Darío Pescador, editor y
director de la revista “Quo” y autor del libro “Tu mejor yo”, publicado por
Oberon, escribió este artículo publicado en ElDiario.es.
“¿Cuál es la banda sonora de tu vida? ¿Con qué
melodías has reído y bailado, con cuáles has llorado amargamente y qué canción
sonaba mientras te enamorabas? Aunque no supiéramos cómo funciona, es indudable
que la música es una experiencia emocional, además de sensorial y que activa
nuestro cerebro de muchas formas diferentes. La música es capaz de mejorar
nuestro estado de ánimo. Un estudio descubrió que las personas que escuchaban
música pop alegre durante dos semanas se sentían más felices. Sin embargo, el
efecto no funcionaba con quienes escuchaban sinfonías tristes de Stravinsky.
Incluso la música triste puede producir sensaciones de bienestar y consuelo
para la mayoría de otras personas, según comprobó otro estudio en el Reino
Unido y Finlandia, pero algunas personas reaccionaron sintiendo aún más dolor.
“No solo se trata de animarse con la música.
Los estudios han comprobado que escuchar música tiene efectos directos sobre
nuestro organismo, entre otros, reducir la tensión arterial, reducir el estrés
y aliviar el dolor. Un estudio que reunía datos de 73 ensayos diferentes reveló
que las personas que escucharon música antes, durante o después de la cirugía
experimentaron menos dolor y ansiedad, en comparación con los pacientes que no
escucharon música. Además, también disminuía la necesidad de analgésicos.
Curiosamente, funcionaba mejor cuando los pacientes elegían su propia música.
“Quienes hacen deporte
saben que ciertos tipos de temas hacen que aumente el rendimiento deportivo ya
que hace que se note menos la fatiga. Este efecto está seguramente en el origen
de las canciones tradicionales de los trabajadores del campo o los remeros en
los barcos de pesca. Lo mismo ocurre cuando te pones los auriculares para salir
a correr y terminas siguiendo el ritmo de la canción. La música rítmica puede
aumentar el rendimiento deportivo. Pero ¿te puede ayudar a estudiar para un
examen?
“El cerebro es sensible
al ritmo, y no sólo para salir a correr. Desde hace tiempo, se utilizan
metrónomos o canciones para tratar la tartamudez. La música puede influir en nuestras ondas
cerebrales. A partir de la invención del electroencefalograma, se descubrió que
millones de corrientes eléctricas del cerebro tenían una especie de frecuencia
común, como un coro. Diferentes frecuencias correspondían a diferentes estados:
gamma: concentración; beta: ansiedad dominante, actividad, atención externa; alfa:
relajación, atención pasiva; theta: relajación profunda, atención interna. Más
interesante aún es el descubrimiento de que las ondas cerebrales se sincronizan
de forma natural con el ritmo de los estímulos externos, como las luces
parpadeantes, el habla, el tacto o, claro, la música. A esto se le llama
sincronización de ondas cerebrales (neural entrainment).
“Las frecuencias de las
ondas cerebrales son muy bajas como para poder escucharlas como un solo tono
(entre 0,5 y 35 Hz), pero sí se puede conseguir mediante tonos intermitentes, o
combinando tonos audibles ligeramente diferentes que juntos generan pulsaciones
a la frecuencia deseada, los famosos tonos binaurales. Se ha comprobado
experimentalmente que estos tonos inducen cambios en las ondas cerebrales. La
sincronización auditiva se está empleando para tratar a pacientes con Parkinson
y niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TADH). En
personas sanas se ha observado que los tonos binaurales a frecuencias beta
mejoran la memoria. En otro estudio, al reproducir tonos en frecuencias theta a
los sujetos mientras dormían, aumentó la duración de esa fase del sueño”.
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