Procesión del Cautivo (Málaga)
Banderas, bajo el Cristo de la Exaltación
Otros personajes comprometidos con las procesiones de la Semana Santa son, curiosamente, los mismos que aparecen en las revistas del corazón: la Duquesa de Alba, elegida como madrina del centenario de la cofradía de la Virgen de Monte Sión; María del Monte, tonadillera y presentadora de televisión, quien, en alguna ocasión, ha sido la encargada de dar la salida a la citada talla con el primer golpe de martillo; Francisco Rivera Ordóñez, quien no acepta nunca un contrato taurino para el Sábado Santo, porque el día anterior desfila por la noche con la cofradía de la Esperanza de Triana, como hicieran en su momento su padre y su abuelo; Kiko Rivera Pantoja, costalero de la Virgen de la Sed; Cayetano Martínez de Irujo, del Cristo de los Gitanos; la baronesa Thyssen, Pasión Vega ...
La procesión malagueña de El Cautivo embauca a una multitud de 20.000 personas que sienten, emocionadas, algo difícil de contar. Algunos apuntan la curiosidad de que esta cofradía y talla, creada por los gerifaltes fascistas, acabe siendo el símbolo del barrio de los presos. “El barrio que sufrió más represión en la posguerra... el de la Trinidad, nacido siglos antes, alrededor de un convento de trinitarios, cuya función era rescatar cautivos del infiel”. Son palabras de un anónimo en el diario “Público”. Otro, llamado Diego, confiesa: “Siempre he respetado y incluso participado en alguna procesión de Semana Santa. Siempre me ha emocionado el paso de las imágenes, el esfuerzo al bailarlas y todo lo mágico que las rodea. Lo único que sobra es toda esa panda de gerifaltes antidemocráticos que, aprovechándose de las creencias populares, utilizan la fe de las personas para hacer política ultraderechista”.
A veces la vida te lleva a situaciones extrañas y contradictorias que chocan con tu manera de pensar. Me sucede a menudo cuando llega la llamada Semana Santa. Sin habérmelo imaginado, ni, mucho menos, propuesto, me encuentro, de pronto, sumergido en medio de una vorágine popular, interpretando a paso, entre compañeros de una banda, marchas procesionales. Y me pregunto qué diantres estoy haciendo ahí, si nada de lo que me rodea comulga con mis ideas. Pero sigo desfilando como un macaco, pese a que mis instintos luchan por romper la fila y mi corazón, más de acorde con la Internacional, se rebela contra toda orden y cortejo eclesiástico. Así que me limito a observar y a anotar mentalmente lo que veo, interpretando unas piezas que a los organizadores del evento les vienen de maravilla y a mí, de simple ejercicio acústico.
Observo, en efecto, cómo en este país en el que me ha tocado vivir, la Iglesia no sólo defiende con uñas y dientes sus privilegios y procesiones sino que es capaz de convertirlas en atrayentes y de interés turístico. No pocas autoridades y famosos, participan voluntariamente en ellas, desfilando pomposamente, ataviados con túnicas y caperuzas apropiadas, portando sobre sus hombros el peso de alguna imagen, y haciendo el juego a esta misma Iglesia que impone su autoridad en plena calle. De reojo, observo también a Antonio Banderas, quien acude como cada año a Málaga, su tierra natal, para portar el paso del Cristo de la Exaltación. “Siento la pérdida de mi padre –dice el actor–, pero estoy con mi gente donde quiero estar, sintiendo mi tierra y dándome una sobredosis de identidad. Porque un hombre sin raíces no es nada”. Para él, la Semana Santa es “la fiesta de identidad más fuerte que tiene Andalucía". Banderas participó como mayordomo de trono en la procesión de la Virgen de Lágrimas y Favores. Su esposa, la actriz estadounidense, Melanie Griffith, es seguidora de Nuestro Padre Jesús Cautivo y su hija, Estela del Carmen, se estrenó el pasado año como nazarena de esa cofradía.
