viernes, 1 de junio de 2007

1 de junio. Rice y Zapatero se verán las caras.


Condoleezza Rice, llega a nuestro país para normalizar las relaciones entre España y Estados Unidos, tras tres años de nulas conversaciones entre el Gobierno USA y el español, desde que José Luis Rodríguez Zapatero ocupara la presidencia, en abril del 2004. Pero, días pasados, Rice criticaba al Gobierno de España por sus recientes reuniones con representantes del Ejecutivo cubano y por no haberse visto con miembros de la disidencia en la isla. En efecto, España apuesta por el diálogo con Cuba, pese a las críticas de EEUU.

La visita de esta dama yanqui, que tanto toca el piano como bendice un bombardeo sobre Afganistán o conoce la autoría de los “vuelos de la Cía”, aprueba la normalización con EE.UU. Pero no puedo olvidarme de sus declaraciones en las que recuerda que los europeos “no deberían estar sorprendidos” por el programa de detenciones y “ha habido una buena cooperación entre EEUU y los países europeos en el marco de la guerra contra el terror”. Por cierto que, en un escrito firmado por dos asociaciones de abogados, una pro derechos humanos y varios particulares, se pide que el juez de la Audiencia Nacional, Ismael Moreno, cite a declarar como testigo a la secretaria de Estado estadounidense, aprovechando esa visita diplomática.

La primera vez que el presidente Bush, con el que Rice siempre cooperó, llegaba a España, recién nombrado Presidente de los EEUU, fue hace seis años, concretamente, el 12 de junio del 2001, recién pasado mi examen de Trompeta, Grado Medio, en el Conservatorio Profesional de Música de Arturo Soria. Recuerdo que tuve que interpretar dos ejercicios: uno de Arbán y otro de Herbert L. Clarke. Los estudios me salieron más o menos bien, pero con la sonata de Maurice Emmanuel, que interpreté acompañado de una pianista, me aturullé. A veces parecía que huía desesperadamente de mi acompañante, quien me perseguía; a veces me rezagaba sin conseguir darle alcance. Total, que el tribunal, considerando que esta era la última promoción del Plan del 66, teniendo especialmente presente mi constancia y mi edad, se apiadó de mí y me aprobó. Así que ya podía fardar de poseer el Diploma de instrumentista en Trompeta, un título que podría lucir en la pared de mi despacho para impresionar a los escasos amigos que me visitan. No creo que me sirva para nada más.

Después de esta dura prueba, me dirigí a la Biblioteca Nacional. Atravesé el pasadizo subterráneo del Paseo de Recoletos en donde me encontré, como de costumbre, a un indigente dormido directamente en el suelo, con una cestita al lado en la que alguien había depositado unas monedas. Hacía unos meses, en pleno invierno, eran un grupo de tres o cuatro que se atrincheraban durante las noches y parte del día entre cartones. Recuerdo que un día se fundieron las bombillas del pasadizo o alguien las rompió. Y las jovencitas que pasaban por el túnel salían histéricas y corriendo, al chocar involuntariamente, sin luz ni visibilidad, contra algún mendigo dormido y topar con aquella dura realidad. Claro que, el enfrentarse a ciegas contra la pobreza y la miseria en un túnel oscuro, asusta a cualquiera. Pero no creo que aquella rotura de la luz fuera provocada por aquellos indigentes. Me inclino a pensar en alguna acción de grupos de extrema derecha, de los que no quieren inmigrantes, ni negros, ni pobres ni mendicantes, que provocaran esta situación de pánico. Total, que, de repente, en primavera, desaparecieron todos –Hoy reaparecen decenas de indígenas en el paso subterráneo de la Plaza de España–. Pero al comenzar el verano, volvieron a aparecer algunos de ellos, instalándose en el mismo pasadizo, pero sin mantas ni cartones.

En el momento de entrar por la gran verja de la Biblioteca, un policía me impidió el paso. Había muchos más en el interior, y un grupo de gente, agolpada en las verjas, contemplaba cómo el edificio estaba acordonado.

