Lo ocurrido el otro día con Alberto Contador y sus seguidores no es, en realidad, algo nuevo. Dos años después de su primer triunfo en el Tour de Francia, nuestro hombre volvía al podio de los Campos Elíseos para recoger la copa de vencedor. Se había quitado la gorra y las gafas y se disponía a escuchar por los altavoces el himno español cuando, de ellos salieron los primeros acordes, alto y solemnemente. Algo que no le acababa de sonar. Porque no era “La marcha real española” lo que Contador y los suyos escucharon, sino otro himno. Unos comentaristas televisivos así lo contaban mientras escuchaban aquel himno: “No… El himno… desde luego que… que no es…Al menos… Contador también está ahí…. Como todos, fuera de juego… No, este no es, desde luego… Pues no sé…. Este no es, desde luego…Ya lo justificarán como puedan esto… alguna cabeza caerá…”
En efecto, la organización se había confundido y, en lugar del himno español, había hecho sonado el danés. Fueron unos segundos en los que la cara de los homenajeados ciclistas dijeron más que cualquier himno. Contador cambió de pronto de expresión facial, aunque, lejos de poner malos gestos, optó por esbozar una leve sonrisa de incredulidad. El estadounidense, Lance Armstrong, en el tercer peldaño del podio, con el ciclista español en todo lo alto, más que atento al himno, daba la impresión de expresar los celos que le corroían. Y el luxemburgués Schleck no pareció apreciar el cambio de marcha. Minutos después, la organización intentaba enmendar su equivocación, reproduciendo el himno español. Encabezada por el presidente del Consejo Superior de Deportes, Jaime Lissavetzky, la protesta inmediata de la delegación española obligó a la organización del Tour a paliar el patinazo, haciendo sonar el himno español en la entrega del premio al mejor equipo, el Astana. Un equipo que no era básicamente español y que estaba representado en ese momento por un kazajo, dos españoles, un estadounidense, un ucraniano, un portugués y un suizo.
El secretario de Estado español para el Deporte dijo que el incidente había sido un error por el que ha habido todas las disculpas del mundo. “Me pidió disculpas el director del Tour y el propio alcalde de París, aunque yo creo que no era su responsabilidad, y me va a enviar también una carta la Ministra de Salud y Deportes, la señora Bachelot. Ha sido un error y yo creo que hay que dejarlo como una anécdota”. Aunque, después de los tours de Indurain, Contador y tantos partidos de tenis ganados por Nadal, hay quien piense que lo de los franceses, a fuerza de escuchar el himno español debieran haberlo aprendido de memoria.
Pero estos no fueron los únicos errores y protestas con el dichoso himno. El pasado 14 de mayo, la misma marcha fue silbada y abucheada por la mayor la mayor parte de los aficionados presentes en el campo valenciano del Mestalla, en donde el Athletic de Bilbao y el Barcelona se enfrentaban en la Copa del Rey y en donde el mismo monarca recibía los silbidos de la afición. Abucheos y silbidos que llegaron a ahogar el himno. La señal del partido, ofrecida por Radio Televisión Española, omitió el momento en el que sonaba el himno, así como la llegada de los Reyes al palco del estadio, ofreciéndola más tarde, limpia de ruidos y de gritos, es decir, censurada. Las imágenes, en cambio, sí se vieron en directo por TV3, la televisión autonómica catalana. Dos meses más tarde, el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz , rechazaba la querella presentada por “organizar” la pitada, al entender que estas acciones “están amparadas por la libertad de expresión y no pueden considerarse difamatorias, injuriosas o calumniosas, ni mucho menos que propugnen el odio nacional”.
Un incidente similar ocurrió en noviembre de 2003 en Australia, en la final de la Copa Davis de tenis que España disputó en Melbourne. Aunque algunos piensan que fue mucho peor, pues, en lugar del himno nacional de cualquier nación del mundo, esta vez el polifacético músico, James Morrison, tocó en directo el himno de Riego de la República Española, una bendición, según otros, interpretada por el incauto trompetista.
Himno de la República en la Copa Davis.
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