Muy pronto, en aquel mayo del 68, los trabajadores franceses se unieron a la huelga, en apoyo a los estudiantes. Y los huelguistas se extendieron por toda la Nación. El 17 de mayo ya eran trescientos mil y el 21, ocho millones. En unas semanas, los huelguistas llegaron a contabilizar unos diez millones entre los que se incluía a las 300 chicas del Folies Bergères. Algo muy grave estaba ocurriendo en una Francia paralizada, sin aviones, sin trenes ni gasolina. Las mismas “poubelles” de la basura, como consecuencia de la huelga que afectaba a los basureros, se amontonaban en las calles, alcanzando algunas de ellas pilas de diez metros de basura nauseabunda.
El 24 comenzaron las negociaciones Gobierno-Sindicatos. A finales de mes, Francia era un caos. De Gaulle desaparecía del territorio francés. El 30, un millón de franceses se echaba a la calle para demostrar el apoyo al General De Gaulle quien, volviendo de Rumania, aseguraba: “El recreo se ha terminado. Reformas, sí; la canalla, no”. Y disolvía la Asamblea, terminando con el mayo francés. Pero su continuidad como presidente galo no duró mucho tiempo. Al año siguiente, abandonaba el Elíseo. En su retiro campestre, se dedicó a trabajar en sus memorias y, en noviembre de 1970, moría, a los 79 años.
La llamada Revolución de Mayo del 68 se propagó a 37 países, habiéndose escrito más de 200 libros sobre el tema. Mitterand, que calificaba de vagos a los estudiantes y aquellos tiempos de “revolución de los zánganos”, se ofreció, con Pierre Mendes France, a encabezar un Gobierno que sacara a Francia del atolladero. Eran momentos en los que el “gauchismo” y el comunismo estaban en boga, siendo ambos muy violentamente criticados por los estudiantes. Desde entonces, los gaullistas pasaron a mejor vida, los comunistas retrocedieron, en franca retirada, y la derecha no conseguiría formar un monopolio con Chirac que no superó, en la primera vuelta, el veinte por ciento de los votos.
El susto de aquella revolución acabó matando al Partido Comunista y los izquierdistas de ayer terminaron siendo domesticados. “Estos –se atrevió a sostener Charles Pasqua, Ministro del Interior francés– están ahora perfectamente integrados, hasta el punto de que ocupan puestos claves en algunos sectores, principalmente en la comunicación de prensa”. Regis Debray, un ex combatiente del Mayo de 68, recuerda: “Hemos liquidado la influencia del comunismo totalitario en la juventud. Y el entorno intelectual del PC ha sido disecado”. Debray se convirtió, a su vuelta de Sudamérica, en donde pasó varios años encarcelado, en el consejero de Mitterand y en miembro del Consejo de Estado. “Para mí –escribe en su libro “Las máscaras”– nunca ha funcionado el mito de la revolución en Francia. Aquí yo he sido siempre reformista. Nunca anticomunista, como muchos izquierdistas de antaño. Ni he creído que la revolución estuviera, en París, en la punta del fusil”.
Más de siete lustros más tarde, se presentaba una subasta pública abierta en París con carteles, botes de humo y hasta adoquines del levantamiento estudiantil francés. La promotora de esta curiosa venta estuvo dirigida por Florence Camard, una mujer experta en “afiches”, profesora del Instituto en Versalles. Camard logró reunir unos de 200 carteles y documentos que salieron a la subasta por un precio base de 600 a 10.000 pesetas los más baratos, y de 12.000 a 20.000 pesetas el resto. Junto a los carteles, se expusieron objetos como litografías, libros, banderolas, diarios, una granada, un casco de CRS auténtico, y hasta un adoquín de los utilizados. Todo ello, hasta la misma revolución, convertido hoy en historia y en arte.
Hoy, los héroes de Mayo del 68 han ido cayendo en el olvido y aquellas manifestaciones estudiantiles que removieran las bases socio-políticas del poder galo, pasaron a mejor vida. Las comunas dieron paso pasó a la monogamia y al nuevo orden en el que el miedo al Sida hizo estragos. Bajo aquellos adoquines del barrio Latino, colocados ordenadamente en su sitio, no ha vuelto a crecer la hierba, aunque, últimamente, las protestas se han repetido en las afueras (les banlieux), por parte por otros manifestantes. inmigrantes marginados y sin trabajo que cambiaron los adoquines por el incendio masivo de coches y protagonizan la rebelión de los suburbios. Nicolás Sarkozy, candidato de la derecha para ocupar la presidencia de la República, se presenta el próximo domingo y ha prometido doblegarlos y enterrar el Mayo del 68, origen, para él, de todos los males.