-¿Alguna bomba? –pregunté al policía, que observaba detenidamente mi funda de piel sintética colgada a mis espaldas–. Es mi trompeta –me adelanté a explicarle, mientras me observaba, incrédulo. Y se la mostré para que quedara tranquilo. Siguió observándome con aire de pocos amigos y ni siquiera me contestó. Así que me separé de él y me uní al grupo de expectantes frente a la Biblioteca.

Muy pronto, observé cómo un grupo de guardias de seguridad y policías cedía el paso a una comitiva presidida por dos mujeres, una de ellas, vestida de blanco, algo alejadas de una multitud de fotógrafos de prensa que no dejaban de disparar sus cámaras. Pensé si no estaría ante la aparición de alguna virgen anunciando buenas nuevas. Pero muy pronto me di cuenta de mi equivocación. Una de aquellas señoras era Ana Botella, la mujer del presidente español, y la otra, Laura Bush, la consorte del presidente americano. Venían de visitar la Biblioteca, aunque dudo que, aparte de admirar los facsímiles, los grabados de Goya, Durero y Rembranndt, las partituras de música española, los originales de Leonardo de Vinci, la primera edición de El Quijote y un libro de horas de Carlos VIII de Francia, estuvieran interesadas en leer algún libro. Es más, estoy seguro que su presencia impidió a otros lectores como yo que aprovecháramos el tiempo, debiendo aguardar tontamente mientras observábamos el color de sus vestimentas y intentábamos distinguir si el número de botones que llevaban era tan numeroso como el de sus escoltas. Afortunadamente, las flamantes y admiradas esposas del presidente americano y español no tardaron en desaparecer en lujosos y seguros automóviles y la Policía cedió de nuevo el paso a los lectores de verdad.

Recuerdo cómo, en esta época, la prensa hablaba de la presencia de George W. Bush en Europa, habiendo elegido primero España –desde que Zapatero retirara las tropas españolas de Irak, nuestro país se convirtió en el último para Bush–. El presidente americano había sido acompañado por su escolta, por policías de seguridad y por cuarenticinco coches blindados, transportados en siete aviones y cuatro helicópteros. Bush había sido recibido en Barajas por Josep Piqué, el Ministro de Asuntos Exteriores, quien se inclinó repetidas veces ante él, en señal inequívoca de lameculos del Reino. El todopoderoso presidente de los EEUU, versión actual y modernizada de Bienvenido Mister Marsall, se había dirigido, en helicóptero, hasta Toledo, en donde Aznar, en la finca de Quintos de Mora que los periodistas americanos confundieron con el Rancho del presidente español, había mantenido una charla “extremadamente productiva” con él.

La industria armamentística y la petrolera había llevado a Bush a la presidencia de los EEUU, y eran sus intereses (de ellos) los que marcaran su política (de él). Sólo después de oír las manifestaciones de elogio de José María Aznar sobre las ideas defensivas de su homólogo norteamericano, comprendí la predisposición de éste por España. El apoyo de Aznar a favor del escudo antimisiles norteamericano podía desencadenar, si los demás presidentes europeos no cedían ante el mismo, una nueva carrera armamentística. No creía que cometieran el mismo desliz y se inclinaran tan bochornosamente como Aznar o Piqué. El espectáculo ofrecido por “uno de los aliados más fiables de los Estados Unidos”, según palabras de Bush quien se atrevió a numerar a España como “la octava economía industrial del mundo”, me pareció vergonzoso. Y me resistía a creer que todos los europeos cayeran en parecido servilismo.


Hoy, la visita de Rici no será tan sonada como la de un Bush encantado con su amigo, Asnar. Pero puede que sea el comienzo de una relación más estable o el final de una enemistad ideológica. O puede que el entendimiento entre ambos se haga definitivamente imposible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por fin pones una verdad como un templo de grande TE REGALARON EL TITULO DE TROMPETA TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON una lástima porque tengo compañeros partiendose el culo estudiando y trabajando y estudiando y tocando y haciendo bolos y currando y haciendo mil cosas y no se lo regalan como a ti TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON TE LO REGALARON que vergüenza encima parece que presumes de ello