Chet Baket, sin un diente incisivo, llegó a ser un maestro de la trompeta.
Chesney Henry Baker, más
conocido como Chet Baker (1929-1988) fue un trompetista, cantante y músico de
jazz estadounidense que destacó como exponente del cool jazz de los años 50. Se
inició en el jazz como miembro del Charlie Parker Quintet. Y logró una mayor
visibilidad con su participación en el revolucionario cuarteto sin piano de
Gerry Mulligan. Su padre, Chesney Henry Baker, Sr., era guitarrista y su madre
trabajaba en una perfumería. En 1940 se trasladaron de Yale a Glendale (estado
de California).
Siendo niño, Baker cantó
en concursos de aficionados y en el coro de la iglesia. En su adolescencia, su
padre le compró un trombón que, al ser demasiado grande para él, lo reemplazó por
una trompeta. A los 16 años, abandonó la escuela y se enroló en el ejército.
Fue enviado a Berlín, donde tocó en la 298th Army Band. Tras su regreso, en
1948, se apuntó a El Camino College (en Los Ángeles), donde estudió teoría y
armonía mientras tocaba en clubes de jazz. Abandonó los estudios al segundo año
ya que su profesor le dijo que nunca podría ganarse la vida como músico y
porque, además, El Camino College era una universidad donde la materia
principal era la música, pero la segunda asignatura era la literatura inglesa y, “como si tuviera
alas”, nunca había tenido ganas de ser profesor de literatura inglesa.
Cierto día, y después de
salir de clase, el aprendiz a trompetista estaba jugando con unos amigos en la
calle. Uno de ellos lanzó una piedra a una farola con tan mala fortuna que
rebotó y le dio a Chet en la boca rompiéndole un incisivo. Cuando su padre se
enteró del suceso montó en cólera ya que sabía que sin ese diente era casi
imposible controlar el flujo de aire que se sopla con la trompeta. Chet, sin
embargo, no le dio importancia y practicó con tal intensidad que convirtió su
hueco dental en parte de su técnica. Era consciente de que nunca podría tocar
notas altas –que según él solo lo hacían los exhibicionistas– y con ello
consiguió que su trompeta sonara de forma diferente, identificable, algo a lo
que aspiraban todos los músicos de jazz: ser reconocidos por su forma de tocar.
Vera llevó a su hijo al dentista para que le hicieran un diente de quita y pon.
Pero él jamás usó esa pieza para tocar la trompeta.
También a mí me falta,
desde hace varios años, un incisivo y, aunque, fue sustituido por otro, nunca
he logrado recuperar lo aprendido en largos años de aprendizaje, así como el
sonido y habilidad que antes conseguí de la trompeta. Sé que el intento es
baldío, pero a mis 81 años, nadie podrá quitarme el placer que me produce el
seguir flirteando con ella. Aunque el resultado sea decepcionante.
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