David Torres, en su
artículo “El cocodrilo, el rey y otras cosas de no creer”, aparecido ayer en
Público, dice, entre otras cosas:
“Vivir en medio de la era
del coronavirus es igual que tomar parte en una película fantástica cuyo
decorado es el mundo entero, salvo para Casado, Abascal y otros conspiranocios
que todavía creen que la pandemia la inventaron entre Sánchez e Iglesias en un
laboratorio chino con la ayuda del lobby feminista y la intención de
desestabilizar el orden mundial, dar un golpe de estado contra el capitalismo y
proclamar una dictadura universal comunista con capital en Caracas. No son los
únicos que lo creen, porque además hay gente que les vota. Estos días abres el
periódico y te salta a los ojos la tontería más grande que te quepa imaginar,
noticias del estilo de Javier Maroto diciendo que las residencias de ancianos
son competencia directa del gobierno, que el 8-M era contagioso (ahí está él
para demostrarlo) y que por eso se casó con su novio en diferido y dentro de un
armario en Sotosalbos.
“Aun así, día a día, la
realidad se empeña en subir las apuestas a base de titulares completamente
inverosímiles, el penúltimo de ellos, el del cocodrilo que tiene acojonado a
Valladolid, con los diarios locales trasvasados a un tebeo de Tarzán y la
guardia civil rastreando la confluencia del Duero y el Pisuerga. Tenía que ser
precisamente en Valladolid, donde hace unos años había un alcalde, León de la
Riva, que, por sus comentarios machistas, homófobos y racistas, parecía haber
salido de la misma charca que el cocodrilo. Entre el murciélago de Wuhan y el
cocodrilo de Valladolid, la fauna del mundo entero no para de desmadrarse, ocupando
portadas y saltando a las calles desde selvas, bosques, reservas naturales y
documentales de la 2.
“No menos inverosímil y
no menos cocodrilo resulta la noticia de que la Fiscalía Anticorrupción podría
iniciar diligencias para aclarar el tremendo lío fiscal del rey emérito y las
acusaciones de cohecho por las comisiones del tren de alta velocidad en Arabia
Saudí. Diligencias, un término muy adecuado para la justicia española, la cual,
en relación a los borbones, viaja unas veces en calesa y otras en parihuelas.
Han tardado lo suyo, aunque no tanto como la justicia sueca, que acaba de
anunciar que próximamente va a resolver el asesinato de Olof Palme con 34 años
de retraso. La globalización aplicada a la corona española viene a corroborar
la velocidad de transmisión de un virus desde China: una investigación en Suiza
puede terminar con un exilio en la República Dominicana. Sin embargo,
conociendo el percal, lo más probable es que don Juan Carlos haga como Manolo
Gómez Bur en aquella película en que, acusado de un crimen, prefería que le
aplicasen un artículo de un código penal de la Edad Media: “El exilio, si
pudiera ser a Zamora, es que tengo familia”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario