Pese a haber sido relevado por Romano Prodi, en mayo del 2006, en la presidencia del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, tras una agria polémica pos-electoral, vuelve a acaparar la atención. Hace un mes, fue pillado por la revista Oggi, flirteando con cinco mujeres en su finca de Cerdeña. No es la primera vez que es sorprendido en esta actitud. Su esposa, la actriz Verónica Lario, mostraba su rabia cuando, el pasado 31 de enero, enviaba una carta al director del diario “La República”, y le exigía públicamente que se retractara en sus tonteos amorosos con jóvenes estrellas. Berlusconi pidió entonces disculpas por su comportamiento. Tres meses más tarde, vuelve a las mismas “bagatelas”.
Por lo visto el cruce de cartas conyugales provocó un aumento de la popularidad del político en decadencia. Y, a sus 70 años, parece que le resulta rentable seguir apareciendo como un don Juan. Más que cuando aparece implicado en otros asuntos de corrupciones.
A principios de los noventa, este hijo de un banquero de clase media inició una empresa de construcción inmobiliaria que se transformó en la más importante de su país. Iniciado el 2000, ya se había convertido en el hombre más poderoso del mundo de los medios. Sólo aparecía en ellos cuando realmente le interesaba para sus intereses privados y, en el 2005 ya era la persona más adinerada de Italia, con una fortuna de 12.000 millones de dólares, ocupando el puesto 25 entre las mayores fortunas personales del mundo.
Pero su trayectoria política es sumamente turbia. Tras una inicial vinculación al Partido Socialista de Bettino Craxi, quien autorizara, con la llamada Ley Mammi, la concentración de poder mediático en sus manos, construyó el movimiento Forza Italia, con el que obtuvo el poder en las elecciones de 1994. El hombre más rico de Italia podía permitirse, desde le Poder, el lujo de comprarlo casi todo. No en vano, Antonio Asensio, en su apogeo de “Antena 3, Televisión”, tuvo también la tentación de meterse en política para seguir el camino de Berlusconi que ya entonces, en su breve paso por la presidencia del Gobierno, degustaba el sabor de la victoria casi absoluta. Lo mismo que Jesús Polanco, de quien no dudo que ha tenido semejantes sueños.
Candidato a la presidencia italiana con más de media docena de sumarios abiertos por diversos casos de corrupción relacionados con la Mafia, volvió a ganar, en el 2001, las elecciones por mayoría absoluta en la Cámara de los Diputados y en el Senado. De nada sirvió que la prensa extranjera –puesto que la nacional italiana estaba, en su mayoría, controlada por este magnate de la comunicación– alertara del peligro que suponía el que Berlusconi se hiciera con el Poder. Peligro que él contrarrestó con el aumento de su propaganda en los medios italianos. Pero las sospechas de máxima colaboración de Berlusconi con la Cosa Nostra italiana, desde los orígenes de la formación de su imperio económico y mediático, se convirtieron, en su prensa y televisión, en simples murmuraciones y prejuicios contra su candidatura. Y Silvio Berlusconi supo desactivar las verdades más hirientes y las denuncias más explosivas contra él, consiguiendo que no pocos de sus electores creyeron que eran mentiras de la prensa extranjera para impedir que él les dirigiera.
Pero lo que decía la prensa europea no era inventado. Consta que Berlusconi, conocido por “Il Cafaliere”, se acercó a la Logia 2, de Ligio Gelli, a finales de los setenta. Y, según varias declaraciones de mafiosos, el emperador de los medios de comunicación, de la construcción y de otros negocios de las finanzas, la especulación y el crimen, era el mismo personaje que luego presidiría Italia.
El Cavaliere y el diputado por Forza Italia, Marcello Dell’Utri, su secretario personal y mano derecha en Fininvest y en su partido, fue procesados por su gestión al frente de Tele 5. En julio del año pasado, un suplicatorio para poder juzgarles en España fue elevado por la Audiencia Nacional. En él se pretendía levantarles la inmunidad, al ser ambos europarlamentarios. Claro que Berlusconi contaba ya entonces con una baza a su favor: ser amigo de José María Aznar, con quien trabajó en el grupo conservador europeo. Otro político español, Josep Piqué, Ministro de Asuntos Exteriores, permitió que el suplicatorio no llegara al Parlamento Europeo antes de que Berlusconi fuera elegido presidente de la República italiana.
La sospechosa lentitud de la Justicia contrastó con las prisas con las que José María Aznar felicitaba al nuevo presidente italiano, a mediados de mayo del 2001. El propio Josep Piqué, sin esperar siquiera que se conocieran los resultados oficiales, se apresuró a congratularse con él, al tiempo que confesaba sin ningún escrúpulo que “desde el principio, mi partido apoyó a Berlusconi”. Como le felicitó el líder ultra-nacionalista austriaco, Jörg Haider o Wilfreud Martens, presidente del Partido Popular Europeo o el conservador primer ministro de Malta, Edward Adami.
Silvio Berlusconi es propietario de un imperio empresarial en el mundo de la comunicación televisiva y editorial. En 1985 crea "La Cinq", la primera cadena privada gratis francesa, y adquiere acciones de "Chain", y "Cinema 5", otros canales franceses. En 1990, funda en España Telecinco. En 1976 compra participaciones de "Il Giornale". Al final de su carrera como empresario mediático, obtiene la presidencia del grupo Mondadori, es editor del periódico "La Repubblica" y de los semanarios "L'Espresso", "Epoca", y "Panorama". Más tarde, adquiere la cadena de tiendas de vídeo Blockbuster, portales de acceso a Internet y una participación en Olivetti. El grupo Mondadori controla un tercio del sector editorial en Italia. Para aunar los varios sectores de la comunicación que poseía (televisión, prensa, edición, internet, publicidad), crea el conglomerado Fininvest, que ahora se llama Mediaset, una de las más ricas empresa de Italia, con cerca del 50 por ciento de la audiencia y el 66 por ciento de la publicidad.
Con todo ese bagaje en sus espaldas, no me extraña que salga fotografiado en Oggi, cogido de la mano de su harén. Pero, el hombre más poderoso de Italia no se deja sorprender tan fácilmente por el fotógrafo en su finca de Cerdeña. Si sale es porque, por alguna oculta razón, él lo ha consentido o deliberado. A estas alturas, cuando el dinero y la especulación ha guiado una vida, es difícil creer en las simples razones espontáneas.
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