5 de enero. Maestro, más que enemigo del fuego.
Reconozco que en mi vida, sólo sé hacer dos cosas de una manera pasable: escribir y tocar la trompeta. Aunque, por mucho que me esfuerce en ambas, soy consciente de que necesito mucho ejercicio y corrección. Algo que no es siempre comprendido por los que me rodean.
En estos momentos, me siento lo mismo que un bombero al que, un día, se le deja de contratar oficialmente porque se le considera mayor y se ha optado por los jóvenes. ¿Mayor –me pregunto yo– para quién o para qué? Porque, si se me exige que demuestre que sigo dominando el fuego, no hay ningún problema. Estoy acostumbrado a enfrentarme con él. Lo malo es cuando, con la excedencia de este oficio, se opta por contratar a los, laboralmente, menos reivindicativos. Lo que no quiere decir que los jóvenes sean menos exigentes, pero se considera que ellos son más manejables y menos costosos.
Total que, al no participar oficialmente en sofocar ningún incendio, se me considera un desfasado y un bombero que ya no sirve para lo que es preciso. Además, consideran que rebaso en creces la edad para contenerlos y extinguirlos. Pero yo, enamorado del fuego, sigo aprendiendo a convivir con él. Consigo cierto dominio sobre el mismo y descubro parte de sus secretos que me permiten conocerlo más a fondo, hasta creer ser capaz de dominarlo a mi guisa. Algún día, si es que se me presenta la ocasión, quisiera poder demostrar que no soy enemigo del fuego, algo que puede ser muy útil al hombre, sino que intento ser maestro del mismo, y que lo puedo convertir en algo aprovechable. Pero, entretanto, soy considerado como un viejo inútil por esta sociedad, que impone sus reglas y sus normas según su conveniencia y reparte certificados a su gusto. Y todo porque, a mi edad, soy un parado, sin relación alguna con el antiguo oficio de bombero o, en mi caso, de periodista.
Mas yo sé que, aunque sea un parado oficial, jamás he dejado de trabajar. En mis cinco años de paro laboral, nunca he abandonado la escritura ni la música, belleza intelectual y acústica, y aliciente que surge espontáneamente de mi forma de vivir. Cuando se supera la barrera de los cincuenta, y yo ya rebaso los 57, pasa uno a convertirse en un trasto desfasado en esta sociedad competitiva. En ella, yo ya no lucho por mantener mi puesto sino por afianzar mi relación con las letras y la música, que no han dejado de estrecharse y de mantenerme vivo. Llevo publicados cuatro libros de ensayos, más otros no publicados que duermen el sueño de los justos. Y he formado y formo parte de bandas de música, de una sinfónica de la que se ha hecho público el primer disco compacto, y de un conjunto de metales o instrumentos de viento. Jubilado, sí, y sin derecho a un trabajo como los demás, pero con una actividad más movida que nunca.
En estos momentos, me siento lo mismo que un bombero al que, un día, se le deja de contratar oficialmente porque se le considera mayor y se ha optado por los jóvenes. ¿Mayor –me pregunto yo– para quién o para qué? Porque, si se me exige que demuestre que sigo dominando el fuego, no hay ningún problema. Estoy acostumbrado a enfrentarme con él. Lo malo es cuando, con la excedencia de este oficio, se opta por contratar a los, laboralmente, menos reivindicativos. Lo que no quiere decir que los jóvenes sean menos exigentes, pero se considera que ellos son más manejables y menos costosos.
Total que, al no participar oficialmente en sofocar ningún incendio, se me considera un desfasado y un bombero que ya no sirve para lo que es preciso. Además, consideran que rebaso en creces la edad para contenerlos y extinguirlos. Pero yo, enamorado del fuego, sigo aprendiendo a convivir con él. Consigo cierto dominio sobre el mismo y descubro parte de sus secretos que me permiten conocerlo más a fondo, hasta creer ser capaz de dominarlo a mi guisa. Algún día, si es que se me presenta la ocasión, quisiera poder demostrar que no soy enemigo del fuego, algo que puede ser muy útil al hombre, sino que intento ser maestro del mismo, y que lo puedo convertir en algo aprovechable. Pero, entretanto, soy considerado como un viejo inútil por esta sociedad, que impone sus reglas y sus normas según su conveniencia y reparte certificados a su gusto. Y todo porque, a mi edad, soy un parado, sin relación alguna con el antiguo oficio de bombero o, en mi caso, de periodista.
Mas yo sé que, aunque sea un parado oficial, jamás he dejado de trabajar. En mis cinco años de paro laboral, nunca he abandonado la escritura ni la música, belleza intelectual y acústica, y aliciente que surge espontáneamente de mi forma de vivir. Cuando se supera la barrera de los cincuenta, y yo ya rebaso los 57, pasa uno a convertirse en un trasto desfasado en esta sociedad competitiva. En ella, yo ya no lucho por mantener mi puesto sino por afianzar mi relación con las letras y la música, que no han dejado de estrecharse y de mantenerme vivo. Llevo publicados cuatro libros de ensayos, más otros no publicados que duermen el sueño de los justos. Y he formado y formo parte de bandas de música, de una sinfónica de la que se ha hecho público el primer disco compacto, y de un conjunto de metales o instrumentos de viento. Jubilado, sí, y sin derecho a un trabajo como los demás, pero con una actividad más movida que nunca.
4 comentarios:
Esto si que me gusta. Así si. Por el culo te dan otros, pero tu eres excelso, angélico y lo que falla es tu entorno de mierda, no tu. ¿Y esos amigos? M refiero a esos que pueden darte trabajo y no te lo dan. Y a los que te lo niegan frontalmente. Son mierda. Se benefician de que les tocaron por reparto unos temas mejores que a otro en un buen momento y eso les hizo sobresalir. Pero usan esa posición para reforzarse ellos sin ayudarte a ti. Maldita mierda de gente. ¿Has oido hablar de un tío de telemadrid, Manuel Soriano? ¿De un director de Interviú, Cerdano? ¿Del nuevo en RTVE? Me meto los dedos en la boca despacio, solemnemente, y todo el caviar y salmón con mercurio, todo el cordero y el pavo, todos los alcoholes y fenoles que he engullido estas fiestas los vomito sobre ellos. Porque me gusta. Porque es de justicia.
¿Qué más puedo añadir a lo dicho por El Cagadios. Bravo, viva, aplauso y sobre todo le pido bis.
Juer, se me ha abierto el apetito =)
Sigue tocando trompetista, que no te engañen!
Santiago:
Serás un luchador toda tu vida. Y aunque a veces digas: "yo mi trompeta y mis letras", pero es que lo segundo está unido a tu forma de entender esti y si no te dejan... A seguir leyendo. Magnífico el libro de Asensio, aunque ya te dije algo personalmente
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