“Paul no quería morir,
pero creo que esa sensación de plenitud le ayudó a hcerlo. Bueno, rechazó los
cuidados paliativos para su cáncer. Escogió la biblioteca de nuestra casa como
la habitación en la que quería morir. Sophie, Spencer, nuestro nieto de por entonces
cuatro meses, Miles, mis tres hermanas, nuestra asistenta durante muchos años,
Andria, la enfermera del hospital, y yo estuvimos junto a él. Durante las
semanas y los días previos a su muerte, recibió a los amigos que vinieron a
despedirse. Lo eligió, les contó historias. Se aseguró de que cada persona
entendiese lo mucho que su amistad había significado para él. Su calma, su
claridad, su valor ante la muerte me pasmó entonces y lo sigue haciendo. Y no,
esto no es sentimentalismo. No soy una persona sentimental.
“Creo que el
sentimentalismo, tal y como se usa hoy día esa palabra, le resta valor a la
vida y a la muerte. Camufla en debilidades falsas las verdades que más miedo
nos dan. Mucho antes de saber que iba a morir, a Paul le gustaba citar una frase
de los cuadernos de notas de Joseph Joubert (había traducido a Joubert al
inglés por muy poco dinero). Cita: uno debería morir querido por la gente (si
se puede). Fin de la cita. Paul pudo morir querido por la gente, y lo hizo. Fue
su último regalo a los que le sobrevivimos. En sus últimos meses de vida,
empezó a escribir lo que esperaba que pudiese ser un pequeño librito para la
personita que está ahí en la esquina: cartas a Miles. Estoy metiendo las 35
páginas que pudo terminar en unas memorias que estoy escribiendo, Ghost
Stories. Es algo que le habría alegrado.
“Soy incapaz de contar
cuantos periodistas me han preguntado a lo largo de los años, ‘¿cómo es estar
casada con Paul Auster?’ No era una pregunta seria. Su funciona habitual solía
ser asegurar que la mujer escritora supiese cuál era su lugar. Y los que la
hacían también esperaban detectar señales de envidia, de competición, o de un
inminente divorcio por mi parte. Paul y yo les defraudamos, pero tengo que
responder a esa pregunta. Es algo que me vino en la última hora de vida de
Paul. Él ya no podía hablar, pero aún podía oírme. Y lo que me parecía más
importante justo antes de que él muriese fue la diversión. ‘Oh, dios mío’, le
dije, ‘lo hemos pasado bien, ¿verdad?’. Nos divertíamos tanto juntos.
“¿Que cómo era estar casada con Paul Auster? Era
divertido”.
- Siri Hustvedt
‘Homenaje a Paul Auster’
Círculo Bellas Artes de Madrid, 22 de octubre 2024
Texto completo en el blog de Enrique Vila-Matas, ‘El
ayudante de Vilnius’.
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