El torero Vicente Barrera en una corrida de la Feria de San Isidr,o en 1999 GUSTAVO CUEVAS
David Torres relata en
Público que la Comunitat Valenciana siempre ha sido propensa a la aparición de
fenómenos extraños, pero, en los últimos días, amenaza con transformarse en una
maqueta de lo que puede ocurrir tras las elecciones del 23-J. “En efecto,
muchos ingenuos esperaban que Feijóo no se atrevería a pactar descaradamente
con Vox ante el temor de perder la baza de la moderación, pero los ingenuos no
habían caído en la cuenta de que, para ser moderado, no hay mejor estrategia
que ponerse al lado de Vox. Al igual que en los acuerdos de gobierno de
Andalucía o de Castilla y León, en València PP y Vox han terminado por asumir
un travestismo ideológico en el que no se trata tanto de decirle a Abascal que
se corte un poco con el machismo, el racismo y la homofobia, sino más bien de
convencer a Feijóo para que salga de una vez del armario. De este modo, pacto a
pacto, la derechita cobarde y la ultraderechita holgazana bailan cada día más
juntos hasta el punto de que ya parecen un matrimonio no gay. Prácticamente no
hay quien los distinga (si es que alguien fue capaz de distinguirlos alguna
vez) y en las próximas elecciones deberían llevar un logo conjunto, pintar la
gaviota de verde o mejor pintar directamente un quebrantahuesos
“Con el fin de disipar
dudas, estos días se ha publicado un acuerdo conjunto de gobierno entre PP y
Vox en la Comunitat Valenciana que sale clavado a la fórmula de un medicamento
homeopático (un 99,9% agua y el resto, agua de València) y que parece redactado
a pachas entre ChatGPT y el tonto del pueblo. Son 50 puntos, pero lo mismo
podían haber sido 18, 20 ó un folio en blanco. De momento, la vicepresidencia y
la consellería de Cultura ha ido a parar a manos de Vicente Barrera, un torero
retirado que figuraba en el séptimo puesto en la lista de Vox, y todavía han
tenido suerte, que para el caso bien podían haber nombrado conseller a un toro
bravo. Sí, al final son 50 puntos de sutura
“Por emplear un término
taurino, se advierte una querencia histórica de Vox por los cuadrúpedos
irracionales, un cariño que lo mismo los lleva a indultar vacas tuberculosas
que a poner a cargo de la cultura a un matador de toros. Es cierto que en
España los toros y la cultura están intrínsecamente unidos desde los poemas de
Lorca a la pintura de Picasso: un poeta al que los abuelos ideológicos de Vox asesinaron
a tiros y un pintor al que exiliaron a boinazos. Ahora bien, por esa misma
regla de tres también podrían considerarse cultura las violaciones, degüellos,
fusilamientos y matanzas que decoran las paredes del Museo del Prado.
Finalmente, David Torres
advierte que de una formación que tiene como número uno a Carlos Flores,
ilustre doctorado en violencia machista, “no podía esperarse otra cosa que
colocara de conseller de Cultura a un experto en maltrato animal y especialista
en descabellos. Sin embargo, quienes se asombran de la exitosa evolución de
Vicente Barrera deberían atender la respuesta de Juan Belmonte cuando un
subalterno le preguntó cómo es que uno de los viejos banderilleros de su
cuadrilla había llegado a Gobernador Civil: ‘Ya ve usted: degenerando’”.
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