Sebastià Perelló (nacido
en Mallorca, en 1963), licenciado en filología catalana y profesor de instituto,
es uno de los autores más intensos y atípicos de la literatura catalana actual.
Después de Veus al ras (premio de la Crítica 2017), ha escrito “La mar rodona”
un tríptico sobre la Mallorca de la postguerra, de la transición y de primeros
del siglo XXI que lo consagra como un orfebre del idioma que concibe Mallorca “como
un gran laboratorio”. En una entrevista que Matías Vallés le hace en Diario de
Mallorca, Perelló contesta:
—Escribió sin saber que
el turismo iba a desaparecer.
—No sé si desaparecerá,
porque el turismo es la gran pandemia. Todos lo tenemos inoculado. El libro se
escribió antes y no viene determinado por el coronavirus.
—¿Un alcalde franquista y
un pueblo cobarde?
—El libro trata el tema
de que no se hizo la transmisión intergeneracional de lo que fueron la Guerra
Civil y la transición. Todos arrastramos un poco de esa mentira.
—En su tríptico de la
Mallorca contemporánea, su abuelo en los 30, su padre en los 70 y usted en los
2000.
—Podría ser así, pero en
una familia que no ha llegado a configurarse. Un abuelo sin nietos, un padre
sin hijos y un hijo sin abuelos. Tal vez en el libro hay autobiografía que yo
desconozco, no quise construir una gran saga.
—“Cada día, una nova
variació sobre la mentida”. ¿Cuál es su última mentira?
—Estar convencido de
saber que he escrito, y seguramente estoy diciendo mentiras ahora mismo.
—¿Conoce a alguien que
escriba mejor que usted?
—A muchos, lo contrario
me daría pánico. Es una suerte tener una biblioteca y cumplir con el tópico de
que me gusta más leer que escribir.
—Pero sabe que escribe
con maestría.
—Eso no lo sabes nunca,
trabajas a tientas. Si llegaras a estar seguro de que escribes bien, tendrías
que dejarlo.
—¿Los alumnos, lo más
lejos posible?
—El problema es que no
están lejos, están aquí y han de estarlo. Han de estar en alguna parte, y no sé
dónde porque todos nos alejamos de nosotros mismos. La distancia es difícil de
construir. Hoy he ido por primera vez al Instituto, y no me gustaría estar en
ningún lugar donde se ha de tomar la decisión sobre las clases, no sabría cómo
embestir.
—Cuando escribe un libro ¿piensa
en venderlo?
—No lo pienso, lo cual no
quiere decir que no me gustara venderlo, que tuviera recorrido y que alcanzara
importancia. Siempre he tenido otro trabajo, lo cual me permite escribir con
tanta libertad. Y no he vendido mucho.
—¿Los extranjeros no son
forasteros en Mallorca?
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