“Hasta aquí hemos llegado –escribe
Patxi Ibarrondo en LQSomos–. No se sabe cómo, o sí se sabe y no se impide, pero
el ridículo esperpéntico lo invade todo en la política nacional. Nos vemos
sometidos al albur de unos mediocres que gobiernan, y no tienen otro talento
político que perseguir urnas de metacrilato… ¡¡para que no se pueda votar
democráticamente un referéndum!! ¿Dictadura gulag? ¿Merienda de negros? ¿Arabia
Saudí? ¡No! hablamos de la España neodemocrática, donde el Franco dictador del
miedo cabalga como Cid Campeador, después de muerto. Los intereses creados de
los que ganaron la guerra civil se aferran como lapas a la roca del
inmovilismo. Por el momento y para mantener el chiringuito, están aprendiendo
cursos acelerados del catecismo de Lampedusa. Pero aún están en la mitad del
primer tomo. Que nada cambie para que todo siga igual… o peor…
“Lo que importa es que el
paleontológico IBEX siga excretando beneficios sin arriesgar gran cosa: ser
empresarios de los poderes fácticos que toman café y hacen caja fuerte en los
paraísos fiscales. Todavía vamos por los primeros capítulos lampedusianos; de
momento, está en el pupitre declinando el latín de ‘ladran, luego cabalgamos’
(los corruptos). Aunque sea por la fuerza bruta de los resortes del poder y la
presión, vamos tirando. Y, puesto que llegamos tarde al convite, tenemos que
recuperar el tiempo perdido en disquisiciones bipartidistas y demás morralla
ideológica. Al final, lo que vale es el resultado en cash. ¿Vencer o convencer?
Eso no importa, la cosa es estar y ejercer. El absurdo es cosa común y
corriente por aquí, como los ciruelos o los percebes… como por ejemplo, es
normal prohibir un referéndum en nombre del Estado de derecho. Los que ganaron
España como botín de guerra siguen ordeñando el Orden y administrando el miedo.
Y, de paso, enterrando con cal viva invisible pero real la Memoria histórica de
los muertos esparcidos por cunetas del ruedo Ibérico.
“Esto es un no parar. Y después
de Lampedusa habrá que aprenderse “El Príncipe” de Maquiavelo, con el fin de
estar homologados en las instituciones de la política en grande. ¿Solo superando
esta prueba se consigue catalanes, vascos? Ellos tienen la culpa de lo del 36.
Pero aquella sangre no bastó al parecer para escarmiento definitivo. Porque
vuelven a las andadas. Con su puta lengua diferencial y su puta cultura y su
afán de existir. Aunque, si fuera menester, ningún escrúpulo ni estado de ánimo
debería ser un obstáculo para perseguir o destruir las urnas democráticas con
las armas de la artimaña y la doble faz. Pero, antes que nada, para ser un
cínico arrebatador y soluble en toda corriente significativa, habrá que
demostrar el acrisolado y sólido rechazo a la división de poderes del barón de
Montesquieu. Sin ese ‘totum revolutum’ de jueces venales o tontos de capirote
con firma, fiscales de toga venal y demás jauría jurídica favorable a la tesis
del casino y la dehesa, no se consolida nada. Salvo la corrupción.
“¿Catalanes, vascos? Ellos tienen
la culpa de lo del 36. Pero aquella sangre no bastó al parecer para escarmiento
definitivo. Porque vuelven a las andadas, tú. Con su puta lengua diferencial y
su puta cultura. El dilema está entre seguir chupando del bote patriótico y
callar o dejar que se nos suban a las barbas los nacionalismos periféricos.
España es una contante montería nacional con escopeta al hombro. Que es la
nuestra, aunque menos anquilosada. Vuelven a las andadas. La calle está
revuelta. ¿Qué hacemos? ¿Ladran, luego cabalgamos?”
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