Ante el discurso del Rey en la entrega del 25º Premio Cervantes a Francisco Umbral, avalado por el Gobierno del PP, las reacciones y avalancha de críticas no se hizo esperar. Y, queriendo rectificar su error, la Casa Real envió una nota aclaratoria, comentando que la frase se refería al inicio del español en América, lo que, más que calmar, logró confundir aún más a los del otro lado del Atlántico, que incluso se enfurecieron. El presidente del Gobierno, a la sazón, José María Aznar, afirmó que el discurso del Rey fue “muy bueno y muy importante” y que hablar del español como una lengua de encuentro “no tiene nada que ver con que, en un periodo determinado de la historia de España, otras lenguas españolas hayan podido tener más o menos dificultades”.
Para acabar de rematar el jeroglífico, el vicepresidente, Mariano Rajoy, aconsejó a los nacionalistas vascos y catalanes que no le buscara “tres pies al gato”. Y la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, presunta responsable de las frases polémicas en el discurso real, aclaraba en la cadena SER que “no se pueden sacar de contexto unas palabras, en una reflexión de naturaleza histórica, acerca del transcurrir de nuestra lengua”.
Por su parte, el Nobel y marqués de Iria Flavia, Camilo José Cela, encargado de cerrar el ciclo “Veinticinco años de reinado de S. M. Don Juan Carlos I”, celebrado en la Academia de la Historia, echó una de cal y otra de arena. Sin olvidarse en ningún momento de que el Rey, durante sus vacaciones en Mallorca, fue vecino suyo y de que fue nombrado senador real, soltaba un elogioso discurso sobre el monarca, al que “los españoles identificamos con la imagen de libertad”. Cela decía diplomáticamente que “el Rey tiene mucha razón” y consideraba que “no hay que implicarle en el juego político”. Pero se mostraba, a la vez, comprensivo con la reacción de algunos nacionalistas y hasta se ponía en su pellejo: “Si fuera nacionalista, seguramente opinaría lo mismo. Lo encuentro, desde su punto de vista, hasta razonable”. De esta manera, Cela intentaba quedar bien con todo el mundo, aunque el Nobel español no hiciera otra cosa que lamer la mano de quien le protegía.
Pero todo esto ¿ocurrió realmente en la España del 2001 o es un material recogido por algún escritor para elaborar una novela esperpéntica?
Para acabar de rematar el jeroglífico, el vicepresidente, Mariano Rajoy, aconsejó a los nacionalistas vascos y catalanes que no le buscara “tres pies al gato”. Y la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, presunta responsable de las frases polémicas en el discurso real, aclaraba en la cadena SER que “no se pueden sacar de contexto unas palabras, en una reflexión de naturaleza histórica, acerca del transcurrir de nuestra lengua”.
Por su parte, el Nobel y marqués de Iria Flavia, Camilo José Cela, encargado de cerrar el ciclo “Veinticinco años de reinado de S. M. Don Juan Carlos I”, celebrado en la Academia de la Historia, echó una de cal y otra de arena. Sin olvidarse en ningún momento de que el Rey, durante sus vacaciones en Mallorca, fue vecino suyo y de que fue nombrado senador real, soltaba un elogioso discurso sobre el monarca, al que “los españoles identificamos con la imagen de libertad”. Cela decía diplomáticamente que “el Rey tiene mucha razón” y consideraba que “no hay que implicarle en el juego político”. Pero se mostraba, a la vez, comprensivo con la reacción de algunos nacionalistas y hasta se ponía en su pellejo: “Si fuera nacionalista, seguramente opinaría lo mismo. Lo encuentro, desde su punto de vista, hasta razonable”. De esta manera, Cela intentaba quedar bien con todo el mundo, aunque el Nobel español no hiciera otra cosa que lamer la mano de quien le protegía.
Pero todo esto ¿ocurrió realmente en la España del 2001 o es un material recogido por algún escritor para elaborar una novela esperpéntica?
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