Andrés Montes, periodista deportivo que dejó las noticias deportivas para convertirse él mismo en noticia necrológica, fue hallado muerto en su domicilio madrileño, en el barrio de Chamberí, el viernes pasado. El domingo fue incinerado en el tanatorio de La Paz entre amigos, deportistas y compañeros suyos. Hace un mes, Montes narraba el Europeo de Baloncesto de Polonia, en el que aprovechó para despedirse en directo de la audiencia durante esa final ganada por España: “Yo me despido de todos ustedes. Es mi última retransmisión con La Sexta y voy a decir lo mismo que decía hace tres años y pico, cuando vine aquí a La Sexta: la vida puede ser maravillosa. Un saludo, amigos”. Aquella despedida fue, sin pretenderlo, el preámbulo del adiós definitivo. Él había marcado un “hito en las narraciones” y “una referencia”. El comentarista de 53 años fue encontrado en su casa, ya sin vida, vestido con un pijama, sobre una cama con la almohada manchada de sangre pero, según informes policiales, el cadáver no presentaba signos aparentes de violencia. Deja mujer, dos hijos y miles de seguidores aficionados al deporte.
Montes fue creador de términos que hicieron escuela como el “tiki-taka” o “Jugón” y frases como “¿Donde están las llaves, Salinas?”, “Fútbol con fatatas”… En este momento se encontraba sin trabajo, después de pasar las tres últimas temporadas siendo la voz de la Liga de fútbol en La Sexta. Su contrato expiró tras la pasada campaña y, desde la cadena, optaron entonces por dar un giro a sus retransmisiones y no renovarle para la actual. Por lo visto, para alguna cadena televisiva, sus excentricidades acabaron siendo más negativas que positivas. Pero no importaba, porque el popular comentarista que hizo simpático y atractivo el deporte ya había elegido su nuevo destino: “Veo7” y “Radio Marca”. El lunes iba a debutar como tertuliano del programa “Veo Fútbol”, que presenta Paco García Caridad. El director de Radio Marca desvelaba, visiblemente afectado, que también iba a retomar la conducción del espacio “No sabes cómo te quiero” en la emisora deportiva.
El periodista madrileño, de padre gallego y madre cubana, fue la voz de los partidos de la NBA y de los partidos de fútbol. La vivacidad y el dinamismo que otorgaba a sus comentarios y la peculiaridad con la que identificaba a los protagonistas llamaban la atención de los telespectadores. Calaron sus latiguillos en el público. Y, siempre propenso a transmitir el “show” que llevaba dentro, sus expresiones formaban parte de su personalidad. Con la cabeza rapada, una pajarita al cuello, sus peculiares gafas y los colores en su indumentaria, Montes, alabado y criticado a la vez, era un comentarista especialista de la pelota y de la vida deportiva. Como tal, creó una imagen que le hizo popular. Y, si es cierto que llevaba cuatro 'bypass' en el corazón, sufría diabetes y tuvo que luchar contra un cáncer, nadie piensa en un suicidio –su representante, Chechu Biriukov, asegura que Andrés se quería demasiado a sí mismo como para matarse–.
Como dice el clásico de Ruben Blades, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, la muerte le sorprendió dejando un vacío a su alrededor y abandonando definitivamente la pelota, la cesta, y sus habituales comentarios para decirnos escuetamente: “Hasta siempre, compañeros”.
Galicia y Cuba siempre combinaron bien. Muñeira y son. Aficionado a la música, Montes
ResponderEliminarfue la luz, tras el pertinaz coñazo de Jose A. de la Casa.
chiflos.
En efecto, apreciado Chiflos, en su vida la música pesaba mucho. Para empezar, su madre era una virtuosa pianista llamada Zenaida Manfugás. Cierto que lo dejó criarse con Lore, un ama de cría, mientras ella recorría el mundo de recital en recital. Y, cuando su madre biológica volvió a buscarlo, ya adolescente, Montes la rechazó porque Lore era su madre. "Cuando ella viene a España, la Reina va a los recitales", contaba Montes a sus más íntimos sobre la mujer a la que no llamaba madre. Sabía mucho de música y se notaba en las retransmisiones. Pero, sobre todo, sabía dar ritmo y llenar dos horas de retransmisión, algo muchísimo más difícil de lo que parece y que pocos locutores consiguen hacer.
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