“El feminismo de la abuela”
David Torres escribe en
Público este artículo en el confiesa no estar para para dar lecciones de
feminismo a nadie, pero de vez en cuando echa un vistazo a la derecha y se da
cuenta de que, al lado de ciertos ejemplares, es una mezcla entre Simone de
Beauvoir y Virginia Woolf, más unos toques de Rosalía de Castro. “Ha tardado
uno más de media vida en localizar e irse quitando de encima las viejas costras
patriarcales y de repente tropieza sin querer con mujeres muy femeninas que, al
acercarse, huelen inexplicablemente a Varón Dandy. Parece que una mujer
machista fuese un unicornio, un oxímoron imposible y, sin embargo, también
abundan por ahí los proletarios fascistas y los negros neonazis. Bertrand
Ndongo, por ejemplo, cubre dos de las tres categorías.
“En la primera, Isabel
Díaz Ayuso ha dado varias vueltas de campana al premiar, durante la ceremonia
de entrega de los Reconocimientos 8 de marzo, a una mujer madre de 15 hijos y
abuela de 25 nietos, y ya de paso a una ginecóloga. Pueden decir ustedes lo que
quieran de ambas galardonadas, excepto que no haya una relación intrínseca
entre una y otra. Fue una lástima que no premiaran también al padre, al
encargado de la guardería, y al pediatra. Se conoce que, para la presidenta de
la Comunidad de Madrid, la principal función de las mujeres es la reproductiva:
más allá del útero, no sabe, no contesta.
“Paloma Carmona, la
atareada progenitora, comentó que Dios había ayudado mucho en su matrimonio y
que otras madres del colegio le tenían envidia. Ambas afirmaciones están fuera
de toda duda, dependiendo del colegio y del matrimonio. Las malas lenguas dicen
que se trata de un Reconocimiento al Opus Dei, aunque más bien parece un
Reconocimiento al Opus Night. En la entrega de premios sobrevolaba aquella
malévola réplica de Groucho Marx, cuando en un concurso le preguntó a una madre
de 22 hijos cómo es que había tenido tantos. ‘Adoro a los niños y amo a mi
marido’, respondió orgullosa la mujer. ‘Señora’, dijo Groucho, ‘yo también
quiero mucho a mi puro y de vez en cuando me lo saco de la boca’.
“Día a día, el machismo
brilla como el sol en el Sáhara, pero el 8 de marzo, Día Internacional de la
Mujer, hay que ponerse gafas de soldador para que no se cuezan los ojos. Nunca
falta el filósofo que pregunta, con lógica insuperable, que para cuándo van a
instaurar un Día del Hombre, como si no le bastaran los otros 364 del
calendario. Tampoco las eminencias que aseguran que ellos no son machistas
porque tienen madre, y que ellos son feministas porque ayudan en las tareas del
hogar, barren, friegan, cocinan e incluso planchan.
David Torres termina su
artículo recordando que “más allá de la medalla a la natalidad concedida por
Ayuso como en los mejores tiempos del NODO, Alberto Núñez Feijóo fue cayendo en
todas y cada una de estas sandeces en un discurso que, para ser coherentes,
debería haber sido retransmitido en blanco y negro y en UHF. ‘No puede haber un
Día de la Mujer’, dijo, ‘son todos los días’. Una frase que demuestra el ojo
clínico del único tipo de Galicia que no se había enterado de que Marcial
Dorado era un narco. Reivindicó el feminismo de verdad, el fetén, el de las
abuelas y las madres que luchaban por la igualdad, ambas simbolizadas por la
señora que había premiado Ayuso. Una boina calada hasta las cejas no le habría
sentado mal en la tribuna, aunque, para sonar más machuno, tendría que haberse
rascado el culo por delante”.
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