4 de junio. Libreros sin prisas.
He pasado por una pequeña pero interesante librería madrileña en donde sólo exponen libros antiguos y muy pocos de actualidad, al contrario de lo que pasa en la Feria del Libro, en El Retiro, donde priman las novedades y donde perderse entre casetas, editores, autores, libreros y público curioso, forma parte de cierto snobismo cultural. En el escaparate de dicha librería con nombre de arrebato, hace tiempo había visto un ejemplar de Max Aub: Jusep Torres Campalans, la biografía de un pintor ficticio. Tenía ganas de hacerme con él y celebrar, a mi manera, el acontecimiento de la lectura. Sobre todo, después de haberme familiarizado con los exiliados españoles en un estudio que hice éstos y titulé: “La España, vista por sus exiliados”. Pero en el momento de entrar ya no se hallaba allí.
En efecto, el propietario, un chico joven, me comenta que, tras haberlo expuesto durante varios meses en su escaparate, en donde coloca todo lo interesante, raro, o exclusivo, decidió retirarlo de allí e introducirlo entre las filas del interior. “Se trata de un autor de culto, más que de gran público”, me explica mientras me lo muestra. “Por eso lo ponemos justo en el margen que creemos más asequible en el mercado”. Me intereso por su precio y me quedo sin habla al conocerlo. Cuesta 60 euros (casi 10.000 de las antiguas pesetas). Le pregunto por el motivo de que sea tan caro y me contesta que, aunque no es una primera edición, se trata de un libro muy cotizado y buscado. Ojeo las primeras páginas del mismo, en las que consta que pertenece a una edición de 1985. Me comenta que los de la primera edición costaban 90 euros, y que ellos intentan venderlo lo más barato posible. “Sin salirnos, por supuesto –añade, intentando sincerarse ante un posible cliente–, del precio del mercado porque a veces ocurre que, cuando lo hemos bajado mucho, son otros libreros los que nos lo compran para luego venderlo más caro en otras librerías”.
El librero me enseña la zona especial donde coloca los libros más interesantes, que no deja tocar ni manosear a la clientela. Sólo ojear desde lejos. El mencionado, de Max Aub, estuvo una temporada ahí, junto a libros que cuestan entre 100 ó 200 euros. “Ahí arriba tenemos los Aguilares, prácticamente todos –me explica, intentando hacerse conmigo–, Me refiero a la Colección Aguilar. Y, luego, los antiguos. Hay una primera edición de Alberti, otra de García Márquez, el primer libro que escribió, una de Ramón y Cajal... Los más especiales los guardo en mi casa. Tengo una primera edición de “Platero y yo”, que vale, en perfecto estado, cinco mil euros. Sí, sí, tal como lo oyes... Quedan tres o cuatro en todo el mundo. Claro que el precio de mercado siempre baja. Hay otro, de Valle Inclán, firmado por él. Son un tipo de libros que ya no se venden en librerías, sino en subastas, con lo que te expones y arriesgas tanto a que nadie lo compre como a que se ponga por las nubes. Pero yo no pienso subastarlo hasta dentro de mucho tiempo. No hay que tener prisas”.
En efecto, el propietario, un chico joven, me comenta que, tras haberlo expuesto durante varios meses en su escaparate, en donde coloca todo lo interesante, raro, o exclusivo, decidió retirarlo de allí e introducirlo entre las filas del interior. “Se trata de un autor de culto, más que de gran público”, me explica mientras me lo muestra. “Por eso lo ponemos justo en el margen que creemos más asequible en el mercado”. Me intereso por su precio y me quedo sin habla al conocerlo. Cuesta 60 euros (casi 10.000 de las antiguas pesetas). Le pregunto por el motivo de que sea tan caro y me contesta que, aunque no es una primera edición, se trata de un libro muy cotizado y buscado. Ojeo las primeras páginas del mismo, en las que consta que pertenece a una edición de 1985. Me comenta que los de la primera edición costaban 90 euros, y que ellos intentan venderlo lo más barato posible. “Sin salirnos, por supuesto –añade, intentando sincerarse ante un posible cliente–, del precio del mercado porque a veces ocurre que, cuando lo hemos bajado mucho, son otros libreros los que nos lo compran para luego venderlo más caro en otras librerías”.
El librero me enseña la zona especial donde coloca los libros más interesantes, que no deja tocar ni manosear a la clientela. Sólo ojear desde lejos. El mencionado, de Max Aub, estuvo una temporada ahí, junto a libros que cuestan entre 100 ó 200 euros. “Ahí arriba tenemos los Aguilares, prácticamente todos –me explica, intentando hacerse conmigo–, Me refiero a la Colección Aguilar. Y, luego, los antiguos. Hay una primera edición de Alberti, otra de García Márquez, el primer libro que escribió, una de Ramón y Cajal... Los más especiales los guardo en mi casa. Tengo una primera edición de “Platero y yo”, que vale, en perfecto estado, cinco mil euros. Sí, sí, tal como lo oyes... Quedan tres o cuatro en todo el mundo. Claro que el precio de mercado siempre baja. Hay otro, de Valle Inclán, firmado por él. Son un tipo de libros que ya no se venden en librerías, sino en subastas, con lo que te expones y arriesgas tanto a que nadie lo compre como a que se ponga por las nubes. Pero yo no pienso subastarlo hasta dentro de mucho tiempo. No hay que tener prisas”.
En este sector estuvo el de Max Aub, hasta que decidió bajarlo y colocarlo en otros estantes en donde hay muchos otros, por no disponer de espacio suficiente para libros exclusivos. Pero, a pesar de estar al alcance de mis manos, tampoco esta vez pude hacerme con él ni con otros, debido a que no disponía del dinero que precisaba. Pienso que, si las circunstancias no cambian, tendré que conformarme leyéndolos en la Biblioteca Nacional, en donde me informé sobre este gran escritor y me quedé con un buen sabor de boca tras las primeras páginas saboreadas. Y es que los buenos libros no están al alcance de cualquiera, sino de cotizados bibliógrafos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario