Miles de personas toman las calles de Palma al grito de: “Mallorca no está en venta”.
El pasado domingo, miles
de ciudadanos de Mallorca –más de 20.000, según la Policía Nacional, unas
50.000 según los organizadores– volvieron a tomar
las calles dela capital, alzando la voz contra la masificación turística en su
vida diaria. Y las principales avenidas de Palma se llenaron de pancartas que clamaban:
“Mallorca
no está en venta. Paremos el monocultivo turístico”, “Como la isla, nuestra
paciencia también es finita”, “Basta de saturación, Mallorca para quien la
habita”, o “Your luxury, our misery” (“Tu lujo es nuestra miseria”).
Organizada por la
plataforma “Menos Turismo, Más Vida”, unas 110 entidades, colectivos y movimientos
sociales malloquinos se sumaron a la manifestación, en plena temporada
turística, con miles de turistas que llegan diariamente a Baleares. “Un punto
de inflexión, un golpe sobre la mesa, y el inicio de acciones y movilizaciones
en las cuatro islas, no solo en Mallorca, que se extenderán más allá del verano”
explica el portavoz de esta plataforma, Pere Joan Femenia. “El objetivo de esta
protesta es cambiar el rumbo. La gente está harta de un modelo económico que no
tiene en cuenta los problemas que el turismo causa a los residentes. Se trata
de la segunda gran manifestación de estas características tras la celebrada el
pasado 25 mayo, aunque el número de asistentes de este domingo podría ser aún
mayor, según la Delegación del Gobierno”.
Los manifestantes partieron
del céntrico Parc de ses Estacions, recorrieron las principales vías de la
capital balear hasta terminar en el Passeig des Born, donde se leyó un
manifiesto a favor del cambio del modelo turístico, generador de “especulación”
y provocador del encarecimiento de la vivienda. Femenia recordó que llevan años
manifestándose y llevando a cabo acciones contra el modelo turístico, si bien
en la actualidad los ciudadanos de Balears se encuentran más concienciados para
salir “con más fuerza” a la calle, espoleados por las manifestaciones que este
año han tenido lugar en las Islas Canarias.
En el manifiesto se denunció
el “drama” en el acceso a la vivienda, el “empobrecimiento” de los
trabajadores, y la “legalización de hasta 50.000 construcciones con
infracciones urbanísticas en suelo rústico”. Y se exigió la necesidad de “poner
límites” que garanticen un “desarrollo sostenible”, y “un modelo justo,
igualitario”, que atienda “la actual crisis ecológica y social” mediante el
“decrecimiento turístico y la diversificación de la economía” con criterios de
“justicia social”. El año pasado, el archipiélago marcó un
récord histórico de 17,8 millones de turistas. Se exigieron medidas como la regulación de la
compraventa de vivienda a no residentes, el dejar de invertir dinero público en
ampliación de infraestructuras –puertos, aeropuertos, carreteras y desaladoras–.
El decrecimiento en número de vuelos y la moratoria de cruceros o el
establecimiento de un máximo de vehículos de alquiler.
Asistentes a la
manifestación se quejaron a EFE: “Estamos aquí porque estamos hartos del
turismo. Es una cuestión de sentido común: hay demasiada gente y la gallina de
los huevos de oro hay que conservarla, limitando la llegada de visitantes... Palma
se ha vuelto totalmente inhabitable”. Y reconocieron estar “muy preocupados”
por la compra de un piso. “De alguna manera los mallorquines nos hemos
convertido en ciudadanos de segunda”, resumieron. Un residente opinó que esto
es “una masificación como la de Venecia... Entre coches de alquiler, el
alquiler turístico, Airbnb; es que no podemos salir ni a la calle”. Otros quisieron
dejar bien claro que la denuncia presentada no era contra el turismo ni los
turistas, sino contra el “exceso” de turismo. O que “Mallorca es un paraíso y
esto ya no es turismo, sino una invasión. Nos sentimos acorralados, ya no
podemos ir a las playas de toda la vida”.
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