Vivir y morir a cuerpo de rey
La periodista y
escritora, Nieves Concostrina, escribe en Público que, durante los últimos tres
siglos y hasta hoy mismo, cada borbón reinante se ha avergonzado profundamente
del borbón inmediatamente anterior. Hablando de los últimos, cita a Alfonso
XIII quien no conoció a su padre, “así
que ni le iba ni le venía, pero mantuvo las distancias con sus abuelos Isabel y
Francisco. Juan Carlos I iba de demócrata guay para contrarrestar al golpista
de su abuelo, pero acabó en las mismas: play boy, traidor a la patria, perjuro
y corrupto. Felipe VI, a imitación de su antepasado Alfonso XII, también ha
pretendido hacernos el truco del almendruco con su postureo de ‘preparao’,
dejándose barba para parecer un señor rey y renegando del negociante de su
padre, pero solo ha demostrado ser otro borbón del montón.
“La anterior parrafada
solo pretende ser la excusa para retomar el asunto de los borbones fiambres
cuyas repatriaciones hemos tenido que sufragar pese a que fueron expulsados de
España por sus infames gobiernos. Los echamos vivos, pero sus descendientes se
encargan de traerlos de vuelta, pagando nosotros y pese al desprecio que les
profesan. La desidia de los españoles, o más bien sus tragaderas, son
inigualables. Salvo la excepción de 1980, cuando Juan Carlos I, flanqueado por
papá Juan y su hijo Felipe, asistió en el monasterio de El Escorial al entierro
de Alfonso XIII (la performance que preparó junto con su cómplice, Suárez, para
restregarnos el regreso de su abuelo fue inaceptable), todos los demás borbones
han evitado asistir a los entierros en El Escorial de sus antepasados. Se
avergüenzan. Ordenan que se organicen grandes fastos, pero ellos hacen mutis. (…).
“Nadie sabe cómo se las
apañan, pero los borbones son unos sacacuartos. Francisco de Asís murió en
abril de 1902 en Épinay-sur-Seine, a 11 kilómetros al norte de París, en el
conocido como Chateau du Roi François, un palacio que quitaba el hipo, con sus
correspondientes jardines, y que se adquirió con el dinero que Alfonso XII
desvió de las arcas españolas para que su padre putativo (el biológico era
otro) tuviera su chateau. Una corruptela más. (…)
“Tenía Isabel II 73 años
y, salvo los disgustillos propios de su corrupción y su mal gobierno, acumuló
muy buena vida y muchos cocidos en su cuerpo serrano. Murió en su Palacio de
Castilla de la Avenida Kléber, la zona más aristocrática de París, sesenta años
después de haber sido proclamada reina a la insensata edad de 13 años. Fue
imprudente, caprichosa, manirrota, casquivana y, pese a ser la principal
artífice de frenar el progreso de este país cateto enfangado por la
superstición religiosa y el conservadurismo político más casposo, recibió sus
honores funerarios. De nuevo, a gastos pagados.
“Tras 36 años viviendo en
Paris, apenas aprendió a decir bonjour; solo aceptaba comer comidas españolas,
nunca manifestó interés por la vida cultural de francesa ni entabló relaciones
sociales con gente ilustrada. Por el Palacio de Castilla no pasaba nadie
interesante, salvo los parientes borbones de tercera clase que pululaban por
Europa, infantas o marquesones ninguneados en todas partes porque ya entonces
eran una dinastía desprestigiada. Sin olvidar que el palacio también lo
visitaban los amantes que Isabel II mantuvo hasta el final de sus días (alguno
de lo más estrambótico), y que no se interprete esto como una crítica a la
cabecita loca y sexualmente insaciable de Isabel, porque solo mantuvo la
tradición que han seguido practicando los borbones machos. (…)
“El imberbe Alfonso XIII
nunca tuvo la más mínima intención de hacer acto de presencia ni en los
traslados ni en la llegada al Escorial ni en la entrega de restos a los
agustinos. Hasta el presidente del Gobierno, Antonio Maura, le desaconsejó que
se implicara con esa muerte. Y, además, Alfonso XIII estaba en pleno viaje
oficial por Cataluña, intentando arrimarse las simpatías de los catalanes muy
de derechas porque estaban poniéndose un poquito republicanos y nacionalistas
de más. Lo único que prometió Alfonso XIII en aquel viaje de 1904 es que
aprendería a hablar catalán. Nunca lo hizo. Lo que sí acabó haciendo fue dar un
golpe de Estado en Cataluña con su colega Primo de Rivera, suspender la
Constitución y, para esto sí le vino bien Cataluña, fundar allí la primera
productora de cine porno en España, Royal Films, con la tapadera de los
hermanos barceloneses Ramón y Ricardo de Baños. (…)
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