15 de junio. Cordura frente a la muerte.
Si vivir sin torear –como dice José Tomás en una entrevista mantenida con Almudena Grandes en el País Semanal del último domingo de mayo– es no vivir y torear es una forma de estar en el mundo, yo renuncio a vivirlo y compartirlo. Para José Tomás, que vuelve a torear en el próximo domingo en Barcelona, tras un lustro alejado de los toros, vivir sin torear no es estar relajado, ni disfrutar de lo bueno de la vida. ¿Quiere acaso decir que me estoy perdiendo lo mejor de la vida? Insiste el torero que hay que contar con la posibilidad de morir, que hay que estar dispuesto a eso. Cuento con ello, pero lejos de las plazas de toros, en donde esta posibilidad se potencia sólo por lucirse ante el público. Insiste Tomás en que hay que tener miedo, aprender a superarlo, a gestionarlo, porque no se puede ignorar y es una locura renunciar a él. De acuerdo, pero cambiando la muleta por la pluma, el toro por el mundo.
Al contrario de él, para mí, vivir sin enfrentarme a esta muerte absurda en el ruedo es renunciar a esta costumbre de una España en decadencia. Me niego a participar en este espectáculo y en una “Fiesta” en la que se hace brotar innecesariamente la sangre del animal y se ensalza al torero que la provoca y se expone a perderla. Y no comprendo cómo esto es un arte y un orgullo nacional. Hay que mirar las cosas con ojos distintos de esos triunfadores. Y hay que enfrentarse a la realidad, que es mucho más dura y peligrosa que el toreo. Por eso, lejos del vocerío entusiasta y engañoso de las plazas, lejos de los que aman enfrentarse con la muerte, yo renuncio al toreo y a su parafernalia, pero no me escondo del mundo ni ahueco el ala cuando las circunstancias se imponen. Ni espero pasear en ruedo, a hombros de la suerte, ni conseguir ningún premio por provocar esta lucha a muerte.
Sin embargo, ello no impide que se levanten los entusiastas de las corridas. “¿Qué tiene este joven torero de 31 años?” –se pregunta el periodista Salvador Boix, amigo de este torero y autor de dos libros “Por los adentros” y “Reflexiones sobre José Tomás”– “¿Por qué genera tantas pasiones entre intelectuales y expertos, que aúnan a derecha e izquierda en el reconocimiento de su ‘savoir faire’ en un arte de capa caída entre la juventud?” Boix asegura que se trata de un torero que da tal emoción a la plaza, que pone los pelos de punta. “Desde que él no torea –comenta– no hemos vuelto a sentir lo mismo. ¿Por qué? Porque se colocaba en unos terrenos donde otros ni osan: entre los cuernos. Y aguantaba. Miraba a los ojos al animal y era capaz de domarlo en cuestión de minutos. Eso significa que corría más riesgo que los demás” Y ante la duda de si José Tomás ha vuelto por dinero, confiesa que no cree que lo haga por eso. “Tomás se negó a matar al toro de Adolfo Martín en Madrid –recuerda Boix (lo que le valió un expediente por parte de la Comunidad)– por vergüenza torera. Porque si no fue capaz de hacerse con el toro con cinco descabellos, no merecía matarlo”.
No lejos de las grandes corridas suena “Gallito”, de Santiago López, “Viva el rumbo”, de Cleto Zabala, “España Cañí”, de Pascual Marquina o “Suspiros de España”, de Antonio Álvarez. Reconozco que estos pasodobles son la esencia de la música taurina y, aunque esté en contra de este espectáculo, no me caen prendas cuando interpreto, en alguna de las bandas donde acudo, estas partituras con la ayuda de mi trompeta. Como no me disgusta interpretar la “Carmen”, de Bizet, el “Amparito Roca”, “La gracia de Dios” o el “Puenteareas”. Pero lo que siempre me he negado, aunque pierda la confianza del director que dirige, es a asistir a una corrida y participar sonoramente en ella, por muy bien pagado que el músico llegue a estar. Hasta aquí hemos llegado.
Al contrario de él, para mí, vivir sin enfrentarme a esta muerte absurda en el ruedo es renunciar a esta costumbre de una España en decadencia. Me niego a participar en este espectáculo y en una “Fiesta” en la que se hace brotar innecesariamente la sangre del animal y se ensalza al torero que la provoca y se expone a perderla. Y no comprendo cómo esto es un arte y un orgullo nacional. Hay que mirar las cosas con ojos distintos de esos triunfadores. Y hay que enfrentarse a la realidad, que es mucho más dura y peligrosa que el toreo. Por eso, lejos del vocerío entusiasta y engañoso de las plazas, lejos de los que aman enfrentarse con la muerte, yo renuncio al toreo y a su parafernalia, pero no me escondo del mundo ni ahueco el ala cuando las circunstancias se imponen. Ni espero pasear en ruedo, a hombros de la suerte, ni conseguir ningún premio por provocar esta lucha a muerte.
Sin embargo, ello no impide que se levanten los entusiastas de las corridas. “¿Qué tiene este joven torero de 31 años?” –se pregunta el periodista Salvador Boix, amigo de este torero y autor de dos libros “Por los adentros” y “Reflexiones sobre José Tomás”– “¿Por qué genera tantas pasiones entre intelectuales y expertos, que aúnan a derecha e izquierda en el reconocimiento de su ‘savoir faire’ en un arte de capa caída entre la juventud?” Boix asegura que se trata de un torero que da tal emoción a la plaza, que pone los pelos de punta. “Desde que él no torea –comenta– no hemos vuelto a sentir lo mismo. ¿Por qué? Porque se colocaba en unos terrenos donde otros ni osan: entre los cuernos. Y aguantaba. Miraba a los ojos al animal y era capaz de domarlo en cuestión de minutos. Eso significa que corría más riesgo que los demás” Y ante la duda de si José Tomás ha vuelto por dinero, confiesa que no cree que lo haga por eso. “Tomás se negó a matar al toro de Adolfo Martín en Madrid –recuerda Boix (lo que le valió un expediente por parte de la Comunidad)– por vergüenza torera. Porque si no fue capaz de hacerse con el toro con cinco descabellos, no merecía matarlo”.
No lejos de las grandes corridas suena “Gallito”, de Santiago López, “Viva el rumbo”, de Cleto Zabala, “España Cañí”, de Pascual Marquina o “Suspiros de España”, de Antonio Álvarez. Reconozco que estos pasodobles son la esencia de la música taurina y, aunque esté en contra de este espectáculo, no me caen prendas cuando interpreto, en alguna de las bandas donde acudo, estas partituras con la ayuda de mi trompeta. Como no me disgusta interpretar la “Carmen”, de Bizet, el “Amparito Roca”, “La gracia de Dios” o el “Puenteareas”. Pero lo que siempre me he negado, aunque pierda la confianza del director que dirige, es a asistir a una corrida y participar sonoramente en ella, por muy bien pagado que el músico llegue a estar. Hasta aquí hemos llegado.
Aparte de esta supuesta lección de valor y valentía ofrecida por José Tomas, yo sigo en mis trece. Se lamentan los entendidos de que la “Fiesta” suene a entierro, se resista a morir y a ser definitivamente olvidada. Pero yo sé que, desgraciadamente para unos, afortunadamente para otros, llegará el día en que los toreros sólo serán un recuerdo y una añoranza del pasado. Será el día en que vuelva la cordura que hoy tanto nos falta.
1 comentario:
Ya sé que no tiene nada que ver con el tema, Santi, pero: ¿has leído lo que está pasando con el director de "La Realidad"? http://www.otrarealidad.net/
Me parece bien bestia.
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