24 de enero. La prensa del corazón.
Observo con cierta preocupación cómo la llamada prensa del corazón, con sus dimes y diretes en torno a la insulsez y vacuidad de sus personajes preferidos, ha terminado por suplantar a la prensa seria. Se pierden horas en torno a asuntos escandalosos en los que nadie se salva de comentarios propios del chismorreo. Y me pregunto si un país con esta prensa que es incapaz de prescindir del comadreo, del bulo y del enredo, un país que dispone de cadenas televisivas dedicadas casi en un cincuenta por ciento a esos menesteres, de emisoras de radio con millones de radioescuchas pendientes, en horas punta, de sus programas de cotilleo, merece ser tenido en serio.
¿Qué se puede esperar de una sociedad cuya prensa del corazón, en los inicios del siglo XXI, estaba presente en 25 programas televisivos de las cadenas españolas y cuyos periódicos más serios se sintieron obligados a añadir y reforzar sus páginas sobre la llamada prensa rosa? Un país que confunde los personajes de las fotonovelas con los reales, que cuenta con cotizados fotógrafos caza-famosos y periodistas, obsesionados por tratar frívolamente cualquier tema o por convertirlo en lisonjero ¿merece ser tenido en cuenta?
Recuerdo una entrevista que mantuve, a principios de los años ochenta, con Jaime Peñafiel, un periodista que entonces trabajaba de redactor jefe en “Hola” y que, en sus comentarios, pretendía ser serio y comedido, sobre todo cuando hablaba de las diversas realezas europeas. “Nosotros –me contó Peñafiel– nos limitamos a contar los hechos. Yo voy a una boda o a una coronación y la cuento con los máximos detalles. Es el lector quien la califica de imbecilidad pero “Hola” no opina. Eso le ha permitido mantenerse a través de todos los regímenes: ayer, bajo Franco; hoy, bajo el Rey; mañana, bajo quien sea. Siempre hablaremos de la primera dama, sea la señora de Franco, sea la de Suárez, la de Calvo Sotelo o la del mismo Carrillo. Y siempre nos mantendremos independientes y conservaremos el mismo interés gracias a nuestras coordenadas”.
Desde entonces han pasado muchos años y los poderosos siguen mimando esta prensa y permiten que la clase media y baja se atiborre y hasta se indigeste con ella. Una prensa que, como aseguraba Peñafiel, “no hace daño a nadie, al contrario de la que critica y se ceba contra todas las injusticias”. Ya entonces Peñafiel se lamentaba del descenso general de las tiradas y de la falta de rigor de la misma. “Lo veo yo, que estoy diariamente en contacto con treinta o cuarenta agencias. Unas veces porque los propios protagonistas de las noticias se dejan manipular; otras, porque cualquiera monta una agencia de noticias y se lanza a la calle sin ninguna preparación; otras, en fin, porque se inventan las entrevistas… A parte de esto, los propios protagonistas te venden sus bodas, sus abortos, sus embarazos y sus crisis matrimoniales”.
Declaraciones que no han perdido ni pizca de actualidad y siguen hoy vigentes. Hay gente que monta una boda sólo para que las revistas del corazón hablen de ellos en momentos en que necesitan publicidad. “En este país –decía Peñafiel, medio escandalizado pero no por ello limpio de polvo y paja, como tantos periodistas, del escándalo ajeno–, ocurren cosas que no suceden en ningún otro sitio. Ha habido gente que ha simulado incluso un embarazo para vender la noticia por muchísimo dinero. Y han venido hasta ti para venderte la ‘exclusiva’, pidiéndote millones por unas simples declaraciones que, además, podían ser falsas…
“Hay famosos que han vendido en exclusiva las fotos del nacimiento de sus hijos. Total, que te preguntas: ¿dónde está la ética? Afortunadamente, ha habido también famosos muy honestos, como Víctor Manual y Ana Belén, del PC, que, al nacer su hijo y verse acorralados por los periodistas, regalaron a cada revista seis o siete fotografías para que no hicieran especulación con ellos. Ahí se ve la ética de las personas famosas”.
