jueves, 5 de noviembre de 2009

Crucifijos en las escuelas, contra la libertad de religión.



El Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo (Francia) ha declarado que la presencia de los crucifijos en las aulas es “una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones” y una “violación de la libertad religiosa de los alumnos”. La sentencia responde al recurso presentado por Soile Lautsi, una ciudadana italiana de origen finlandés, que, en 2002, había pedido al instituto estatal italiano en el que estudiaban sus dos hijos, que retirara los crucifijos de las aulas. Después de que el Tribunal Constitucional le negara amparo, el Consejo de Estado rechazó su recurso, en febrero de 2006, alegando que “el crucifijo tiene una función simbólica altamente educativa”. Fue el momento en que Lautsi acudió a la Corte de Derechos Humanos de Estrasburgo. El fallo se basa en que la presencia del crucifijo en las aulas es una violación de “la libertad de religión de los alumnos” y puede ser molesto para alumnos de otras religiones y para los ateos.

Inmediatamente, el Gobierno italiano ha torcido el gesto. La ministra de Educación, Mariastella Gelmini clamado: “Nadie, ni siquiera alguna corte europea ideologizada, logrará borrar nuestra identidad”. Roberto Calderoli, ministro para la Simplificación, manifiesta: “La corte europea ha pisado nuestros derechos, nuestra cultura y nuestros valores”. Y advierte: “Los crucifijos se quedarán en las paredes de nuestras escuelas”. Fanco Frattini, ministro de Exteriores se queja de este “golpe mortal a Europa”. Y el ministro de Agricultura, Luca Zaia, miembro de la ultracatólica y antieuropeísta Liga Norte, se atreve a declarar: “La Corte ha decidido que los crucifijos ofenden la sensibilidad de los no cristianos. Cuando quien ofende los sentimientos de los pueblos europeos nacidos del cristianismo es sin duda la Corte. Que se avergüencen”. La mayoría de los partidos italianos critican la decisión judicial. Dicen que la cruz es “simbólica”, como si la palabra fuese sinónimo de irrelevante. Incluso el líder del centro izquierda, Pier Luigi Bersani, habla de “una antigua tradición” que “no puede ser considerada ofensiva para nadie”. Pero Bersani, como toda la derecha europea, se equivoca en este punto. Que algo sea viejo y tradicional no significa necesariamente que sea bueno y respetable. Porque el símbolo de la fe de algunos no puede presidir el santuario de la educación de todos. Y la libertad de religión, como interpreta Estrasburgo, pasa por respetar a todos incluso a quienes sólo creen en la humanidad.

Por desgracia Italia no es el único país que aún tiene pendiente esa separación entre la Iglesia y el Estado. Aquí mismo, en esta España aconfesional, el Gobierno mantiene “congelada” la Ley de Libertad Religiosa y, en la redacción de la Ley, parece que tendrá en cuenta la sentencia dictada por el Tribunal de Estrasburgo. Aunque, en otros temas religiosos, como en la visita del Papa a España programada para el 2011, está dispuesto a pagar la mitad de los gastos, una factura de 50 millones de euros. Y respeta y siente cierta debilidad por lo que “tradicionalmente” se impone, como es el crucifijo, presente en la jura de los ministros ante el Rey.

El Vaticano y la Conferencia Episcopal Italiana, lo mismo que la española, son proclives a interpretar estos gestos como “derechos” irrenunciables e interpretan esta sentencia como un ataque directo a sus maneras de pensar y de obrar. Basta ver cómo ha sido acogida por la Iglesia “con estupor y amargura”. “Nos disgusta –ha dicho por de pronto, el jesuita Federico Lombarda, portavoz de la Santa Sede– que el crucifijo sea considerado un signo de división, exclusión o limitación de la libertad. Es erróneo y miope querer excluirlo de la realidad educativa”. Y la propia CEI parece optar por cargar contra las motivaciones del fallo. “Existe una visión parcial e ideológica. Resulta ignorado el múltiple significado del crucifijo, que no es sólo un símbolo religioso sino también un signo cultural”.

Pero una cosa es evidente y nadie puede negar. Y es que la presencia del crucifijo tiene un doble efecto: “Puede alentar a los alumnos religiosos” pero puede también molestar “a los ateos o a quienes profesan otra fe”. Y, bien para evitar su retirada de los colegios, bien para ahorrarse los 5.000 euros de resarcimiento por daños a Soile Lautsi que exige la sentencia, Italia recurrirá la decisión del tribunal de Estrasburgo. Pero, si no logra que su apelación salga adelante, tiene tres meses para hacer desaparecer las cruces de todas las aulas escolares del país.

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