2 de mayo. Sueños utópicos
Entre los trabajadores que ayer se movilizaron en el Primero de Mayo, exigiendo “la igualdad” y “el empleo de calidad” (sólo en España se contabilizaron unas 40 manifestaciones importantes), una mayoría lo hizo por los obreros de Delfi. Pero me imagino que muchos de los que ya perdieron sus trabajos seguirán por unos años o ¿quien, sabe?, para el resto de sus vidas, sin la posibilidad real de encontrar lo que más desean: un “curro” digno. Sobre todo, los parados que, por su edad, ya sobrepasaron la esperanza de encontrarlo, o los que no disponen de medios ni de dinero para poder desplazarse en autobús o para diferenciar un domingo de un lunes al sol, pero sin sueldo.
Y sin embargo, entre ellos, los hay que viven sin el stress habitual de no pocos de los que sí tienen sueldo y trabajo. Yo, al menos, reconozco que mi ocupación actual está mucho más llena de sentido que cuando cobraba la jornada laboral, con un trabajo no pocas veces contradictorio y sin sentido. Porque, más que una retribución por una ocupación que se nos ha arrebatado, reivindicamos el derecho a seguir viviendo en un mundo con demasiados deberes y escasos derechos. Un mundo mecanizado y dirigido por fuerzas contradictorias. Un mundo sorteado por los cuatro dominadores del mercado que imponen sus reglas y aplican ciegamente sus objetivos: aumentar a toda costa su capital.
Sueño con un día en el que todos puedan trabajar y nadie tenga derecho a explotar a su vecino. Sueño en un momento utópico en que el valor del dinero desaparezca del mercado. Sueño en un mundo sin pisotones, sin carreras por triunfar, sin peldaños que conducen al poder, sin capitalistas ni detentadores... Sueño en utopías, y no quiero despertarme.
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