Cuatro presidentes
madrileños y uno nacional, todos ellos del PP, están salpicados por la
corrupción. Ruiz-Gallardón acaba de ser citado como investigado en el ‘caso
Lezo’; Ignacio González fue a prisión por este mismo asunto; el papel de
Esperanza Aguirre, en una adjudicación fraudulenta, está siendo analizado.
Cifuentes ya ha sido señalada por la Guardia Civil por cohecho y prevaricación
en el ‘caso Púnica’ y Mariano Rajoy acaba de ser destituido por el Congreso de
Diputados. En 1995, entraba Alberto Ruiz-Gallardón a la presidencia de la
Comunidad de Madrid. Desde entonces, ha habido tres presidentes más, y todos
ellos fueron salpicados y descabezados por la corrupción: Esperanza Aguirre,
Ignacio González y Cristina Cifuentes.
El juez de la Audiencia
Nacional, Manuel García Castellón, ha citado a Ruiz-Gallardón como investigado
para mañana en el ‘caso Lezo’ por firmar, desde el Consejo de Gobierno de la
empresa pública Canal de Isabel II, la compra de la empresa colombiana Inassa
por 83 millones de euros, una cantidad muy superior a su precio real. Es una de
las ramas de la ‘Operación Lezo’ que llevó a la detención de Ignacio González,
en abril del pasado año. El grueso de la investigación es el desfalco de
millones de euros de la empresa pública del agua, Canal de Isabel II, a través
de compras infladas de otras empresas. A través de estas operaciones se
desviaría dinero para diversos dirigentes madrileños, según se desprende de la
investigación. Es parte de la investigación que afecta al también exministro de
Justicia y exalcalde de Madrid. Los fiscales encargados del asunto sostienen
que “precisamente, Ruiz-Gallardón tuvo el control de la adquisición fraudulenta
de Inassa y, de algún modo, estableció un pacto de silencio y cooperación con
Ignacio González”, respecto a la operación con la que el Canal de Isabel II
comenzó su expansión en Latinoamérica, realizada en 2001.
A Ruiz-Gallardón le sustituyó
otra exministra, Esperanza Aguirre. Su nombramiento ya llegó rodeado de polémica
después de que, en las elecciones regionales de 2003, ganara el PSOE y, justo
en el momento de la votación dos diputados socialistas, no acudieron al
plenario y no votaron, en detrimento de Rafael Simancas que perdió entonces
esas elecciones. Para Aguirre, los problemas comenzaron en 2009, cuando estalló
el ‘caso Gürtel’ que acabaría con varios de sus alcaldes en el banquillo de los
acusados. La entonces presidenta aguantó la presión, hasta que la UCO, en el
año 2014, procedió a la detención de su ex número 3, Francisco Granados. En
abril de 2017, detienen a su sucesor, Ignacio González, y le meten en prisión
por varios y muy graves delitos, lo que llevó a la entonces presidenta del PP
madrileña a dimitir de todos sus cargos. Aguirre siempre afirmó que nunca supo
las ‘golfadas’ de sus más estrechos colaboradores. Sin embargo, ella misma
podría acabar siendo investigada también en la ‘Opeación Lezo’ por firmar la
modificación del contrato para construir un campo de golf en las instalaciones
del Canal de Isabel II, para contratar a través de otra sociedad al hermano de
González.
Tanto Aguirre como la
última presidenta, Cristina Cifuentes, también están acorraladas en el ‘caso
Púnica’. Cifuentes está pendiente de que el magistrado decida si finalmente le
imputa por un delito de cohecho y otro de prevaricación, por adjudicar
irregularmente el contrato de cafeterías de la Asamblea de Madrid al empresario
-y a su vez donante del PP de Madrid- Arturo Fernández. Con el paso del tiempo,
y, conocidas las primeras ilegalidades, la máquina del fango del PP fue
cubriendo a todos y cada uno de los sucesores. Y ahí empezó la fase de las
tramas de espionaje y dosieres internos sobre cada uno de ellos. Cifuentes fue
promocionada por el propio Rajoy para sacudirse el problema de Aguirre, y
presentada como el ‘mirlo blanco’ del PP y gran esperanza de la formación para
emprender un tiempo de un PP cada vez más asfixiado y sin relevo en el
banquillo. Pero ella también ‘salió rana’. La vía de agua aún no se ha cerrado
y en Génova no saben aún si podrá taponarse sin que las corruptelas y los
comportamientos irregulares a los que no se les ha puesto coto afecten a otros
ayuntamientos madrileños. Y, lo que es peor, a otros territorios nacionales.
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