martes, 12 de agosto de 2025

Vivir y morir a cuerpo de rey

 

La periodista y escritora, Nieves Concostrina, escribe en Público que, durante los últimos tres siglos y hasta hoy mismo, cada borbón reinante se ha avergonzado profundamente del borbón inmediatamente anterior. Hablando de los últimos, cita a Alfonso XIII quien  no conoció a su padre, “así que ni le iba ni le venía, pero mantuvo las distancias con sus abuelos Isabel y Francisco. Juan Carlos I iba de demócrata guay para contrarrestar al golpista de su abuelo, pero acabó en las mismas: play boy, traidor a la patria, perjuro y corrupto. Felipe VI, a imitación de su antepasado Alfonso XII, también ha pretendido hacernos el truco del almendruco con su postureo de ‘preparao’, dejándose barba para parecer un señor rey y renegando del negociante de su padre, pero solo ha demostrado ser otro borbón del montón.

“La anterior parrafada solo pretende ser la excusa para retomar el asunto de los borbones fiambres cuyas repatriaciones hemos tenido que sufragar pese a que fueron expulsados de España por sus infames gobiernos. Los echamos vivos, pero sus descendientes se encargan de traerlos de vuelta, pagando nosotros y pese al desprecio que les profesan. La desidia de los españoles, o más bien sus tragaderas, son inigualables. Salvo la excepción de 1980, cuando Juan Carlos I, flanqueado por papá Juan y su hijo Felipe, asistió en el monasterio de El Escorial al entierro de Alfonso XIII (la performance que preparó junto con su cómplice, Suárez, para restregarnos el regreso de su abuelo fue inaceptable), todos los demás borbones han evitado asistir a los entierros en El Escorial de sus antepasados. Se avergüenzan. Ordenan que se organicen grandes fastos, pero ellos hacen mutis. (…).

“Nadie sabe cómo se las apañan, pero los borbones son unos sacacuartos. Francisco de Asís murió en abril de 1902 en Épinay-sur-Seine, a 11 kilómetros al norte de París, en el conocido como Chateau du Roi François, un palacio que quitaba el hipo, con sus correspondientes jardines, y que se adquirió con el dinero que Alfonso XII desvió de las arcas españolas para que su padre putativo (el biológico era otro) tuviera su chateau. Una corruptela más. (…)

“Tenía Isabel II 73 años y, salvo los disgustillos propios de su corrupción y su mal gobierno, acumuló muy buena vida y muchos cocidos en su cuerpo serrano. Murió en su Palacio de Castilla de la Avenida Kléber, la zona más aristocrática de París, sesenta años después de haber sido proclamada reina a la insensata edad de 13 años. Fue imprudente, caprichosa, manirrota, casquivana y, pese a ser la principal artífice de frenar el progreso de este país cateto enfangado por la superstición religiosa y el conservadurismo político más casposo, recibió sus honores funerarios. De nuevo, a gastos pagados.

“Tras 36 años viviendo en Paris, apenas aprendió a decir bonjour; solo aceptaba comer comidas españolas, nunca manifestó interés por la vida cultural de francesa ni entabló relaciones sociales con gente ilustrada. Por el Palacio de Castilla no pasaba nadie interesante, salvo los parientes borbones de tercera clase que pululaban por Europa, infantas o marquesones ninguneados en todas partes porque ya entonces eran una dinastía desprestigiada. Sin olvidar que el palacio también lo visitaban los amantes que Isabel II mantuvo hasta el final de sus días (alguno de lo más estrambótico), y que no se interprete esto como una crítica a la cabecita loca y sexualmente insaciable de Isabel, porque solo mantuvo la tradición que han seguido practicando los borbones machos. (…)

“El imberbe Alfonso XIII nunca tuvo la más mínima intención de hacer acto de presencia ni en los traslados ni en la llegada al Escorial ni en la entrega de restos a los agustinos. Hasta el presidente del Gobierno, Antonio Maura, le desaconsejó que se implicara con esa muerte. Y, además, Alfonso XIII estaba en pleno viaje oficial por Cataluña, intentando arrimarse las simpatías de los catalanes muy de derechas porque estaban poniéndose un poquito republicanos y nacionalistas de más. Lo único que prometió Alfonso XIII en aquel viaje de 1904 es que aprendería a hablar catalán. Nunca lo hizo. Lo que sí acabó haciendo fue dar un golpe de Estado en Cataluña con su colega Primo de Rivera, suspender la Constitución y, para esto sí le vino bien Cataluña, fundar allí la primera productora de cine porno en España, Royal Films, con la tapadera de los hermanos barceloneses Ramón y Ricardo de Baños. (…)

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