Dieciséis millones de pesetas pagó “La Revista”, del Grupo Zeta, de la que Peñafiel fue director por unos meses, por las fotos de la agonía y muerte de Franco; veintitrés, por la boda montada por Carmen Sevilla y Vicente Patuel, en traje goyesco de la novia y el “alquiler” del falso cura, un obrero que cobró tres millones por su colaboración; cuarenta millones se ganó Lola Flores en cuatro años por sus exclusivas vendidas en diferentes revistas y veinte más su hija Lolita por la publicación de sus memorias en “Diez Minutos”…
Y lo peor es que estos precios por mostrar el morbo y el desnudo se han acrecentado, mientras que una mayoría de trabajadores de la prensa sufren irregularidades y constantes desprecios por parte de los propietarios de los medios. Para éstos, lo más importante es que su prensa se venda cada vez más, aunque sea a costa de personajes como María Jiménez, Pepe Sancho, Ángel Cristo, Bárbaro Rey, la duquesa de Sevilla, Sofía de Habsburgo, Sara Montiel, Lucía y Diego, el Marqués de Griñón, Gumila y un largo etcétera que se han dedicado a sacar leche de las ubres de la prensa, contando las triquiñuelas de los famosos. Pero lo alarmante de esta prensa es que la curiosidad morbosa del vulgo siga creciendo, disparando las cifras de venta de los periódicos o semanarios, aunque sea a costa de una información menos libre e independiente que nunca.
Jaime Peñafiel se congratulaba de ser el periodista mejor pagado de España aunque no alcanzara a José María García, quien entonces superaba. “Eso no quiere decir que lo acepte todo –se apresuró a aclararme–. Te aseguro que, a veces, cuando me pongo a escribir sobre algún personaje, siento cómo la sangre me sube al rostro y me digo: ‘Yo a este tío le llamaría, como mínimo, cabrón’. Incluso lo escribiría en un pie de foto. Lo que pasa es que no puedo porque tengo que aceptar las reglas del juego y las coordenadas de la revista en la que trabajo. Esto es, quizás, lo único que te traumatiza en este trabajo. Que estás obligado a escribir no bien o mal, sino dando una imagen siempre agradable de personas que son unos auténticos hijos de puta o unos bandidos. Hasta el punto de sentir asco de la profesión”.
El caso es que, con las sumas astronómicas percibidas por los jerifaltes de la prensa del corazón, es difícil que renuncien a su trabajo. Todavía no conozco a ningún periodista que, por mucho asco que sienta por lo que hace, haya abandonado su cargo por este motivo. Al contrario, da la impresión de que es el sueño de no pocos profesionales de la prensa, radio y televisión. Cuanto más asco da el tema, mejor se sienten económicamente.
¿Qué se puede esperar de una sociedad cuya prensa del corazón, en los inicios del siglo XXI, estaba presente en 25 programas televisivos de las cadenas españolas y cuyos periódicos más serios se sintieron obligados a añadir y reforzar sus páginas sobre la llamada prensa rosa? Un país que confunde los personajes de las fotonovelas con los reales, que cuenta con cotizados fotógrafos caza-famosos y periodistas, obsesionados por tratar frívolamente cualquier tema o por convertirlo en lisonjero ¿merece ser tenido en cuenta?
Recuerdo una entrevista que mantuve, a principios de los años ochenta, con Jaime Peñafiel, un periodista que entonces trabajaba de redactor jefe en “Hola” y que, en sus comentarios, pretendía ser serio y comedido, sobre todo cuando hablaba de las diversas realezas europeas. “Nosotros –me contó Peñafiel– nos limitamos a contar los hechos. Yo voy a una boda o a una coronación y la cuento con los máximos detalles. Es el lector quien la califica de imbecilidad pero “Hola” no opina. Eso le ha permitido mantenerse a través de todos los regímenes: ayer, bajo Franco; hoy, bajo el Rey; mañana, bajo quien sea. Siempre hablaremos de la primera dama, sea la señora de Franco, sea la de Suárez, la de Calvo Sotelo o la del mismo Carrillo. Y siempre nos mantendremos independientes y conservaremos el mismo interés gracias a nuestras coordenadas”.