Observo, en efecto, cómo en este país en el que me ha tocado vivir, la Iglesia no sólo defiende con uñas y dientes sus privilegios y procesiones sino que es capaz de convertirlas en atrayentes y de interés turístico. No pocas autoridades y famosos, participan voluntariamente en ellas, desfilando pomposamente, ataviados con túnicas y caperuzas apropiadas, portando sobre sus hombros el peso de alguna imagen, y haciendo el juego a esta misma Iglesia que impone su autoridad en plena calle. De reojo, observo también a Antonio Banderas, quien acude como cada año a Málaga, su tierra natal, para portar el paso del Cristo de la Exaltación. “Siento la pérdida de mi padre –dice el actor–, pero estoy con mi gente donde quiero estar, sintiendo mi tierra y dándome una sobredosis de identidad. Porque un hombre sin raíces no es nada”. Para él, la Semana Santa es “la fiesta de identidad más fuerte que tiene Andalucía". Banderas participó como mayordomo de trono en la procesión de la Virgen de Lágrimas y Favores. Su esposa, la actriz estadounidense, Melanie Griffith, es seguidora de Nuestro Padre Jesús Cautivo y su hija, Estela del Carmen, se estrenó el pasado año como nazarena de esa cofradía.
Otros personajes comprometidos con las procesiones de la Semana Santa son, curiosamente, los mismos que aparecen en las revistas del corazón: la Duquesa de Alba, elegida como madrina del centenario de la cofradía de la Virgen de Monte Sión; María del Monte, tonadillera y presentadora de televisión, quien, en alguna ocasión, ha sido la encargada de dar la salida a la citada talla con el primer golpe de martillo; Francisco Rivera Ordóñez, quien no acepta nunca un contrato taurino para el Sábado Santo, porque el día anterior desfila por la noche con la cofradía de la Esperanza de Triana, como hicieran en su momento su padre y su abuelo; Kiko Rivera Pantoja, costalero de la Virgen de la Sed; Cayetano Martínez de Irujo, del Cristo de los Gitanos; la baronesa Thyssen, Pasión Vega ...
La procesión malagueña de El Cautivo embauca a una multitud de 20.000 personas que sienten, emocionadas, algo difícil de contar. Algunos apuntan la curiosidad de que esta cofradía y talla, creada por los gerifaltes fascistas, acabe siendo el símbolo del barrio de los presos. “El barrio que sufrió más represión en la posguerra... el de la Trinidad, nacido siglos antes, alrededor de un convento de trinitarios, cuya función era rescatar cautivos del infiel”. Son palabras de un anónimo en el diario “Público”. Otro, llamado Diego, confiesa: “Siempre he respetado y incluso participado en alguna procesión de Semana Santa. Siempre me ha emocionado el paso de las imágenes, el esfuerzo al bailarlas y todo lo mágico que las rodea. Lo único que sobra es toda esa panda de gerifaltes antidemocráticos que, aprovechándose de las creencias populares, utilizan la fe de las personas para hacer política ultraderechista”.
Mañana, continuación: (II) Cuando Alberti llamó “camarada” a la Macarena.
Las procesiones de los católicos, (especialmente las de la denominada semana santa) representan o suponen el más aceptado exhibicionismo que pueden practicar muchos individuos de mostrarse, ver, y ser vistos por los demás. Oculto por la mascarada y justificado por el subterfugio de la fe. Hace unos cinco años se realizó una encuesta entre los costaleros de las diversas cofradias de Sevilla, que puso de manifiesto que el 55% de ellos se consideraba ateo. La siguiente pregunta resultaba evidente: "¿y... entonces por que haces esto..? Respuesta generalizada: "Por el cahshondeo." Como músico de banda trato de abstraerme y centrarme en el aspecto meramente musical, incluso también en el ejercicio fisico de caminar durante un buen rato, pero reconozco que me fastidia tener que hacerlo con el balanceo propio de Manuel Fraga. Me congratula especialmente una determinada banda para la que presto mis servicios, que tiene por costumbre remunerar económicamente a sus músicos. Este aspecto -aunque no suponga una cantidad importante,- permite establecer una correspondencia de dignidad (de músico) entre la labor que realizo, y lo que por ello percibo a cambio, al margen de creencias. Por ello me resulta menos incómodo pertenecer a esa banda que a otras, y participo en la liturgia taurina así como en la eclesial. Yo sólo toco el clarinete.
ResponderEliminarchiflos.
Apreciado Chifflos:
ResponderEliminarVeo que compartimos el mismo punto de vista con relación a la música puesta al servicio de quien nos la pide. Sólo una pequeña apreciación que es, para mí, determinante. Me refiero a la liturgia taurina. Al contrario de la eclesial, ni participo en ella, ni pienso condescender nunca. Porque ahí sí entra de lleno un factor importante: la violencia gratuita en la que, de alguna manera creo participar por el mero hecho de aceptarla impasiblemente y animarla con la música.