La semana pasada, Paolo Vasile, productor cinematográfico, empresario italiano
y consejero de administración de Mediaset España,
decidía apartar al conocido periodista, Jesús Cintora, del espacio matinal
que hasta ahora presentaba “Las mañana de Cuatro”. No era el primer caso de periodistas “incómodos”, castigados por el PP. Ya
hubo otros que el PP o el gobierno de Rajoy consiguió apartar o castigar.
Hablamos de Ana Pastor y de Yolanda
Álvarez, en TVE; de Toni Garrido y Juanra Lucas, en RNE; de Pedro Jota, quien
tuvo que dejar la dirección de El Mundo, o de Carlos Cue, periodista de El País
que fue “desterrado” a la Argentina… La cadena de Paolo Vasile aseguró que no se trataba de
una baja temporal del periodista, sino de la decisión de destinarle a 'otros
proyectos'. Pero otras informaciones apuntan a un descontento de Mediaset e indican que el
presentador se involucraba demasiado con la información, algo que contrastaba
con la 'filosofía' de la cadena que aboga por un tratamiento “menos
comprometido” con determinadas ideologías, así como a un cierto malestar por
parte de los miembros de su equipo. Rafael
Hernando, portavoz del PP en el Congreso, llegó a leerle la cartilla en su
propio programa: “Hay gente que está hasta al gorro de usted”....
A lo largo de estos meses, Cintora protagonizó varias intervenciones que no gustaron en el Ejecutivo de Mariano Rajoy. Esperanza Aguirre le colgó en directo durante una entrevista. Y, en otro choque reciente, Cintora alertó a María Arenales Serrano, diputada del PP de que estaba lanzando “acusaciones muy graves” después de que dijera que Podemos incitaba a la violencia. Arenales aseguró que Cintora no era ecuánime y sentenció: “Usted está rabioso y me pone rabiosa a mí y a la gente…”. Las discrepancias del grupo de comunicación con la forma de conducir el programa de Jesús Cintora motivaron la decisión de la cadera de Fuencarral, que, según Vozpópuli, habría recibido presiones políticas por las posturas de Cintora “cercanas a Podemos” así como por el alineamiento con este partido de algunos de sus colaboradores.
El pasado miércoles 19 de marzo,
el periodista Gervasio Sánchez recibía el Premio Internacional Jaime Brunet a
la Promoción de los Derechos Humanos, de la Universidad Pública de Navarra.
Sánchez dedicó gran parte de su discurso a realizar una durísima crítica al
ejercicio de la profesión en España y a la responsabilidad de muchos de sus
periodistas en esa situación. “La prensa española –dijo– está tan domesticada
que ya no hay nada que se parezca al periodismo de investigación. Nos enteramos
de la corrupción política y del desfalco bancario con años de retraso.¿Dónde
estaban los periodistas especializados cuando personas sin escrúpulos se
estaban enriqueciendo o asaltando las arcas del estado? Yo les aseguro que
estaban y sabían, pero callaban. Las entrevistas menos exigentes a empresarios,
políticos, banqueros, se han hecho en este país cuando más saneadas estaban las
arcas de los medios de comunicación. Los periodistas comenzaron a
autocensurarse mucho antes de que políticos y banqueros los presionasen”.
“Con la eliminación de Cintora de la primera línea
informativa, Mediaset se ha cargado el único programa de los mass media conducido por alguien verdaderamente
decente –se manifiesta Paco Bello en Iniciativa Debate–. Tan decente que hasta
el programa en general lo parecía, y eso a pesar de que la mayor parte de la
gente que se sentaba como representante progresista, con dos o tres
excepciones, podía perfectamente haberse sentado en el banco contrario y aún
así ser demasiado extremos. No hablemos ya de los invitados que le imponían en
el ala rancia. A Cintora se lo ha cargado una Fuenteovejuna cobarde en la que
nadie se inculpará. Se lo ha cargado el PP, pero también el PSOE, y los otros
medios, y el poder económico, y hasta sus propios compañeros, como los que no
darán la cara ni se plantarán ante ese hecho, como el pelele que ahora se queda
al mando. No es ningún secreto, la guerra de la comunicación la perdimos en el
39, y, desde entonces, no hemos sido capaces de ganar ni una batallita, ni una
modesta posición. Y, sin ese espacio que condiciona la percepción de las
grandes mayorías sociales, es casi heroico el propio hecho de intentar algún
cambio. Sin posibilidad de acceso con garantías a medios independientes,
asistimos impotentes a la mejor representación de un círculo vicioso con el que
el propio sistema es capaz de retroalimentarse”.
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