Desde entonces han pasado muchos años y los poderosos siguen mimando esta prensa y permiten que la clase media y baja se atiborre y hasta se indigeste con ella. Una prensa que, como aseguraba Peñafiel, “no hace daño a nadie, al contrario de la que critica y se ceba contra todas las injusticias”. Ya entonces Peñafiel se lamentaba del descenso general de las tiradas y de la falta de rigor de la misma. “Lo veo yo, que estoy diariamente en contacto con treinta o cuarenta agencias. Unas veces porque los propios protagonistas de las noticias se dejan manipular; otras, porque cualquiera monta una agencia de noticias y se lanza a la calle sin ninguna preparación; otras, en fin, porque se inventan las entrevistas… A parte de esto, los propios protagonistas te venden sus bodas, sus abortos, sus embarazos y sus crisis matrimoniales”.
Declaraciones que no han perdido ni pizca de actualidad y siguen hoy vigentes. Hay gente que monta una boda sólo para que las revistas del corazón hablen de ellos en momentos en que necesitan publicidad. “En este país –decía Peñafiel, medio escandalizado pero no por ello limpio de polvo y paja, como tantos periodistas, del escándalo ajeno–, ocurren cosas que no suceden en ningún otro sitio. Ha habido gente que ha simulado incluso un embarazo para vender la noticia por muchísimo dinero. Y han venido hasta ti para venderte la ‘exclusiva’, pidiéndote millones por unas simples declaraciones que, además, podían ser falsas…
“Hay famosos que han vendido en exclusiva las fotos del nacimiento de sus hijos. Total, que te preguntas: ¿dónde está la ética? Afortunadamente, ha habido también famosos muy honestos, como Víctor Manual y Ana Belén, del PC, que, al nacer su hijo y verse acorralados por los periodistas, regalaron a cada revista seis o siete fotografías para que no hicieran especulación con ellos. Ahí se ve la ética de las personas famosas”.
Dieciséis millones de pesetas pagó “La Revista”, del Grupo Zeta, de la que Peñafiel fue director por unos meses, por las fotos de la agonía y muerte de Franco; veintitrés, por la boda montada por Carmen Sevilla y Vicente Patuel, en traje goyesco de la novia y el “alquiler” del falso cura, un obrero que cobró tres millones por su colaboración; cuarenta millones se ganó Lola Flores en cuatro años por sus exclusivas vendidas en diferentes revistas y veinte más su hija Lolita por la publicación de sus memorias en “Diez Minutos”…
Y lo peor es que estos precios por mostrar el morbo y el desnudo se han acrecentado, mientras que una mayoría de trabajadores de la prensa sufren irregularidades y constantes desprecios por parte de los propietarios de los medios. Para éstos, lo más importante es que su prensa se venda cada vez más, aunque sea a costa de personajes como María Jiménez, Pepe Sancho, Ángel Cristo, Bárbaro Rey, la duquesa de Sevilla, Sofía de Habsburgo, Sara Montiel, Lucía y Diego, el Marqués de Griñón, Gumila y un largo etcétera que se han dedicado a sacar leche de las ubres de la prensa, contando las triquiñuelas de los famosos. Pero lo alarmante de esta prensa es que la curiosidad morbosa del vulgo siga creciendo, disparando las cifras de venta de los periódicos o semanarios, aunque sea a costa de una información menos libre e independiente que nunca.
