reúne con los uniformados”, añaden diferentes fuentes. “Puede que haya menos protestas, pero el odio en contra de Lukashenko está creciendo. Y llevará a una explosión”.

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