sábado, 29 de enero de 2022

Mayores, pero no idiotas, en un banco.

 

Carlos San Juan, un médico valenciano jubilado de 78 años, puso en marcha ese lema para reclamar a los bancos “un trato más humano en las sucursales bancarias”. En la campaña “Soy mayor, no idiota”, lanzada a través de change.org, logró reunir 100.000 firmas en cuatro días y en tan solo una semana se acercó a las 200.000. El hombre explicó que “no paran de cerrar oficinas, algunos cajeros son complicados de usar, otros se averían y nadie resuelve tus dudas… Y en los pocos sitios donde queda atención presencial, los horarios son muy limitados, hay que pedir cita previa por teléfono, pero si llamas, nadie lo coge y te acaban redirigiendo a una aplicación que, de nuevo, no sabemos manejar, o mandándote a una sucursal lejana a la que quizás no tengas cómo llegar”.

San Juan recuerda cómo “antes entrabas en la caja y hacías un pago o cualquier otra gestión, pero cada vez más para trámites sencillos te exigen usar tecnologías complejas que muchos no sabemos utilizar”. Además, lamenta que “muchas personas mayores están solas y no tienen a nadie que les ayude”, mientras que muchas otras como él quieren seguir siendo “lo más independiente posible” también a su edad. E insiste en la necesidad de que “los bancos atiendan a las personas mayores sin trabas tecnológicas y con más paciencia y humanidad, y que mantengan oficinas abiertas donde pueda atenderte una persona; que no todo sea por internet”.

En el programa el hombre explica lo que le ha llevado a poner en marcha esta recogida de firmas. “Y fue que me han llegado al corazón las escenas auténticamente dramáticas que he presenciado… Yo he visto a una persona que ha llegado en una situación que no quiero detallar, pero realmente se trataba de una verdadera urgencia y que, al llegar al bando a las 11 y 1 minuto, le han dicho: ‘No, mire… Es que son las 11 y 1 minuto’. ‘Sí, bueno, usted lo ha dicho, y 1 minuto’, y entonces, con la presión de los que estábamos allí esa señora pudo resolver el tema”. “Yo he visto irse llorando a una persona muy mayor y, además, con problemas de deambulación”, añadió.

Otro caso es el que se cuenta es el de una anciana que sí pudo hablar con el cajero del banco para hacer un retiro en efectivo.  Le entregó su D.N.I y le dijo: “Quisiera retirar 50 euros”. El cajero le respondió: “Para reintegros de menos de 1000 euros, use el automático”. La anciana preguntó: “¿Por qué?” El cajero le contestó, sin mayor explicación, mientras le devolvía el D.N.I. : “Esas son las instrucciones. Por favor, hay gente detrás suyo esperando, ¡vaya al cajero automático!”. La anciana permaneció unos segundos en silencio, luego, devolvió el D.N.I al empleado y le dijo: “Por favor, ayúdeme a retirar todo el dinero de mi cuenta…”. El cajero se asombró cuando revisó el saldo de la cuenta de la anciana y le dijo: “Tiene 1.000.000 de euros en su cuenta y el banco no puede entregar esa cantidad en este momento. ¿Puede volver mañana?”. Sin inmutarse, la anciana le preguntó cuánto podía retirar en el acto. El cajero le respondió: “Cualquier cantidad hasta 20.000 euros”.  La anciana le pidió entonces: “Bueno, por favor, entrégueme 20.000 euros” 

El cajero regresó enojado, sacó una pila de fajos de 20, 50 y de 100 y pasó los siguientes diez minutos contando esos billetes hasta llegar a los 20.000 solicitados. Se los entregó a la anciana y le dijo: “¿Hay algo más que pueda hacer por usted?”. En silencio, la anciana guardó 50 euros en su cartera y le dijo: “Sí, quiero depositar estos 19.950 en mi cuenta”.

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