El 24 comenzaron las negociaciones Gobierno-Sindicatos. A finales de mes, Francia era un caos. De Gaulle desaparecía del territorio francés. El 30, un millón de franceses se echaba a la calle para demostrar el apoyo al General De Gaulle quien, volviendo de Rumania, aseguraba: “El recreo se ha terminado. Reformas, sí; la canalla, no”. Y disolvía la Asamblea, terminando con el mayo francés. Pero su continuidad como presidente galo no duró mucho tiempo. Al año siguiente, abandonaba el Elíseo. En su retiro campestre, se dedicó a trabajar en sus memorias y, en noviembre de 1970, moría, a los 79 años.
La llamada Revolución de Mayo del 68 se propagó a 37 países, habiéndose escrito más de 200 libros sobre el tema. Mitterand, que calificaba de vagos a los estudiantes y aquellos tiempos de “revolución de los zánganos”, se ofreció, con Pierre Mendes France, a encabezar un Gobierno que sacara a Francia del atolladero. Eran momentos en los que el “gauchismo” y el comunismo estaban en boga, siendo ambos muy violentamente criticados por los estudiantes. Desde entonces, los gaullistas pasaron a mejor vida, los comunistas retrocedieron, en franca retirada, y la derecha no conseguiría formar un monopolio con Chirac que no superó, en la primera vuelta, el veinte por ciento de los votos.
El susto de aquella revolución acabó matando al Partido Comunista y los izquierdistas de ayer terminaron siendo domesticados. “Estos –se atrevió a sostener Charles Pasqua, Ministro del Interior francés– están ahora perfectamente integrados, hasta el punto de que ocupan puestos claves en algunos sectores, principalmente en la comunicación de prensa”. Regis Debray, un ex combatiente del Mayo de 68, recuerda: “Hemos liquidado la influencia del comunismo totalitario en la juventud. Y el entorno intelectual del PC ha sido disecado”. Debray se convirtió, a su vuelta de Sudamérica, en donde pasó varios años encarcelado, en el consejero de Mitterand y en miembro del Consejo de Estado. “Para mí –escribe en su libro “Las máscaras”– nunca ha funcionado el mito de la revolución en Francia. Aquí yo he sido siempre reformista. Nunca anticomunista, como muchos izquierdistas de antaño. Ni he creído que la revolución estuviera, en París, en la punta del fusil”.
Más de siete lustros más tarde, se presentaba una subasta pública abierta en París con carteles, botes de humo y hasta adoquines del levantamiento estudiantil francés. La promotora de esta curiosa venta estuvo dirigida por Florence Camard, una mujer experta en “afiches”, profesora del Instituto en Versalles. Camard logró reunir unos de 200 carteles y documentos que salieron a la subasta por un precio base de 600 a 10.000 pesetas los más baratos, y de 12.000 a 20.000 pesetas el resto. Junto a los carteles, se expusieron objetos como litografías, libros, banderolas, diarios, una granada, un casco de CRS auténtico, y hasta un adoquín de los utilizados. Todo ello, hasta la misma revolución, convertido hoy en historia y en arte.
Hoy, los héroes de Mayo del 68 han ido cayendo en el olvido y aquellas manifestaciones estudiantiles que removieran las bases socio-políticas del poder galo, pasaron a mejor vida. Las comunas dieron paso pasó a la monogamia y al nuevo orden en el que el miedo al Sida hizo estragos. Bajo aquellos adoquines del barrio Latino, colocados ordenadamente en su sitio, no ha vuelto a crecer la hierba, aunque, últimamente, las protestas se han repetido en las afueras (les banlieux), por parte por otros manifestantes. inmigrantes marginados y sin trabajo que cambiaron los adoquines por el incendio masivo de coches y protagonizan la rebelión de los suburbios. Nicolás Sarkozy, candidato de la derecha para ocupar la presidencia de la República, se presenta el próximo domingo y ha prometido doblegarlos y enterrar el Mayo del 68, origen, para él, de todos los males.
En los estertores de este siglo pasado, se llegó a escribir en la prensa española, perfectamente controlada y sumisa al Poder: “Esos muchachos rabiosos de Mayo del 68, ahora constantemente instalados en sus despachos, se lo montan para que no les falte nada, y algunos de ellos se disponen a ser abuelos y personas bien pensantes”. Pero, yo sigo convencido de que, en el umbral del nuevo siglo, el recuerdo y la imagen de aquel mes aún no se ha apagado del todo, por más que Sarkozy pretenda hace borrón y cuenta nueva..
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