Jaime Peñafiel se congratulaba de ser el periodista mejor pagado de España aunque no alcanzara a José María García, quien entonces superaba. “Eso no quiere decir que lo acepte todo –se apresuró a aclararme–. Te aseguro que, a veces, cuando me pongo a escribir sobre algún personaje, siento cómo la sangre me sube al rostro y me digo: ‘Yo a este tío le llamaría, como mínimo, cabrón’. Incluso lo escribiría en un pie de foto. Lo que pasa es que no puedo porque tengo que aceptar las reglas del juego y las coordenadas de la revista en la que trabajo. Esto es, quizás, lo único que te traumatiza en este trabajo. Que estás obligado a escribir no bien o mal, sino dando una imagen siempre agradable de personas que son unos auténticos hijos de puta o unos bandidos. Hasta el punto de sentir asco de la profesión”.
El caso es que, con las sumas astronómicas percibidas por los jerifaltes de la prensa del corazón, es difícil que renuncien a su trabajo. Todavía no conozco a ningún periodista que, por mucho asco que sienta por lo que hace, haya abandonado su cargo por este motivo. Al contrario, da la impresión de que es el sueño de no pocos profesionales de la prensa, radio y televisión. Cuanto más asco da el tema, mejor se sienten económicamente.
3 comentarios:
Santiago, dices que Victor Manuel es o era del PC. Seguro. Pero también fue loacaudillo. Este pavo cantó en el Teatro Esperanza de Mieres el 1 de abril de 1964 para conmemorar los 25 años de paz del Franquismo.
Grabó un himno al generalísimo Francisco Franco que se titulaba Un gran hombre. Fue editado por BELTER y dice así:
Hay un país
Que la guerra marcó sin piedad,
Ese país
De cenizas logró resurgir,
Años costó
Su tributo a la guerra pagar,
Hoy consiguió
Que se admire y respete su paz.
No, no conocí
El azote de aquella invasión,
Vivo feliz
En la tierra que aquél levantó,
Gracias le doy
Al hombre que supo alejar,
Esa invasión
Que la senda venía a cambiar.
Otros vendrán
Que el camino no habrán de labrar,
El la labró
A los otros les toca sembrar.
No han de ocultar hacia el hombre que trajo esta paz
Su admiración y por favor, pido,
Siga esta paz.
Así se canta la historia y así se revela en la esquina de este blog gracias a las enfermedades mentales de...
Matasecretos Desquiciado
Ya conocía ese disco de Victor, pese a sus esfuersos por borrarlo del mapa. Pecadillos de juventud, jajajaja.
No es lo malo, Santiago, que haya tanta prensa rosa. Lo peor es que TODA LA PRENSA ES ROSA. La deportiva especula de contratos, fiestas, rumeores de vestuario..., la generalista vive de las continuas declaraciones de unos y otros, en lugar de contar los hechos. Todos los titulares adjetivan. Las televisiones escarban en las imágenes de los políticos, en lo que dicen, en dónde lo dicen. A un rincón, de cuando en vez, una pequeña noticia.
Es lo que hay.
Hace nada Muñoz Molina escribía en El País sobre esto. Al margen de las opiniones que nos merezca este autor, conviene leerlo, creo yo:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Estado/delirio/elpepuopi/20070127elpepiopi_6/Tes
Entresaco del texto de Muñoz Molina que acabo de citar:
"La actualidad no trata de las cosas que ocurren, sino de las palabras que dicen los políticos, de los cuales no se conoce apenas otra cosa que sus exabruptos verbales. En ningún país que yo conozca los titulares están tan hechos casi exclusivamente de declaraciones entrecomilladas. El que llega de fuera se ve asaltado, nada más subir al taxi en el aeropuerto, por un zumbido perpetuo de opinadores que someten a escrutinio las declaraciones y contradeclaraciones previamente enunciadas por los charlistas de la política".
Y vuelvo a copiar el link, que no ha salido entero:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Estado/delirio/elpepuopi/20070127elpepiopi_6/Tes
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