Juan José Millas publicaba el
pasado día 15 de los corrientes, este breve artículo en El País, relacionado
con la campaña electoral:
“En la campaña electoral, como en
la vida, influyen más los mensajes ocultos que los visibles. De hecho, los
visibles son un puñado de lugares comunes a los que no prestamos atención. ¿Qué
ocurriría, en cambio, si los candidatos dieran sus mítines bajo una pancarta en
la que se leyera: ‘Votadme, soy un corrupto’? Ese eslogan no está a la vista,
claro, pero sí en nuestras cabezas, colocado allí por una diabólica propaganda
subliminar y reforzado por quienes aplauden a los gánsteres a la salida de los
juzgados o quienes abrazan por la calle a los líderes y a las lideresas que,
además de haberse llevado el dinero, nos han comido la moral.
“Otro eslogan invisible de mucho
éxito es aquel que dice “Votadme, soy idiota”, que no excluye al anterior
porque se puede ser idiota y corrupto al mismo tiempo. Al de ‘Soy idiota’ se le
añade sutilmente a veces un ‘como vosotros’. ‘Soy idiota como vosotros’. El
discurso de los candidatos o candidatas (no queremos invisibilizar a nadie)
partidarios del ‘Soy idiota’ suele consistir en negar lo evidente (nunca hablé
con ese señor, siempre digo lo que pienso, no había oído hablar de esa
empresa…). Y quizá, por lo que a mí respecta al menos, el mensaje sea cierto,
soy un idiota, pero aspiro a ser sabio, como miles de compatriotas. ¿Por qué no
hay anuncios electorales que promocionen el talento?
“¿Más eslóganes enmascarados? Los
que rezan, sin ir más lejos, ‘Soy un extremista de centro, o un antisistema
sistemático, o un ultra del sentido común o un Republicano monárquico’.
Desconcertante, ¿no? Frente a una campaña de semejantes características, las
encuestas deberían incluir categorías nuevas entre los encuestados. Sabemos que
hay un 35% de indecisos, bien, pero cuántos perplejos”.
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