Bárcenas y Urdangarin.
Enric Sopena, en “Cabos sueltos” (elplural.com)
muestra cómo nuestra democracia, a menos de una semana del 23-F del 2012, depende
en parte de dos personajes abyectos que tienen a Rajoy y al rey cogidos por los
testículos. Treinta y un años después de aquel golpe de Estado militar, afortunadamente
frustrado por el monarca, esta es la
España cuyo régimen democrático está cada vez más
resquebrajado:
“La democracia actual se encuentra en un proceso
de descrédito y desapego, alejada de millones de ciudadanos indignados o
cabreados con razón. Dos de sus instituciones básicas, la Monarquía constitucional
y parlamentaria, y el Gobierno Rajoy, surgido de las urnas, atraviesan una
doble y peligrosa crisis. Por un lado, sigue vivita y coleando la crisis
económica y financiera que nos castiga –sin piedad– hasta acaso hundirnos como
país. Y castiga sobre a todo al sur de Europa: España, Portugal, Italia y
Grecia…
”Por el otro lado, emerge con fuerza la crisis política que está atenazando al Gobierno. El Ejecutivo popular va de derrota en derrota, hasta la derrota final. Tardará, antes o después, pero Mariano Rajoy ha batido ya, en un año de presidente, todos los records de ineficacia, inestabilidad y hostigamiento a los más débiles, mientras protege políticamente a los poderosos. Va Rajoy de tumbo en tumbo y de contradicción en contradicción, con un equipo ministerial de tercera división, que es infumable, salvo la ministra de Fomento, Ana Pastor, y el secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle. La crisis política ha estallado además con la fulminante reaparición de la trama gürtel. La incapacidad de Rajoy frente al reto de los corruptos es escalofriante.
”Algo similar viene arrastrando -en el capítulo de la crisis política- el Rey, Juan Carlos I. El alcance del caso Nóos tiende a ser inimaginable. La erosión de
“En definitiva –concluye E. Soñena–
nuestra democracia depende en parte de dos personajes abyectos que, al parecer,
tienen cogidos a Rajoy y a Juan Carlos de Borbón por sus respectivos
testículos. Nos referimos obviamente a Luis Bárcenas y a Urdangarin. Ambos
protagonizan episodios judiciales que siguen oliendo, y cada día más y más, a
corrupción. Cuando falta poco para rememorar el 23-F, nos sonroja a los
demócratas que Rajoy no frenara en seco a los corruptos de su partido y a
Bárcenas, sobre todo. También nos sonroja a los demócratas que quien acabó con
los golpistas de hace 31 años –lo que le honró evidentemente, y muchos se lo
agradecimos–, en la actualidad, no se hubiera enterado, o no quisiera
enterarse, de que su yerno era, como mínimo, un sinvergüenza”.
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